El Fantasma de don Agustín reflexiona sobre la escasa capacidad de liderazgo de los políticos de Pozuelo frente a la lucha de trabajadores y vecinos que se han crecido ante la adversidad

Por lo que me ha ido llegando, Pozuelo es un paisaje después de una batalla.
Se ha peleado y se sigue peleando contra los elementos. La nieve y el frío han conseguido cambiar la fisonomía habitual de la villa. Poco a poco se va recobrando la normalidad, pero todavía nada es como era.
He podido oír que han sido muchos los vecinos que han colaborado, y que lo siguen haciendo, en esa lucha titánica y desigual contra la agresividad de la naturaleza. Y también me han llegado noticias de la abnegación y el esfuerzo de los operarios municipales que, tanto de noche como de día, se están peleando con la nieve y el hielo, tratando de conseguir que la villa sea, al menos, transitable.
Al final, son otra vez más, y ya pierdo la cuenta de cuantas, los de abajo los que tienen que tirar del carro para hacer frente a los problemas.
Sin duda, son las situaciones de crisis, las que hacen aflorar lo mejor y también lo peor de cada uno. Son esas situaciones las que consiguen poner de manifiesto lo que, en verdad, guarda cada uno en lo más oculto de su personalidad.
Hay quienes son capaces de crecerse frente a la adversidad y salir fortalecidos de ella, tanto a nivel personal como profesional. Son aquellos que, a pesar de su miedo, son capaces de tirar hacia adelante. Pero también los hay que frente a la adversidad parecen empequeñecerse hasta la mínima expresión.
Los que pertenecen al primer grupo son los líderes natos, aquellos que sacando fuerzas de flaqueza consiguen ilusionar al resto para hacer frente al problema. Son quienes aguantan impasiblemente las críticas porque están convencidos de que aquello, que están llevando a cabo, es lo que debe hacerse.
Los que forman parte del segundo son los que se “acogotan”, no saben que dirección tomar, vacilan, tardan en tomar decisiones y cuando las tomas, éstas suelen ser contradictorias.
Son quienes buscan siempre tener cerca un chivo expiatorio que cargue con la responsabilidad y con las culpas, si las circunstancias lo llegan a hacer necesario. Son quienes no aceptan las críticas a su gestión, porque las toman como un ataque personal y tratan de ocultarlas. Quienes confunden la discrepancia con el insulto.
La capacidad de liderazgo no es algo que se pueda aprender en un curso acelerado, ni siquiera en uno de esos másteres tan al uso hoy en día. Es algo innato. O se tiene o no se tiene. Ya en mis tiempos se decía aquello tan conocido de que “lo que la naturaleza no da, Salamanca no lo presta”.
Y mientras, a esperar que la naturaleza se torne más benigna y se disponga a ayudar.
Don Agustín “el Fantasma del Torreón”