Las primarias siguen siendo una opción política de futuro importantísima, aunque los grandes partidos no crean en ellas
(12-02-15) Los acontecimientos políticos de la última semana pareciera que fueron diseñados por Arriola. O, mejor, por Rajoy. Cosa de meigas. Todo el mundo clamando por primarias en el PP y maldiciendo al dedo señalador porque se acababa el tiempo y ahora resulta que las primarias de los otros partidos, a las primeras de cambio, se han ido al carajo. Ahora, los tres grandes partidos, mientras no se demuestre lo contrario, parten en igualdad de condiciones. Al menos, en lo que se refiere a la presidencia de la Comunidad de Madrid.
Por un lado, Tania Sánchez se ciscó en las primarias de IU y, por otro lado, Pedro Sánchez se pasó las primarias del PSOE por el arco de triunfo. Así de fácil y así de sencillo. Primarias de boquilla. Al primer tapón, zurrapa. Y la credibilidad de las elecciones primarias arrasada. Y, como consecuencia de ello, el concepto primarias en entredicho y Rajoy plantado como el gran vencedor contra experimentos. Y sus palmeros, jaleándole
¿Para qué hacer primarias si luego no sirven para nada? Y, en una respuesta simple, habría que decir que llevan razón.
¿Qué se puede decir se ellas si el PSOE ya se las ha saltado dos veces, a IU la han dejado con los calzones bajados y el PP las desprecia?
Pero las primarias sirven. Vaya si sirven. Y se equivocan los que no quieren saber nada de ellas y los que no las respetan. Se equivocan mucho.
Me llama la atención que quienes las cuestionen sean, curiosamente, los partidos tradicionales. Y eso que fue el PSOE quienes las trajeron a España. Creo que Felipe González en aquel ataque proamericano que le dio al más antiamericano de los españoles. Años antes también había traído de allí el Debate sobre el Estado de la Nación.
Luego, el concepto primarias se extendió a toda la izquierda y más tarde a los partidos de nuevo cuño.
Y no me extraña que los partidos de siempre las traicionen o las desprecien. Las primarias, en su propia definición, son participación ciudadana y transparencia y eso no le gusta a los aparatos de los partidos.
Vale que el PP no crea en primarias. Es un error. Pero allá él. Terminará tragando con ellas. No se puede volver atrás en democracia. No se puede.
Pero peores son aquellos que dicen creer en ellas y luego las traicionan cambiando de caballo en mitad del río. Hago primarias si sale lo que quiero que salga. Así aparento democracia interna aunque no la tenga.
Pero, como decía Pablo Guerrero, tiene que llover a cántaros. Está llegando el tiempo en el que los miembros de los partidos no existan solo para aplaudir, llenar recintos o ir de apoderados a las mesas electorales. Ahora quieren más. Quieren participar en las decisiones del partido. Quieren elegir de verdad a sus representantes. Quieren democracia interna como exige la Constitución. Quieren transparencia. Porque las elecciones primarias son transparencia pura, el concepto más importante en el que se basará la nueva democracia.
Pero primarias es un concepto que cuesta asimilar por la vieja profesión política. A esa gente le cuesta perder parcelas de poder. Cuesta ceder lo que tanto costó lograr. En el fondo, los partidos se rigen por parcelas de poder. Quienes más parcelas tienen, más poder tienen. Y nadie quiere perder su parcela. O que le exijan explicaciones de cómo la maneja.
Las parcelas son propiedad privada de cada uno aunque se trate de miembros del PCE en IU.
La vieja política no entiende, de verdad, de primarias. No creen en ellas. No las regulan. No las respetan. Y así es imposible. Pero parafraseando a León Felipe, algún día vendrá un viento fuerte que los llevará a su sitio.
Y los muy soberbios no se quieren dar cuenta de que el viento ya está al revolver de la esquina…
La Tarántula