Esperanza Aguirre clama contra el dedazo en las listas electorales de las generales cuando ella aplicó el suyo en las elecciones municipales y Pozuelo es un buen ejemplo

Hace algunos días, la Presidenta del PP de Madrid Esperanza Aguirre se despachaba ante una pregunta de un periodista sobre la confección de las listas de diputados por Madrid con un “se harán a dedo, como siempre”. Aunque matizó que es lo que dictan los Estatutos de su formación, no es menos cierto que se podía entrever una cierta reivindicación de la opinión que pudiese tener su comité regional.
Quizá no le falte razón. Pese a que el candidato a la Presidencia del Gobierno siempre encabeza la lista de la capital y que, obviamente, el candidato quiere estar rodeado de gente de su confianza, también es normal que dirigentes de esta Comunidad Autónoma puedan ser propuestos por su comité electoral. El gobierno no sale sólo de Madrid. Ahí tenemos a Ana Pastor, Cristóbal Montoro o José Manuel Soria, cabezas de lista de otras provincias que forman parte del Consejo de Ministros. Pero la mandataria del Partido en Madrid debería aplicarse el dicho castellano de “Consejos vendo, pero para mí no tengo”.
Podemos poner muchos ejemplos de nuestros pueblos vecinos: Las Rozas, Boadilla del Monte, Villaviciosa, Alcorcón… En todos ellos el cabeza de lista no salió de las bases del partido, sino por el dedo divino de la Presidenta. Es verdad que en algún caso había que tomar cartas sobre los casos de corrupción acaecidos, pero no en todos. Lo malo es que esta práctica ha ido “in crescendo” colocando a su gente de confianza en aquellas listas de la zona oeste desde el ordeno y mando de la primera planta de Génova 13. Véase el actual Alcalde de Las Rozas o el número dos de Majadahonda por poner un ejemplo.
Sin embargo vamos a centrarnos en nuestro municipio. Ya desde los tiempos de Jesús Sepúlveda, las imposiciones del partido fueron patentes. Véase el caso de Mario Utrilla, Beatriz Pérez, Mónica García o Gerardo Sampedro, por no citar a la legión de asesores y cargos de confianza que se incorporaron al gobierno municipal y que aún persisten.
En el 2011, designan a Paloma Adrados como cabeza de lista, pese a sus reticencias de dejar la Comunidad de Madrid, e incorporando otros fichajes de fuera como Isabel Pita o Susana Pérez Quislant. Con la consabida espantada futura de la olvidable, colocan en puesto de salida a la ex concejal de Móstoles Paloma Tejero o al sobrinísimo senatorial Eduardo Oria de Rueda.
¿Y de dónde vienen estos nombramientos? ¿Acaso no hay gente preparada en las bases de Pozuelo para desempeñar el cargo de concejal?
Estoy seguro de que, por supuesto, la hay. Pero buscando los padrinos de las nuevas incorporaciones no me cabe la menor duda que todo sale de otro dedazo divino, aunque sea regional.
No importa que no vivan en Pozuelo, no importa si necesitan un GPS para llegar a las dependencias municipales. Tampoco si saben o no de la materia que les encomiendan en las delegaciones y no es imprescindible que conozcan las particularidades de nuestro municipio. Creen que son superiores a la media, unos “grandes gestores” cuyo máximo baluarte no es más que estar en la jet set del partido, titulación necesaria y suficiente para estar por encima de los funcionarios municipales y saber más que nadie de los problemas de estos pijos y nuevos ricos que componen la ciudadanía de Pozuelo de Alarcón.
La culpa de esta situación no la tiene otra que la propia Esperanza Aguirre. La misma que critica soterradamente a la Dirección Nacional y que dispone a su libre albedrío de las listas de los municipios sin contar con los Comités Locales. La misma que impone y protege a la Alcaldesa accidental en su particular juego de Risk con Cristina Cifuentes.
¿O será una versión política de Juego de Tronos?
J. Garcis