A Andrés Calvo-Sotelo no le importamos los pozueleros ni le hemos importado nunca y mucho menos los comerciantes. Solo vive para el cine

Hoy es trece y martes y como dice el refrán, ”Ni te cases, ni te embarques.” Pero Manolo sacudió mi ira política y ha conseguido que me embarque en el mayor reto del año. A pesar de todas las “vicisitudes” que surgieron en el camino para evitar hablar de él. Hoy toca. Podría hablar de otras cosas pero no quiero. Me niego. Podría hablar de Carlos Ulecia. Pero, no. O de la pasividad del Gobierno municipal este verano. Me niego. Podría hablar de la muerte lenta de nuestras Fiestas. Tiempo habrá. Podría hablar de la próxima crisis de gobierno. Pero, no.
Hoy quiero hablar de él. El salvado. El arrinconado por decisión propia. Quiero hablar de ti, Andrés. Andrés Calvo Sotelo.
Manolo vino a casa para que nos diéramos una vuelta por lo que quedaba de las fiestas. Nos tomamos el vermut en la Aurora. Qué tiempos aquellos en los que salíamos a divertirnos. Con el sonido de las peñas, su música, las comparsas…¡Aquellos maravillosos años!
Y entre relatos del verano. Las historias de Luis y su intento por aprender este nuevo deporte, ¿cómo es? ¿Padle Surf? El susto que nos dimos con Luisito cuando se cayó de la bici. El empacho de playa, porque este año ha hecho muy bueno. Relatos de excursionistas por tierras asturianas y cántabras. De repente, Manolo pronunció su nombre. Andrés Calvo Sotelo. Y me contó.
Andrés es un concejal muy peculiar, tanto, que pasa absolutamente desapercibido. En la Casa, entre sus compañeros, en el pueblo, hasta en su misma urbanización. Andrés es un tipo simpático y bonachón, pero yo me pregunto, ¿cuánto tiempo tenemos que mantener a un concejal que es conocido por todo lo que no hace?
Manolo me dijo que a él siempre le cayó genial. Nunca tienes un problema con Andrés. Es verdad. ¿Pero qué problema vas a tener con alguien que no le importa nada?
Volví a casa y pensé cómo enfocar esta notita. No quiero llamar vago a alguien que lleva cuatro legislaturas y chupando del bote pozuelero, porque es dejar en muy mal lugar a todos los que apostaron por él. ¿O no fue una apuesta? Andrés es de esas personas buenas que tienen la inmensa suerte de tener un buen apellido. Ya está. Lo he dicho. El apellido es el que mantiene a Andrés con el acta de concejal.
A mí me cae bien. Pero me cabrea que su única preocupación en la vida sea el cine. ¿Le importamos los pozueleros? Yo creo que no. ¿Le hemos importado alguna vez? No ¿Los comerciantes le importan? No me hagas reír, le dije a Manolo.
Maite me contó hace años que cuando dimitió Jesús Sepúlveda, él dejó sus funciones y se quedó como concejal sin sueldo. Es decir, iba a los plenos y cobraba por ir, pero sin responsabilidad alguna. Ese día nos reímos, lo recuerdo perfectamente, ¿más o menos como llevaba haciendo esos seis años?
Bromas aparte. Dejó tirado a su partido político. Todos pensábamos que iba a dejar su hueco en la lista municipal del PP. Si no quiso apoyar a su partido en los malos momentos, era impensable que quisiera repetir.
Pero hete aquí el craso error de quienes le hemos defendido a pesar de su gran “no trabajo”.
Andrés entró en la lista electoral de la YA OLVIDADA y repitió. Y así lleva cuatro legislaturas. No llegará al millón de euros, como otros, pero casi.
Y, ¿por qué nadie le cuestiona?. Manolo, calla. Maite, calla. Mi prima, Paqui, retuerce el “morro”, pero María y Sebastián me han contado.
Andrés, va llegando el momento de embarcarme y hablar de ti. Aunque sea martes y 13. Ese es tu número, el 13, el que llevabas en la última lista de este PP de Pozuelo. Y yo continuaré. Entre telas y costuras, hablando de mi pueblo. Y hablar de ti y de la importancia de mi pueblo, de los que somos pozueleros y el interés político en él, es incompatible.
Sira Q.