En defensa del liberalismo

Estoy hasta las mismísimas narices de esa falsedad repetida hasta la náusea, según la cual “el mundo cada día va peor”. No, no señor, o señora. Por el contrario, el mundo va cada vez mejor. ¿Significa esto que no haya empeorado en unas cuántas facetas? No. ¿Significa que en nuestro tiempo no existan jodidas y re-jodidas situaciones de hambre, enfermedad, guerra o injusticia que claman al cielo y que habría necesariamente que arreglar? Por supuesto que las hay. Pero la VERDAD general, mucho más amplia es que mejoramos; en algunos terrenos de forma espectacular.
Y todo esto viene hoy a cuento por un excelente artículo de Diego Sánchez de la Cruz en LibreMercado.com donde este agudo economista critica el último informe emitido por Intermon Oxfam. Al negar los datos suministrados por la ONG, Sánchez de la Cruz se duele de los datos silenciados que van en contra de las habituales conclusiones de Intermon. Por ejemplo, al no citar que entre 1980 y 2015, el Banco Mundial ha acreditado que “la tasa global que mide la incidencia de la pobreza según la carencia de ingresos mínimos ha caído del 44% al 10%, un descenso muy significativo en apenas 35 años. (…) Del mismo modo “El número de pobres ha caído de 2.200 millones de personas en 1970 a 705 millones en la actualidad. Durante ese mismo período, la población que se sitúa por encima del umbral de pobreza ha crecido de 1.400 a 6.600 millones a lo largo de dicho período.
Para lograr una “economía más humana”, la ONG propone diversas medidas. Una de ellas, ejercer una mayor vigilancia contra el fraude fiscal. Bueno, pero en principio no estaría mal que Intermon comenzara por dar ejemplo y no dar motivo para que su matriz británica haya sido acusada de practicar una masiva evasión de impuestos. En todo caso, siguiendo la más elemental lógica anticapitalista, obviamente para ellos los culpables de todos los males provienen de “las grandes empresas y los paraísos fiscales”. Una vez más, deciden ignorar que vivimos en un país de caraduras, por lo cual, de acuerdo a su particular forma de tratar los hechos, miran hacia otro lado olvidando recordar la famosa economía sumergida, “un segmento de nuestra economía en el que participan mayoritariamente las pequeñas empresas y los trabajadores de ingresos medios y bajos cuyos movimientos «en B» y que suponen alrededor del 19% del Producto Interior Bruto”. Casi ná…
¿Quiénes son los más culpables del mundo mundial? Hasta los niños saben que son los ricos. Pero, según continúa Sánchez de la Cruz, “cuando se ofrecen datos sueltos sobre la fortuna que atesoran los españoles más ricos, la ONG calla que España es uno de los países desarrollados con menor desigualdad de riqueza. Una y otra vez, el documento alude al 1% más rico como causante de los males del mundo. El caso es que, como podemos comprobar gracias a la calculadora de la herramienta Global Rich List, el español medio está más cerca de esa élite de lo que podríamos pensar”. O sea, entre el 1% de los ciudadanos más ricos del mundo.
Y algo similar sucede con el patrimonio. Y sí, ya sabemos el engañoso dato de esos pobres que llevan siglos comiéndose estadísticamente un pollo entre dos aunque sólo uno lo cata. Pero lo cierto, dice nuestro economista es que “según el Banco Central Europeo, el hogar español medio atesora activos por un valor de 290.000 euros (¡el pisito!), lo que no es suficiente para encaramarse al 1% de más posesiones, pero sí nos sirve para entrar en el 3% más acaudalado.” Quizá la afirmación te pueda sonar a exagerada, pero piensa por un momento en lo que conocemos acerca de las condiciones de vida en algunos países del Tercer Mundo.
Me aburren ya un poco tantas diatribas contra los ricos porque permanentemente las críticas van dirigidas a todos, sin diferenciar entre ellos. Y al parecer lo mismo le sucede a Diego Sánchez de la Cruz. Con una más que comprensible indignación, este joven experto clama contra cierta confusión de conceptos:
“Los informes de Intermon Oxfam plantean las diferencias de renta o patrimonio como un motivo de escándalo e indignación. Los liberales compartimos ese rechazo hacia toda la riqueza que se genera fuera de un contexto de mercado. ¿Quién aplaude el saqueo perpetrado por un dictador? ¿Quién admira una fortuna creada a golpe de favores políticos? Otra cosa muy distinta es el enriquecimiento que se puede obtener en una economía capitalista. Si creamos una empresa de éxito y logramos un amplio respaldo por parte de los consumidores, ¿acaso no tenemos derecho a recoger los frutos de nuestro trabajo? He aquí la superioridad del paradigma liberal: La riqueza que se genera en el mercado es la más democrática de todas, por se decide a diario con la decisión de compra de los consumidores”.
Tiene razón. Una vez más nos tropezamos con el mismo cuento de siempre. Muchas ONG’s siguen los criterios periodísticos según los cuales “una buena noticia no es noticia”, y al mostrarnos el primer plano tantos horrores y miserias humanas como hay por el mundo, conquistan nuevos adeptos (y nuevos suscriptores y subvenciones) para su causa. “¡Por Dios! ¿has visto a esa criatura muerta en medio de la playa? Qué espanto, a ver si algún millonario hace algo en lugar de estafarnos a todos”. Vale, sí. Sí que lo hacen. Algunos millonarios, cierto, no todos. Pero sí algunos de los más forrados. Eso será motivo de otra futura pieza.
Para acabar su cadena de reflexiones, Diego Sánchez de la Cruz cierra su escrito con una conclusión final. “Intermon Oxfam llega a afirmar que «el mercado no ha dado muestras de ser la mejor manera de organizar y valorar gran parte de nuestra vida en común». Esta afirmación no se sostiene. Si comparamos a las economías más liberales con las más intervencionistas, vemos que las primeras tienen veinte años más de esperanza de vida, 30.000 euros más de renta per cápita, más crecimiento económico, más libertades políticas y civiles, menos pobreza extrema o moderada…
Y yo aportaré mi granito de arena para este cierre. Si observáis la marcha de algunas naciones, veréis que en cuanto Papá Estado decide tomar las riendas con decisión y energía para acabar con las injusticias y con la pobreza, éstas no tardan apenas nada en empezar a aumentar y a extenderse, quizá con algún añadido de muertes violentas. Los habitantes comienzan a huir, al principio como un tímido goteo, que pronto se convierte en avalancha… hasta que Papá Estado dice que de ahí no se mueve nadie o lo fulmina. ¿Y dónde huyen aunque les cueste la vida? ¡Vaya por Dios! Hacia el malvado capitalismo, ya sea europeo o norteamericano. ¿Es que son idiotas? Cómo se les ocurre huír de sus salvadores? Bueno, quizá porque podamos extender el capitalismo a aquella famosa frase de Winston Churchill concerniente a la democracia, que “es la peor de todas las formas de gobierno… excluyendo a todas las demás”.
Abelardo Hernández