El inmarcesible Fernando Palao es el autor de la inquietante escultura de ‘La rotonda de Mónica’

(07-10-14) En una entrevista que le hicieron hace tiempo a Fernando Sánchez Dragó, en la revista Vive Pozuelo, el mayor provocador profesional de España dijo, textualmente: “Odio las rotondas de Pozuelo con toda mi alma”. Textual, insisto. Él es así.
Lejos de mí llegar a tanto. A mí, hay rotondas pozueleras que me gustan algunas. Pocas son pero algunas me gustan. Aunque también es cierto que hay una rotonda en Pozuelo, entrando desde la Carretera de La Coruña, que no me gusta nada. Es algo a flor de piel. Me produce yuyu mirarla. Si vengo de noche, incluso, puedo tener pesadillas mientras duermo. Y no solo me pasa a mí. Uno de los vecinos me dijo que esa extraña cruz le recuerda la película ‘Abierto hasta el amanecer, de Tarantino, y aquel personaje que se enfrentaba a los vampiros con dos palos en forma de cruz o vaya usted a saber qué. Yo creo que se equivoca de película pero el miedo es libre.
Me refiero, claro está, a ‘La Rontonda de Mónica’, como la llaman en el barrio, por aquello de ser la concejala de Medio Ambiente la que asume la responsabilidad de su construcción y mantenimiento.
La última vez que hablé de esa rotonda prometí averiguar quién era el autor intelectual y material de semejante mamarrachada. Particularmente, quería saber quién era el autor de la escultura que corona la rotonda, si es que se le puede llamar escultura, con perdón de Miguel Ángel. Y ya lo averigüé.
El autor de la inquietante escultura de ‘La rotonda de Mónica’ es Fernando Palao, Jefe del Área de Medio Ambiente, de la Concejalía del mismo nombre.
Fernando Palao es un Ingeniero Técnico Forestal. Un antiguo perito agrícola. Y debe ser que tiene inquietudes artísticas. Raras y algo tenebrosas, pero inquietudes artísticas al fin y al cabo. Y eso es muy loable en un técnico. Donde falla Palao es en el buen gusto.
Fernando es, según mis ‘gargantas’, un personaje de la vieja guardia en el Ayuntamiento de Pozuelo. Una persona muy conocida dentro del Consistorio. Algunos me han dicho que Fernando es conocido y temido.
Lógicamente, un tipo así también tiene su leyenda negra. Dicen, inclusive, que es de la escuela ‘rubalcaba’, muy amable por delante pero, en cuanto te vuelves, te la clava. No sé. Pero eso me cuentan.
Hay quien me asegura que hubo un tiempo en que tuvo mucho poder. Mucho. Era el tiempo aquel en el que formó parte de ‘El triángulo de poder’. Un triángulo que integraban Leopoldo Gómez, José Antonio Sáenz y el propio Fernando Palao. No entiendo muy bien cómo podían formar ese triángulo de poder, si, me juran, en ese triángulo estaban todos contra todos.
El caso es que, de aquel triángulo, dos catetos ya no están en el Ayuntamiento por distintas causas, que no vienen al caso. Sólo queda él.
También me aseguran que, aunque mayor, Fernando se cuida mucho. Y a mí eso me parece muy bien si quiere aparentar menos edad. Nos pasa a casi todos. También que es un tipo muy listo y que, en el fondo, es quien maneja la barca de Medio Ambiente.
Pero, a mí, su semblanza me trae, hoy por hoy, sin cuidado. Solo me interesa su vena artística.
No sé qué tanto por ciento de verdad o de mentira habrá en su leyenda negra, pero sí sé que como escultor es tirando a patético. Patético en el sentido de turbador. Su escultura de tres o cuatro traviesas de la vía del tren negras, entrecruzadas y atornilladas con hierros, en lo que será la gran entrada a Pozuelo de Alarcón, es demoledora. Para echarse a llorar o ir a hacer pis y no echar gota.
Fernando, ¿no se te ocurrió nunca, no sé, hacer una artística fuentecilla de colores para poner en esa rotonda? Algunas quedan muy monas…
A fin de cuenta, el sonido del agua es uno de los preferidos del ser humano y, además, siempre se queda bien…