Me gusta el fútbol pero no vi la final de Copa del Rey entre el Atlhetic Club de Bilbao y el FC Barcelona. No me gusta que me insulten
(01-06-15) Me gusta mucho el fútbol. Mucho. Es más, soy de los que piensa que el fútbol es como la misma vida aparte del mayor espectáculo del mundo. Pero el sábado pasado no vi la final de Copa del Rey entre el Atlhetic Club de Bilbao y el FC Barcelona. A mi pesar. No me gusta que me insulten gratuitamente.
La pitada, insultos y falta de respeto que mostró un grupo de catalanes y vascos hacia los símbolos de mi país (y ya van tres veces) me pareció intolerable. Inadmisible. Después de semejante muestra de intolerancia, apagué la tele. Dejó de interesarme el espectáculo por muy atractivo que me pareciese a priori. No es concebible una cosa así en un país civilizado y a mí ya no me queda ni un pase más respecto al separatismo.
Un amigo me dijo que no había que hacerles mucho caso porque era una provocación. Que lo hacían porque sabían que molestaban. Pero conmigo, no. Desde la llegada de la democracia no he hecho más que escuchar justificaciones parecidas a unas situaciones intolerables. Ni una más.
Y creo que el Gobierno debería tomar medidas ejemplares. Empezando por preparar la separación de estas dos regiones del resto de España. Sería lo ideal. Con ello resolveríamos un problema que, como decía Ortega y Gasset, no tiene solución.
En el caso del País Vasco, su economía y su sistema de bienestar social son sostenidos de manera directa e innegable por el resto de los españoles. Gracias a la figura del concierto, que el catedrático Mikel Buesa definió acertadamente hace años como el «pufo vasco», los habitantes de esa región ficticia viven maravillosamente bien. Ellos son Juan Palomo. Recaudan sus impuestos y se los gastan. Pero nunca les llega y, entones, el Estado tiene que poner dinero de todos los españoles para que vivan mejor que los demás españoles. Es la repera. Si se van, eso que nos ahorramos. Ya vale de españoles de primera y de segunda, ya que hablamos de fútbol.
En el caso de Cataluña, la cosa es por el estilo. Se lo gastan como si tuviesen, cuando su deuda representa más del 30 por ciento de la deuda de la totalidad de las Comunidades Autónomas. De hecho, el Gobierno tuvo que subir los impuestos a todos los españoles para evitar su quiebra. Y, encima, no están contestos. España les roba. Y se permiten escupir la mano que les mantiene vivos. Que se vayan también. Insisto, no pasará nada.
Pero que se vayan con todas las consecuencias económicas, que es donde les duele de verdad. Incluso, con consecuencias futbolísticas. Yo seguiré viendo los partidos que jueguen el Barcelona y el Athletic de Bilbao. Si a mí me gusta mucho el fútbol. Pero no tendré que soportar que me insulten.
La Tarántula