Los sueños de princesa del PP de una cenicienta llamada Susana Pérez Quislant (I)

Empezaré diciendo que llevo en Pozuelo de Alarcón, más o menos, el mismo tiempo que la alcaldesa Susana Pérez Quislant. Mejor dicho, desde que Susana Pérez Quislant asumió la responsabilidad de ser la alcaldesa de Pozuelo de Alarcón. Más o menos.
Como me gusta la política, en seguida me fijé en su figura. Sobre todo porque me interesaba conocer las razones por las que esta mujer que, al parecer vino a Pozuelo casi para rellenar la lista electoral de Paloma Adrados cuatro años antes, había llegado a ser la alcaldesa de una ciudad tan importante como Pozuelo de Alarcón en tan corto espacio de tiempo. Y más, si se piensa que, en esa legislatura estuvo de baja por enfermedad un año.
La señora Pérez Quislant empezó como concejala de Patrimonio en el Ayuntamiento de Pozuelo de Alarcón que, en una ciudad como está, era nada y menos ya que su concejalía era relleno puro. Como lo es en casi todos los pueblos de España. Una manera como otra cualquiera de justificar el sueldo de un concejal.
Después, tras la marcha de la concejala correspondiente, pasó a concejala de Urbanismo, un cargo ya más importante en Pozuelo pero que perdió todo su contenido competencial cuando se creó la Gerencia Municipal de Urbanismo.
Pero para ella era igual. Para ella era un cargo importante. Y en ese cargo empezaron los sueños de una mujer que, hasta ese momento, había sido, simplemente, una cenicienta más del Partido Popular. Una mujer, como hay tantas en los grandes partidos, que siempre había vivido en la sombra. Una sombra desde la que veía pasar a rutilantes políticos que ella consideraba con menos méritos que ella pero que subían o bajaban en el escalafón o, al menos, tenían una oportunidad. A Susana esa oportunidad no se la habían dado nunca y sabía, además, que ya no se la darían.
Por eso, tras ser elegida por Paloma Adrados con concejala de Urbanismo, los viejos y abandonados sueños de juventud volvieron. Estaba empezando a vivir lo que se llama la erótica del poder político y esa voluptuosidad siempre vuelve loca a las personas. Mandaba y obedecían. Gritaba y nadie le contestaba. Tenía mando. Incluso, la llamaba la alcaldesa a su despacho y compartía con ella proyectos. Contaban con ella. Y eso no solo la hizo soñar despierta si no que aceleró su forma de actuar para sentir más de cerca el deleite sicalíptico que le producía el mando político.
Ese acelerón y un poco de suerte sirvió para que Paloma Adrados, casi por descarte, la nombrase Primera Teniente de Alcalde. Adrados quería una persona de carácter fuerte que sustituyera a Diego Lozano, cuando se fue a la Comunidad, para que controlara a los concejales y rebajase un poco su fama de dura y la señora Pérez Quislant era la ideal. Le era fiel. Al menos, lo aparentaba. Tenía carácter fuerte. Sus gritos se oían desde su despacho. Y llevaba un tema que, en aquel momento, atravesaba su enésima crisis: ARPO.
Susana, por eliminación de los demás, tenía que ser la elegida. Y la eligió. Y ya el nuevo cargo disparó los sueños políticos de aquella cenicienta del PP. Y, además, se juró así misma que no dejaría pasar la oportunidad. Iría hasta donde hiciese falta para convertirse en una princesa…
Continuará…
Juan Manuel Sánchez