Jugó con sentimientos personales para quedarse: Pablo Casado llora (como Boabdil) para mantenerse en el cargo (esperando que se impute a Ayuso) y deja a Feijóo en ridículo
Pablo Casado ha demostrado ser un personaje menor de la política española. Un niñato al que los Reyes le habían traído un juguete que no merecía y que, por miedo a perderlo, uso procedimientos mafiosos contra la mujer que creía que se lo robaría. Y creo que se creció por ser mujer, lo que llevaría, según la izquierda ruinosa de España, el agravante de género.
El caso es que, una vez cazado en su mendacidad, se convirtió en un Boabdil EL Chico del siglo 21 y tuvo que llorar para defender como una mujer lo que no supo defender como hombre.
Y argumentando para no irse con sentimientos personales, engañó a un Feijóo que venía a Madrid en plan Cid Campeador y, en cambio, lo dejó mirando a Orense. Vaya papelón el suyo.
Y todo por seguir siendo rajoistas. Todo con delicadeza. Y con alguien que se ha criado en esa filosofía política del buenismo no se puede ser un blandibú. Se las sabe todas.
Decía el gran Raúl del Pozo: “Pablo Casado ha caído estrepitosamente de la cumbre a la nada. Lo han abandonado, uno a uno, todos los suyos. En la sesión de control se despidió de los que acabaron con él, le ovacionaron en esa escena tan ternurista, tan hipócrita, tan española de hacer buen entierro, al que disfrazó su debilidad de alegato contra la corrupción; el partido lo abandonó porque el poder es el dominio sobre los demás y comprobaron que carecía de autoridad. A pesar de los aplausos no era ni temido, ni amado”.
Arcadi Espada, por su parte, escribió: “Pablo Casado puso fin ayer a su vida política de la misma mediocre e inane manera con que la había vivido”. “El mismo hombre que hace una semana acusó sin pruebas a su compañera Isabel Díaz Ayuso de un grave delito de tráfico de influencias y que remachó la acusación subrayando que tendría que dar cuenta de su desvarío moral a los 700 muertos diarios que entonces causaba la pandemia enfatizaba ayer su entrega a los compañeros”.
La realidad es que Pablo Casado, otra vez, se la ha metido doblada al PP y lo que quiere es ganar tiempo a ver si se le ocurre algo para atornillarse al sillón. Este personaje de opereta quería mantenerse en el puesto a la espera de que la fiscalía de Sánchez le eche una mano contra Ayuso y la impute en ese mes que Feijóo le ha concedido. Y un mes puede ser una eternidad al paso que van los asuntos…
Y la de Casado no es una salida digna como nos han querido vender. Una salida digna hubiera sido irse en silencio tras convocar el congreso extraordinario del partido, que se celebrará los días 2 y 3 de abril. Lo demás es una pamplina que le ha concedido el presidente gallego con la que ha demostrado que si él es el sucesor, el PP seguirá en la misma línea. Feijóo sigue creyendo en un partido de centro en el que se confunde la debilidad con la justicia y así les va a estos embaucadores.
Casado ha demostrado sobradamente que no tiene una pizca de honor y no merece ningún respeto ni consideración.
“Pensad en mis hijos y en mi mujer”, imploró con lágrimas de cocodrilo. “Os pido que no hagáis más sangre de la necesaria”. “No me merezco esto”. Y Feijóo tragó. Era de esperar. En su “centrismo” había tragado antes con la imposición casadista de vetar a Ayuso en la reunión.
Al final, le hizo un favor a Isabel sin querer… Al menos Ayuso se libró de tanta indignidad política.
Juan Pozuelo