Crónica de un Pleno extraordinario del Ayuntamiento de Pozuelo, absolutamente, innecesario y en el que varios concejales jugaron al escondite
(14-07-15) Tal y como anuncié ayer, el Pleno extraordinario que se celebró en el Ayuntamiento de Pozuelo fue absolutamente innecesario. Duró 27 minutos y, salvo unas votaciones absurdas, todo se limitó a una serie de lecturas bastante incomprensibles por parte de doña Elvira García y a una frase que repitió, constantemente, la alcaldesa-presidenta: “El Pleno queda enterado”.
No creo que ningún concejal del Pleno se enterase de nada. No lo creo, de verdad. Pero la señora Quislant no hacía más que decir que sí. Desde luego, ninguno de los que estábamos asistiendo en el Salón de Plenos nos enteramos. Y el que diga lo contrario, falta a la verdad.
Pero vayamos por partes porque, aunque fue un Pleno corto e ininteligible, se produjeron muchas cosas que contar en esta crónica.
Aunque no tenga importancia, empezaré señalando que faltaron dos concejales. Ni Gerardo Sampedro ni Luís Enrique Sánchez asistieron al Pleno. Y lo hago constar porque como, al faltar, ya no era el número habitual de concejales, doña Elvira volvió a esos errores de suma y resta tan habituales en ella. Son 22. No, son 23. A ver cuenta. Sí, son 22. No, que son 23. Vuelve, Berlanga y retrátala.
Por cierto, y dicho sea de paso, una doña Elvira García que no se presentó al Pleno con la elegancia y distinción que la caracteriza. No lo digo como censura. Sólo que me llamó la atención. Tuvo tanto protagonismo que no tuve más remedio.
¿Y en qué consistió el Pleno?
Fácil. Consistió en que los concejales se enterasen de algo que, según me contaron después, ya sabían porque les habían pasado los papeles con antelación. Que esto que cuento es absurdo, lo es. Pero eso pasó.
Allí se daban por enterado de algo que ya sabían y para lo que hubiera bastado con que hubieran un visé al final de los escritos.
A veces pienso que estas historias de los Plenos extraordinarios son para darle trabajo a esta antaño todopoderosa Secretaria del Pleno. Y lo digo sin acritud. La mayoría de los temas que se ventilaron era sobre escritos presentados el mes pasado o a primeros de mes con lo que se podían haber resulto, si la ley manda que se haga en el Pleno (cosa que dudo) en otros Plenos Extraordinarios anteriores. Este era el cuarto Pleno extraordinario que se celebra en un mes.
Era todo tan berlanguiano que la señora García decía el pecado pero, como en los viejos sermones de la Iglesia, no decía el pecador. O sea, contaba que el Pleno se daba por enterado de unos nombramientos pero no contaba a quienes correspondía. Según ella, ya nos enteraríamos por el Boletín Oficial de la Comunidad de Madrid. Increíble.
En el paroxismo del absurdo, la señora secretaria llegó a decir que uno de los temas de los que tenía que darse por enterado el Pleno era muy largo y no lo leía. Como lo cuento.
Pero el acabose fue cuando obligó a cinco concejales a jugar al escondite. Al escondite, repito. Hizo levantarse de sus asientos a Félix Alba, Elena Moreno, Helio Cobaleda, Gerarda Michilot y Marta Espinar y que se fuesen detrás de la tribuna presidencial mientras los demás votaban su compatibilidad.
A ver si me explico porque es la cosa más absurda que he visto desde que hago crónica parlamentaria y no me resulta fácil.
Verán. Había que votar las compatibilidades de trabajo que habían pedido algunos concejales. Compatibilidades que ya se había estudiado, informado y aprobado con arreglo a la ley pero que había que votar en Pleno. Lo que ocurría era que, cada vez que se anunciaba el nombre del concejal que pedía la compatibilidad, éste se levantaba y se escondía detrás del fondo de la presidencia del Pleno.
Por ejemplo, el señor Félix Alba. Alba ha pedido la compatibilidad, que se vaya. Y se iba. Votaban por unanimidad sus compañeros que aceptaban la compatibilidad y Alba volvía. Y así sucesivamente. Era la cosa más absurda y más antigua del mundo.
Esta debe ser una costumbre ancestral porque, se supone, que tras la estúpida salida del concejal del Pleno, se debatía sobre la idoneidad de su compatibilidad y se corría el riesgo de que algún concejal dijese alguna barbaridad sobre el ausente y éste se mosqueara. No encuentro otra explicación.
Además, era todo tan ridículo que, detrás de la mesa presidencial hay varias televisiones encendidas que emiten el Pleno, con lo cual podía oírlo todo. Con el agravante de que no se discutía nada.
Señores, que estamos en el siglo de la comunicación y que ya somos muy mayores para hacer estos numeritos. No salí de mi asombro en dos horas. En fin…
Después se votaron los integrantes de la Comisiones Informativas de las que tampoco parece que nos teníamos que enterar de los nombres de sus miembros, pero a la señora alcaldesa-presidenta se le debió caer la cara de vergüenza y los leyó cuando parecía que todo había acabado.
En resumen, un Pleno que, además de Extraordinario, habría que llamar raro. Yo pensé que era para dar dietas pero resultó que el único concejal que las cobra no asistió. Más raro aún.
Por cierto, también fue muy raro que nombrasen en el Pleno a la señora Elena Méndez Leite, algo de lo que no me enteré muy bien. Y es raro, digo, porque ella no es concejal.
Para terminar, una consideración:
La próxima vez que se guarde un minuto de silencio por las víctimas del terrorismo que no se haga tan genérico. Está muy bien que se honre su memoria, pero es que ayer, precisamente ayer, era el decimo octavo aniversario del asesinato de Miguel Ángel Blanco y a la alcaldesa se le olvidó recordarlo.
Y al fastuoso Gabinete de prensa del Ayuntamiento también se le olvidó en la reseña oficial.
Estuvo feo. Dio la sensación de que habían oído campanas pero no sabían dónde.
El Capitán Possuelo