El Fantasma de don Agustín reflexiona sobre la endiablada situación que tiene delante la alcaldesa Quislant ante la absurda disyuntiva que ha montado Génova para goce de Moncloa
Prudencia, mucha prudencia.
Y sosiego, mucho sosiego.
Ya sé que puede ser complicado, pero no cabe otra. Acepte el consejo.
Nunca se sabe hacia dónde puede terminar soplando el viento y las maniobras precipitadas pueden acabar por hacer zozobrar la nave. Sobre todo, si, en este caso, la nave representa su futuro político.
Ya sé que, a uno, o a su entorno más cercano, le debe el actual puesto. Como también tengo presente, que de la otra puede que dependa su futura ocupación. Es, por tanto, una situación complicada, endiablada diría yo.
Y en esas situaciones, lo mejor es tener cintura, mucha cintura para escapar de las encerronas mediáticas a las que tan proclives son algunos. Y, sobre todo, no buscarlas uno mismo. El ansia por estar presente permanentemente en los medios puede que acaben jugando una mala pasada.
Cuando hay un fuego cruzado, lo mejor es tratar, por todos los medios, de que no le coja a uno en medio.
Pero, a fe mía, que la situación es embarazosa.
Sabe, por haberlo experimentado en carne propia, que las bicefalias siempre resultan difíciles, por no decir imposibles. Y, por eso, siempre ha peleado, a nivel local, por eliminarlas. Aunque, de momento, no lo ha conseguido.
Habiendo peleado tanto por hacerla desaparecer en Pozuelo, no parecería razonable que la apoyase en la Comunidad de Madrid. No se puede, por mantener cierta coherencia, pedir para otras instancias lo que aquí no se quiere.
Pero también sucede que, a veces, es imprescindible tener que devolver favores. Y, en este caso, correspondería hacerlo a alguno de los que ocupan en la actualidad la última planta del edificio de la calle Génova, ese inmueble del que se está, al parecer, en trance de huir.
¡Qué difícil resulta todo!
¡Ni un momento de sosiego!
Y es que las cosas, a veces se tuercen.
En este momento, lo que se deseaba era esperar pacientemente a que se terminasen las obras de la rotonda para poder inaugurarla. Para aprovechar, ¡cómo no!, ese gran momento para justificar todo un mandato. Para tenerlo como referente de buena gestión.
¡Y va, y se monta todo este lío!
Lo dicho, a enrocarse y esperar a que pase la reunión en Valencia, ¡otra vez Valencia!
Y mientras todo esto pasa, a los que paran en la Moncloa les están saliendo callos en las manos, a fuerza de frotárselas.
Don Agustín “el Fantasma del Torreón”