Crónica de la Moción de censura de Podemos a Cristina Cifuentes que empezó y terminó en bronca pero que, tras una maniobra política, el PP ganó de calle y no solo en votos

No hay que escandalizarse. Lo que ayer vimos en la Asamblea de Madrid es política. Política parlamentaria en estado puro. Y eso, le pese a quien le pese, también es política. Estrategia política. Estrategia parlamentaria. Y, por lo tanto, no hay que buscarle tres pies al gato.
Lo de ayer fue un duelo político fantástico. Donde hay que debatir de política. A la antigua usanza. Estrategia política por parte de Podemos al presentar una Moción de censura a Cristina Cifuentes en la Asamblea de Madrid sin ninguna opción de ganar. No la había negociado con los portavoces de la oposición para conocer su opinión y no tenía proyecto político que presentar en el debate salvo cuatro viejas ideas de la izquierda cosidas de aquella manera. Por no tener, ni tenía siquiera candidato. ¿Quién es Lorena Ruiz-Huerta…?
Pero, aún así, la presentó. Su estrategia política, absolutamente legitima, era desgastar al PP, desgastar a Cristina Cifuentes, buscar un hueco en los medios para que se siga hablando de Podemos y servir de ensayo general de la Moción de censura que en unos días el propio Podemos presentará a Mariano Rajoy en el Congreso de los Diputados ya que, en esa Moción de censura se darán las mismas circunstancias políticas.
Y para demostrar de qué iba la cosa, la Moción empezó con bronca. Ramón Espinar es un bronquista político de primer orden y empezó provocando.
Pero cuando parecía que el PP entraba en su juego, en el que, sin duda, Podemos le ganaría de largo y terminaría apuntándose políticamente la jugada, el desarrollo del combate dialéctico cambió.
Amparándose en el artículo 113.6 del reglamento de la Asamblea de Madrid, que establece que los miembros del Consejo de Gobierno podrán intervenir en los debates siempre que lo soliciten, todos los consejeros de Gobierno, empezando por el consejero de Presidencia Ángel Garrido, salieron a la tribuna a rebatir el programa y las acusaciones de Lorena Ruiz-Huerta y de Ramón Espinar.
Esa maniobra política descompuso a Podemos. Incluso, al PSOE. Pero a Podemos lo llevó al paroxismo cuando veía como los consejeros de Cifuentes ponían de relieve el trabajo realizado. Era una maniobra política tan legítima como la de presentar una Moción de censura extemporánea, según recoge el acta de la única moción de censura que ha vivido la Cámara madrileña, la presentada por Alberto Ruiz-Gallardón contra el socialista Joaquín Leguina en 1989 y que no salió adelante, todos los consejeros de Leguina participaron en el debate, entre ellos, curiosamente, el que era consejero de Cultura, Ramón Espinar, padre del diputado de Podemos.
Podemos y el PSOE no creían lo que veían pero ya, en ese momento, Podemos había perdido, políticamente, la Moción. La tenía perdida numerariamente pero la querían ganar moral y políticamente pero la jugada del PP dejaba a los podemitas colgando de la brocha.
A partir de ese momento, Podemos tiró por la calle de en medio y el tono dialético subió como un termómetro en el mes de Julio. Hasta que explotó.
Los diputados del PP abandonaron la Asamblea de Madrid casi al acabar la sesión después de que el diputado de Podemos Ramón Espinar les acusase de ser «cómplices de aplaudir a los que robaban» y preguntarles cómo van a regenerar la democracia si vienen de robar. Un desatino. Ya la derrota era antológica.
Pero, sin duda, un final perfecto para un debate muy bronco, donde PP y Podemos se han lanzado duras acusaciones desde el minuto uno de la sesión mientras Ciudadanos se ponía de perfil y el PSOE no sabía qué hacer…
Pero política también es eso.
El Capitán Possuelo