La alcaldesa Quislant pierde credibilidad política tras sus últimas decisiones y su gestión hasta el final de la legislatura será un infierno político como consecuencia
Los políticos, en todo el mundo-mundial que diría el Herrera, viven de su credibilidad. La credibilidad en política es la conjunción de la coherencia, la ética, la integridad y la honorabilidad. Y es que la credibilidad es el conjunto de valores que hace a un político aparecer verídico ante la gente. Ante el electorado. Ante sus adversarios políticos y ante sus compañeros de partido.
Pero perder credibilidad es incluso más fácil que perder prestigio. Basta una contradicción evidente, una mentira que sale a la luz o una mala acción. Y lo peor es que resulta casi imposible recuperarla porque confiar de nuevo en alguien que te defrauda es muy difícil. Una vez perdida la credibilidad empieza el principio del fin de un político. El final de su carrera.
Un político sin credibilidad no va a ninguna parte. Nadie lo toma en serio, sus posiciones políticas pierden apoyos y apenas se les presta atención porque su trayectoria deja de avalarles.
Y eso es lo que le está pasando a la alcaldesa de Pozuelo de Alarcón Susana Pérez Quislant. O, mejor, ya le ha pasado. Sus últimas decisiones políticas han terminado con ella. El talante democrático de la señora Quislant ya es cuestionable y su coherencia política también.
Pero esta pérdida de credibilidad de la alcaldesa de Pozuelo es sólo una consecuencia de su falta de aptitud para la política.
Desde el mismo comienzo de la legislatura, la alcaldesa Susana Pérez Quislant no estuvo a la altura política que necesitaba una ciudad como Pozuelo. Es así. Lo he contado muchas veces. En su defensa hay que decir que ella no tiene culpa porque no estaba preparada para serlo y, sin embargo, la pusieron. Todo fue consecuencia del fracaso de una jugada política que tenía preparada la Olvidable Adrados.
La actual Presidenta de la Asamblea de Madrid aspiraba a ser diputada regional y pensó que teniendo a Susana Pérez Quislant de cabo de vara en Pozuelo tenía asegurada la doble responsabilidad. Lo que Adrados quería era ser diputada en la Asamblea y dedicarse a politiquear por ella mientras Quislant le mantenía cubiertas las espaldas en Pozuelo con los mismos concejales de escaso talento político que ella había tenido. La Olvidable nunca pensó que Cristina Cifuentes chafaría su operación política nombrándola Presidenta de la Asamblea de Madrid, responsabilidad incompatible con la de alcaldesa.
Cabe recordar aquí que Adrados estuvo encantada con el nombramiento de Cifuentes. A ella, a fin de cuentas, no le gustaba ni le gusta Pozuelo. Lo considera un destino menor. Y no lo digo yo, lo decía ella.
El caso es que, sin saber muy bien cómo y ante la eterna apatía política de Félix Alba, Esperanza Aguirre eligió a Susana Pérez Quislant alcaldesa contra la opinión de la mayoría de los concejales que, en algún momento, estuvieron a punto de amotinarse contra esa elección aguirrista, que lo único que quería era ganar Pozuelo para su causa ya que, en aquel momento, esta ciudad era políticamente de Cifuentes con la Olvidable Adrados.
Hubo quien me aseguró que existían grabaciones de aquellas reuniones de la conspiración de los concejales contra Quislant y me lo creí. Busqué al autor de las grabaciones y lo encontré. Pero ya eran otros tiempos y ya no le convenía ni a él ni a nadie hacerlas públicas y el propio autor me certificó que las había borrado. Esto no me lo creí porque esas cosas no se borran pero no tuve más remedio que olvidarme del tema.
Lo cierto es que, desde aquel infausto momento, Pozuelo entró en la espiral del despropósito, con decisiones raras, algunas autoritarias y otras a tres centímetros de la prevaricación, que ha culminado en los últimos quince días con una Reforma absurda del Reglamento Ordinario del Pleno (ROP) y el empecinamiento en mantener en su puesto a su Jefe de Gabinete. Ambas medidas de irracionalidad política han terminado, definitivamente, con la credibilidad política de Susana Pérez Quislant, si es que la tuvo alguna vez.
Intentar ahora controlar a la Oposición con una reforma del ROP, absolutamente innecesaria, para intentar paliar su propia torpeza política, no es más que una manera tonta de echarse encima una carga de su dudosa constitucionalidad. Un escupir al cielo sin sentido en su carrera política en el PP Regional.
Y no cesar a su Jefe de Gabinete con todo lo que El Correo de Pozuelo ha demostrado sobre su mentira, más absurda aún, es una incoherencia política basada, simplemente, en la tozudez. Quislant no es política. Es terca y maternal con algunos de los suyos, algo incompatible con la política.
En su impericia política, piensa que mantener a Álvarez Ustarroz como su Jefe de Gabinete es una victoria. Pobrecilla. En palabras de una importante personalidad del PP regional actual, jamás nadie dilapidó su carrera política en tan poco tiempo.
El problema es que, además, con esta pérdida de credibilidad no ha hecho otra cosa que ponerle fecha de caducidad a su simulacro de carrera política.
El Capitán Possuelo