La dimisión de Aguirre, la crisis del PP en Madrid, la torpeza de Adrados, la fidelidad de Quislant y Pozuelo como último refugio aguirrista

(17-06-15) Esperanza Aguirre ha vuelto a mover ficha. Tras varios días en los que ha estado callada rumiando su derrota electoral, la presidenta del PP de Madrid ha hecho un amago de retirada al pedir a Génova que le permita convocar un Congreso Extraordinario en el PP de Madrid y al que no presentará su candidatura.
Pero todo indica que esa petición tiene algo raro dentro ya que, y ella lo sabe, lo previsto en los Estatutos es que el Congreso de Madrid vaya detrás del Congreso Nacional que, como poco, irá para la primavera que viene después de las elecciones generales. Rajoy asumirá ese Congreso Ordinario desde la victoria en esas elecciones generales o con la derrota. Y no es lo mismo.
¿Qué ha buscado entonces Aguirre al pedir ahora, expresamente, un Congreso Extraordinario?
Hay quien asegura que sólo es una jugada más para adelantarse al Comité Ejecutivo del PP de mañana al temerse que Rajoy la quite de la presidencia de Madrid y ponga en su lugar, al frente de una gestora, a Cristina Cifuentes o a alguien de su entorno. Pero yo creo que tiene algo más ya que, a poquito que se analiza, se observan más trampas que en una película de chinos.
Esperanza sabe que, cuando aceptó ser candidata a la alcaldía de Madrid, aceptaba el riesgo de que siempre ganaría Rajoy. Si ella ganaba, ganaría Rajoy y si ella perdía, ganaría también Rajoy. Aguirre ganó pero no por el margen que ella pensaba y quería para poder compartir la victoria con Rajoy e imponer sus condiciones, así que podría decirse que ha perdido.
Esperanza arriesgó y perdió. Pero aún no es un cadáver político. Y, quien lo piense, se equivoca. Morir en política de muerte natural no se corresponde con su trayectoria ni con su carácter. Y este movimiento es propio de esa forma de entender la política.
Aguirre, con la convocatoria del Congreso Extraordinario ahora, ha vuelto a arriesgar. Cada día le quedan menos apoyos. Y ella lo sabe. De hecho ha perdido a muchos grandes apoyos que mantenía en grandes ciudades de la Comunidad y Esperanza conoce, mejor que nadie, el hartazgo de los militantes del PP de Madrid que quieren cambios y los quieren ya. Los últimos errores electorales y la corrupción han colmado el vaso.
Y en esas estaba, cuando la torpeza de Paloma Adrados y su ambición política hizo que Pozuelo de Alarcón, una de las joyas de la corona pepera por mantener la mayoría absoluta, cambiase de bando y pasase de ser un feudo de Cristina Cifuentes con Adrados a ser de Esperanza Aguirre con Quislant, y la lideresa vio el cielo abierto. Y es que, pese a algunas veleidades de aficionada, la señora Pérez Quislant es una conocida aguirrista desde sus tiempos en la Agrupación de Retiro. De hecho fue Borja Sarasola, el poderoso muñidor del PP de Aguirre, quien la trajo aquí y ahora, hace unos días, ha sido la propia Aguirre quien la ha sostenido en el cargo cuando la nueva alcaldesa de Pozuelo no las tenía todas consigo para serlo.
Y ha sido fundamental para Aguirre hacerse con Pozuelo de Alarcón por varios motivos. El primero porque Esperanza ya tiene un sitio al que mandar a la gente de su entorno que se va quedando descolgada como ha sido el caso de Anabel Martín a la Jefatura de Gabinete de Quislant o la inminente llegada de Isabel Gallego, su poderosa jefa de prensa de otro tiempo. Todo indica que la señora Gallego está a punto de llegar para encargarse de sacar a la alcaldesa de Pozuelo del anonimato.
Y segundo, porque Pozuelo es el lugar adecuado para establecer la base aguirrista del futuro. Toda vez que Isabel Gallego lo tiene complicado en el Ayuntamiento de Madrid al estar imputada.
Y, además, porque Pozuelo tiene suficiente nombre y condiciones para no ser un mal cuartel de invierno.
Aguirre sabe que se tiene que ir pero se quiere ir dejando a su gente colocada y viva para seguir controlando el Partido Popular de Madrid porque, con su apuesta reformista al convocar un Congreso Extraordinario, se está bañando en el Jordán para purificar sus pecados para seguir en lo que realmente quiere y por lo que aceptó el reto leonino de presentarse a alcaldesa de Madrid.
De hecho, hay quien asegura que el Congreso Extraordinario del PP madrileño sería cuasi una refundación del partido por Aguirre y un disparo a la línea de flotación del PP nacional que obligaría a Rajoy a seguir sus directrices, lo que la llevaría a volver a aspirar a dirigir el PP nacional que es lo que, de verdad, ha querido siempre.
Pero me da que la jugada no le va a funcionar. No le van a autorizar el Congreso Extraordinario y ella no tendrá más remedio que esperar a la primavera con sus tropas en los cuarteles de invierno de Pozuelo, como último refugio aguirrista.
El Capitán Possuelo