Irene Montero y Pablo Iglesias se dan un tiempo como pareja sentimental

«El mito del amor romántico es algo opresor, patriarcal y tóxico». Esta frase la pronunciaba Irene Montero hace apenas unas semanas, en una de las pocas entrevistas en las que hablaba de su relación con Pablo Iglesias.
Ahora, si se confirma que el líder morado y la portavoz de Podemos se distancian como pareja, cobra todo su sentido. En los pasillos del Congreso, desde Rafael Hernando, en la derecha, hasta los propios compañeros de la pareja saben que algo pasa con Irene y Pablo pero callan o niegan porque no está el horno para bollos.
No sabemos si la ex del líder podemita, Tania Sánchez, que fue relegada al gallinero después de haber sido su novia, se está frotando las manos, o si por el contrario, compadece a su sucesora en el corazón del hombre de la coleta como mujer solidaria que la comprende. La presunta separación tiene muy preocupados a todos, más allá de la cuestión sentimental, por lo que pueda afectar en lo demás a la formación política. La consigna del ‘soviet supremo’, de momento, es tajante: «Todo es mentira».
«No quedan días de verano», es una frase que suena a Amaral pero también al final de un amor efímero, muy oportuna en todo caso para esta penúltima semana de septiembre, cuando en este ambiente preotoñal la representante de Podemos, Irene Montero, disimula a duras penas que algo no va bien forzando sonrisas en los pasillos del Congreso de los Diputados.
Cosa parecida le ocurre a su jefe, Pablo Iglesias, que elude las miradas directas con la camarada Montero girando la cabeza con cierta brusquedad, con el consiguiente coletazo que ello implica para quien está detrás del líder de la formación morada.
No hace mucho, a mediados de julio, Irene Montero realizaba por fin unas declaraciones sobre su relación sentimental con el máximo responsable de Podemos. En palabras concedidas a Fashion&Arts Magazine, Montero comenzaba renegando de comentar su intimidad («yo no hablo de mi vida privada», «con mi vida privada soy escrupulosa»), pero acaba dando detalles de su romance.
Irene alababa a su Pablo, al que definía como «un hombre de corazón inmenso, de ideas claras y que disfruta de conocer, saber y aprender, además de una persona profundamente sensible». También valoró las relaciones entre los diputados: «En política mucha gente pasa muchas horas juntos y terminan siendo grandes amigos o pareja», decía. «En el medio laboral le ocurre a mucha gente», añadía, para concluir cómo fue su primer beso, es un decir: «Yo conocí a Pablo en un acto en Vallecas y nos pusimos a trabajar juntos».
Irene confesaba por ejemplo que ella ya no usa la palabra camarada: «Me gusta más compañero» y afirmaba: «Tampoco tengo miedo a la palabra pareja», para asegurar que siempre había tenido «miedo a la soledad».