La peor corrupción que existe y la que más cuesta al erario público es la de los inútiles. Y el ejemplo lo tenemos en Pozuelo de Alarcón, sin ir más lejos

Vale, hablemos de corrupción… ¿Qué están hartos? ¡Pues anda que yo! Y como el CIS dice que sigue siendo el segundo problema que más preocupa a los españoles, vamos con ello.
El ser humano es susceptible de ser corrompido y la frase de “todos tenemos un precio” puede que sea verdad verdadera. Y una cosa les digo, mangantes ha habido siempre. Y tengo una mala noticia, los seguirá habiendo.
Pero déjenme hablarles, hoy, de otra corrupción, una de la que los periódicos no hablan pero que cuesta a España mucho más que la de los tradicionales corruptos. También es corrupción política, pero esta se ve menos y no da grandes titulares. Sin embargo es la más frecuente en la vida pública: los inútiles. Sí, sí, los inútiles. Ya, ya sé que los hay en todas partes, pero les aseguro que en política son multitud y salen carísimos.
Fíjense, yo creo que ese y no otro ha sido el problema de “la vieja política”, de los “viejos partidos”, mantener a tanto inútil en sus escaños e, incluso, en puestos dirigentes.
Es algo de lo que, sorprendentemente, no se habla, pero es un cáncer que se va extendiendo en nuestro país a un ritmo tan desenfrenado que terminará colocándonos a un nivel bananero paradigmático.
Y es que, cada vez son más los tuercebotas que ocupan cargos públicos, y no es de extrañar.
Hoy en día en España, ser político es una profesión de riesgo. Todo el mundo tiene derecho al insulto y escarnio al político. De hecho está bien visto. Y, además, la difamación del cargo público no tiene ningún coste por falsa que acabe resultando. Y eso, por no hablar del riesgo judicial, que merece capítulo aparte.
Siendo así ¿quién querrá dedicarse a eso? Pues me temo que sólo aquellos que no tengan otro modo de ganarse el pan. O sea, los inútiles.
Por eso, España se está llenando de políticos ineptos que cuestan una pasta gansa al erario público sin que sirvan para nada.
Sería injusto reconocer que no los hay buenos e, incluso, excelentes y que ejercen su función con una dedicación encomiable. Pero es que esos, como se están viendo injustamente arrastrados por los otros, que en ocasiones no se limitan sólo a ser inútiles sino que, en su afán de parecer que hacen, no les importa hacer el ridículo más espantoso, dejando a las instituciones a las que representan a la altura del betún. Algo, por cierto, que sería impensable en una empresa privada.
Tomemos, por ejemplo, la nómina de un concejal de Pozuelo de Alarcón: un concejal con dedicación exclusiva en esta ciudad cobra 65.300 euros al año, lo que al mes viene siendo un neto aproximado de 3.000 euros, que en los tiempos que corren no está nada mal.
Y miren, yo soy una convencida de que la retribución de los políticos ha de ser digna, pero también de que quienes sean elegidos dignifiquen el cargo.
Así que les pido que repasen la lista de los concejales que forman parte de la corporación municipal de Pozuelo de Alarcón. Pregunten y averigüen cuantas horas trabajan al día y cuáles han sido sus logros.
Muchos llevan ya años en los escaños del ayuntamiento. El Capitán Possuelo ha puesto de manifiesto, desde esta tribuna, que varios de ellos van ya por el millón de euros embolsado sin haber demostrado aun para que valen (si es que valen para algo). Y que quieren que les diga, yo, que tengo debilidad por los capitanes porque suelen ser gente valiente, en este caso, además, me parece que este capitán tiene más razón que un santo.
Robar es deplorable y vergonzoso. La corrupción que está apareciendo en estos días es indecente, bochornosa y despreciable. Pero tener al frente de nuestras instituciones a esta caterva de ineptos es igual de inmoral, nos cuesta más dinero y a la larga será, incluso, más dañino.
Manuel Malasaña