«Pongamos que no habla de Pozuelo»: El Fantasma de don Agustín ironiza sobre el márquetin político de los que menos hacen pero que deben venderse para ocultar sus carencias

¿Cómo era aquél dicho?
¡Ah sí!, ya me acuerdo. Era aquél que decía que “el buen paño en el arca se vende”.
Era algo que se repetía cuando todavía no se había inventado eso del marketing y las campañas de publicidad. Un refrán que daba por supuesto que la calidad de una mercancía era la única condición suficiente para que la gente la adquiriera.
Ya nada de eso es así ahora. El dicho ha quedado completamente en desuso. Ahora todo hay que publicitarlo. Darlo a conocer, repetirlo una y otra vez, hasta la saciedad, para hacerlo siempre presente en la sesera de los ciudadanos, con el fin de lograr que éstos, sin pensárselo mucho, tomen la decisión de comprarlo.
El comercio, desde luego, lo utiliza y mucho, pero no son los que lo inventaron. Es la política la que puede atribuirse la paternidad, o la maternidad (no me vayan a tachar de machista) de lo que les cuento. Ya saben aquello de que una mentira repetida muchas veces…
Y es que en eso de la política la verdad apenas importa, lo que interesa es imponer el mensaje, vender la mercancía. Poco importa si ésta es buena o mala, el caso es que los ciudadanos acaben por creérsela. Vamos, lo que ahora se denomina “imponer el relato”.
Pero es que los hay que se pasan de frenada. Y se pasan tanto, que basta con observar quienes son aquellos que más publicidad utilizan, para saber quiénes son los que más la necesitan para intentar ocultar sus carencias.
Cuanto menos hacen, cuantos menos objetivos consiguen, cuantos menos aciertos tienen, mayor es la necesidad de utilizar el aparato de propaganda. ¡Vamos la regla de la proporcionalidad inversa!
No se desaprovecha ninguna ocasión. Cualquier momento es bueno para hacerlo. Y si los medios institucionales, de los que se usa y abusa, no se considerasen suficientes, siempre queda la posibilidad de contratar campañas en medios privados que, eso sí, se puedan sufragar con dinero público.
Y sorprende ver publicadas cosas que se venden como información, pero que en realidad son lo que podría denominarse como “entrevistas masaje”, por aquello de que están lejos de intentar poner contra las cuerdas al entrevistado, y que, además, tienen la particularidad de que los ciudadanos son, además de destinatarios de la publicidad, los “paganinis” finales porque la terminan sufragando a través de los impuestos.
Si alguien dudase de cuanto les cuento, no tiene más que darse una vuelta por las hemerotecas o por las redes para comprobarlo.
En cualquier caso, para tranquilidad de cuantos lean estas líneas, he de señalar que todo esto que les cuento, aquí en la Casa, afortunadamente está muy lejos de pasar.
Eso es cosa que sucede en otros lugares y en otros ámbitos.
No vayan a pensar mal.
Y en cualquier caso siempre resulta más piadoso, siguiendo la pauta religiosa, enfurecerse con el pecado y ser compasivo con el pecador.
Don Agustín “el Fantasma del Torreón”