Bromas divertidas y de mala leche en una España que no está, políticamente, para que se hagan bromas, aunque, posiblemente, sea lo que necesita
Ayer, a media mañana, las redes sociales y los medios de comunicación entraron en erupción. Se habían producido dos situaciones muy singulares y todo el mundo quería hablar de ellos. Y, además, con opiniones para todos los gustos. División de opiniones como en los toros.
¿Y qué había pasado para tanto revuelo? En teoría, dos bromas. El presidente del Gobierno en funciones del Gobierno de España Mariano Rajoy había sido objeto de una broma pesada por parte del programa de radio ‘El Matí i la mare que el va parir’ de Ràdio Flaixbac.
Y el portavoz de la CUP en el Ayuntamiento de Barcelona había hecho unos versos ripiosos e impresentables con la figura del Rey Felipe VI.
En teoría, dos bromas propias de un país democrático. Una basada en la buena fe y otra promovida por la mala leche.
La broma que le gastaron a Mariano Rajoy ha sido siempre una vieja aspiración de algunos programas de radio. La idea en España es de José Antonio Abellán en el primitivo programa de la Jungla, en los primeros años 90, y el personaje que las llevaba a cabo se llamaba Jacinto-Jacinto. Después, en la mayoría de los morning (programas divertidos matinales) se lleva a cabo. Unas veces con éxito y otras sin él. Unas veces más divertidas o y otras más retorcidas.
Pasa en muchos países del mundo. Especialmente en las radios latinas. A Fidel Castro y a Hugo Chaves se la colaron también en aquella famosa broma del “mariconson” que todos recordamos.
También se la que le hicieron a Evo Morales y a muchos más. Eso sin contar las que le han hecho a multitud de famosos.
Es una broma que se intenta siempre por el morbo que produce. La mayoría de las veces fracasa y está basada en la buena voluntad de los que la reciben.
La broma que le gastaron ayer a Rajoy ni los propios autores se la creían. De hecho, cortaron un tanto preocupados. La cosa no tiene mayor importancia aunque haya molestado a mucha gente.
Cabe destacar la reacción de Mariano Rajoy asumiéndola con cierta deportividad.
La broma del portavoz de la CUP en el Ayuntamiento de Barcelona, en cambio, siendo broma estaba hecha de otra pasta. El tal Josep Gargantè, durante el Pleno para retirar la medalla de oro de la ciudad a la Infanta Cristina, dijo en catalán que «Si el rey quiere corona, corona le daremos, que venga a Barcelona y el cuello le cortaremos».
Vale, otra broma. Pero menos. A fin de cuentas es una velada amenaza que, en boca de algunos miembros de estos grupos políticos de nuevo cuño, adquiere tintes de cierta gravedad. Es verdad que lo dijo en plan graciosete y, por lo tanto, es imposible entenderlo de otra manera. Pero esta tropa tan exaltada no es de fiar. En cualquier caso, aquel no era el sitio adecuado ni había razón alguna que justificase tal broma a dos centímetros de la boutade.
Debo reconocer, de todas maneras, que el horno político en España no está para bromas políticas y a eso se deba la importancia que se le dio ayer a ambas bromas. Pero creo que, por ninguno de los dos casos, deben rasgarse las vestiduras. A decir verdad, relajó durante un tiempo la tensión de las negociaciones políticas que tanta falta hace. O, al menos, fue lo que me ocurrió a mí.
El Capitán Possuelo