Harto ya de estar harto de ver el manejo político de la pandemia, El Fantasma de don Agustín pide que no hagan de la política un agente más destructivo y peligroso que el propio virus
Si no estuviese muerto, pudiera pensar que estoy entrando en eso que ahora etiquetan como depresión y que antes, más líricos, definíamos como estado melancólico
Pero tal vez no es eso, sino que, finalmente, me está pasando aquello que también les está sucediendo a muchos de los vivos que se distribuyen por estas tierras españolas.
Que empiezan a sentirse hartos de estar hartos.
Hartos de ver como quienes gobiernan están más preocupados de la propaganda que de la gestión. Despropósito en el que hasta ha empezado a caer alguna autoridad sanitaria.
Hartos de comprobar como la pandemia se utiliza como arma política arrojadiza de los unos contra los otros.
Hastiados de comprobar cómo, día tras día, se inventan problemas, maniobras de distracción, para apartar la mente de los ciudadanos de las cosas realmente importantes. Y así, mantenerles entretenidos para que no reparen en la ineficacia de su actividad. En su incompetencia como administradores de lo público.
Pareciese como si estuviesen empeñados en polarizar cada vez más a la sociedad, a los ciudadanos. Afanándose en enfrentar a unos contra otros. En extremar las posturas.
Una circunstancia que únicamente puede beneficiar a quienes se sitúan en los extremos, porque de esta manera se consigue que se retroalimenten, al aumentar así sus expectativas.
Sobra el extremismo, el encanallamiento y falta, y mucho, la moderación.
Se precisa tener un objetivo común, claro e importante, que es luchar contra la pandemia y sus consecuencias sociales y económicas. Lo demás sobra.
Y en vez de emplear todas sus fuerzas en conseguirlo, siguiendo criterios eminentemente sanitarios, se empeñan en hacer lo único que saben, que es intentar sacar beneficio político de la situación.
Ya sé que nuestra actual clase política deja mucho que desear. Toda y de todos los partidos. No quiero entrar en hacer comparaciones porque pueden resultar hasta hirientes. Pero, a toda ella, le pido que acepte una recomendación de este viejo fantasma, que ha visto mucho y ha pasado por mucho:
Por favor, no hagan de la política un agente más destructivo y peligroso aún que el propio virus.
Caigan del caballo, den un paso al frente y empiecen a trabajar decididamente, y de una vez por todas, para tratar de que los españoles dejen de estar hartos de todos ustedes.
Lo necesitan y, además, se lo agradecerán.
Don Agustín “El Fantasma del Torreón”