Equidistancia es la igualdad de distancia entre varios puntos u objetos pero, cuando esa equidistancia pierde su sentido, solo sirve para intereses políticos espurios y partidistas
La R.A.E. define la equidistancia como: Igualdad de distancia entre varios puntos u objetos y, en los tiempos que corremos, la podríamos re-definir como una forma de exclusión a cualquier postulado o defensa de situación hacia las personas que no “comulguen” con la realidad oficial de los postulados a seguir.
Equidistancia, exquisita, es cuando observamos las revueltas cubanas como un rebrote fascista, apoyado por las hordas “trumpianas” a la democrática y ejemplar Isla Bonita, ejemplo de libertad, salubridad y paro “cero” comunista.
Equidistancia, intachable, es cuando al gran hombre de paz vasco, Parot, con sólo 39 asesinatos a sus espaldas, le permiten homenaje, imagino yo, para mejor reinserción social y, como prueba de arrepentimiento, seguimos con más de 400 asesinatos de esa banda sin autoría y pendientes de condena.
Equidistancia, presidencial, es llamar asesino al “bolso” Rajoy por la muerte de un perro cuando el ébola acabaría con el mundo y, disculpar a Sanchinflas por sus “aló” presidenciales y más de 140,000 fenecidos por el virus chino que habíamos vencido tantas veces, la mitad de los idos aún sin reconocer.
Equidistancia, televisiva, es quitarle la palabra al Sr. Nart, porque si no aceptas el discurso que cualquier acto violento contra la mujer es por el heteropatriarcado y por ese “gen” homicida que los hombres, salvo los de izquierdas mientras se encuentren en el rebaño, llevamos desde nuestro más tierno crecer en atacar a las mismas y no en el aprovechamiento de que los, las y les “hijos de su madre” aprovechan la soledad del agredido para sacando ventaja violentarlas, los y les.
Equidistancia, institucional, es cuando proteges a los que se aprovechan de los menores que confían en la salvaguardia de las instituciones y en vez de denunciar e investigar a los adultos acosadores y funcionarios; acabas culpabilizando a los menores en protección. Siempre que los denunciados sean “de los nuestros”.
Equidistancia, de género, es cuando el sexo de la persona fallecida condiciona el minuto de silencio y repulsa, aunque el crimen haya sido el mismo.
Equidistancia, abominable, es cuando las manifestaciones populares o los cambios legislativos tienen que ver si se llamaba Diana y era rica o sin nombre alguno pero con rédito político por condición sexual, de raza y/o procedencia.
Equidistancia, marital, atroz y totalitaria, es cuando obviando la presunción de inocencia te impiden acompañar a tu esposa porque tras fallecer de manera natural alguien señala la oportunidad de una nueva víctima por violencia familiar y, de momento, al trullo y al castigo popular.
Equidistancia, política, es apoyarse para gobernar en el partido que se ataca cuando los números no dan ¿verdad Casado?; o decir que no te unirías a ellos antes de los votos para encamarse y poder gobernar después, ¿verdad Sánchez?
Equidistancia, ideológica, es destacar cada uno de los crueles asesinatos de mujeres por sus parejas/próximos y obviar que, paralelo a las más de cuarenta y cinco tragedias anuales que acontecen en nuestro país por causa de esa lacra, también, se nos van más de tres mil personas suicidadas (casi dos tercios hombres) y otras cuatrocientas por accidentes de trabajo (98% varones) que apenas llenan un par de líneas de información dado su “desinterés” social.
Todas y cada una de ellas verdaderas tragedias, imposibles de superar y digerir dejando en las familias implicadas, en sus amigos y en la sociedad un reguero de dolor y daño irreparable.
Equidistancia, en definitiva, es decir “yo si te creo” cuando son de los nuestros, para negar el pan y la sal, cuando los señalados no “nos” pertenecen.
Cuando la equidistancia viene determinada por el género, la ideología, el extremismo o el partidismo fomentando la autocensura, nos encontramos con el fin de la Libertad, ese bien, que como nos recordaba Azaña “no nos hace mejores ni peores, simplemente, nos hace personas”.
Alejandre