El Fantasma de Don Agustín reflexiona sobre la escala de tensión que se está produciendo en la campaña electoral entre los extremos y a los que se ha unido el “soso y serio” Gabilondo
Queda poco más de una semana de campaña electoral, pero creo que, a muchos ciudadanos, ese tiempo se les va a hacer eterno.
Desconozco cuantos de ellos están, todavía a estas alturas, indecisos respecto a cuál va a ser su sentido del voto. Sean muchos o pocos, todos ellos constituyen el objetivo al que se van a dirigir las estrategias de todos los partidos durante el resto de la campaña.
Como pertenezco a otro tiempo, no entiendo de encuestas, pero mi intuición me dice que, en este caso, las espadas todavía están en alto y que el resultado final puede depender del lado hacia el que se decanten unos pocos miles de votos.
Por tanto, no les basta con movilizar cada uno a los suyos. Hay que movilizar a los indecisos y a los que se suelen abstener de forma sistemática. Y para lograrlo, están convencidos de que el mejor camino es “meter tensión” en la campaña.
Y precisamente eso es lo que están haciendo, sobre todo desde ambos extremos del arco político.
Una estrategia qué, aunque pueda favorecerlos, también puede actuar en sentido contrario y dar alas a los que se encuentran al otro extremo, estableciendo una confrontación cada vez más fuerte, se retroalimentan unos a otros. Saben que no son nada sin el opuesto. Se necesitan mutuamente. Saben utilizar extraordinariamente, desde un lado y el otro, el miedo, algo fundamental en política, para aumentar su rendimiento electoral.
Y mientras desde ambos lados se dedican a tensar la cuerda, la inmensa mayoría de los ciudadanos, que son quienes no se encuentran ni en un lado ni en el otro, son los más perjudicados. Son quienes más pierden si, al final, la cuerda se termina por romper.
En ese escenario de escalada de la tensión política se equivocan, y lo harán gravemente, aquellos que, con tal de no perder las elecciones, se apunten a eso que se llama polarización. Buen ejemplo de ello está siendo la campaña del candidato del partido socialista. Un candidato que empezó con aquello de que era soso, serio y formal y que por aquello de que le iban mal las encuestas, ha optado por transformarse en un mero apéndice de la extrema izquierda.
No me atrevo a asegurar si el cambio ha sido “motu proprio” o por indicación de su jefe de partido. En cualquier caso, no creo que ese sea el mejor camino para asegurarse un buen resultado.
El asegurar que se está con ellos o, por el contrario, se es un fascista redomado es tomar a los ciudadanos por tontos.
No hay democracia sin libertad y sin libertad no hay democracia. Y los compañeros que se ha buscado no garantizan ni lo uno ni lo otro.
Don Agustín “el Fantasma del Torreón”