La visita de Esperanza Aguirre a los juzgados y el recuerdo de la visita de Isabel Pantoja
(23-09-14) Y el caso es que, en principio, no tienen nada que ver. No. Lo de la Pantoja fue por lo que fue y esto de la Aguirre es porque alguien quería verla entrar en los juzgados. Es así de simple. Una imagen es una imagen y ya se sabe que algunos ignorantes dicen que una imagen vale más que mil palabras. Y esa imagen de Esperanza entrando en los juzgados se cotizará si llegase a ir en alguna lista electoral. De lo contrario servirá para envolver el pescado, que se decía antes. También se diferencian en que a Isabel la arrollaron y con Esperanza fueron más comedidos.
Sin embargo, la visita de la ex presidenta de la Comunidad de Madrid y la visita de la cantaora tienen un cierto aire en común. O a mí me lo recuerdan. Y debe ser esa división de opiniones a las que las dos fueron sometidas. En eso hay que reconocer que han sido muy parecidas. Resulta sorprendente que, entre muchos representantes de medios de comunicación, hubiese tanta gente para vitorearlas y tanta gente para insultarlas. Y que, además, eso haya sido casi lo más destacado de ambas visitas.
En una primera lectura, uno puede creer que allí estaban las dos España. La derecha y la izquierda. La de Joselito y la de Belmonte. Las irreconciliables. Pero no. Allí no estaban las dos Españas. Eso es lo que se ha querido que creyéramos. Negativo. En las dos visitas, lo que había a la puerta de los juzgados eran jornaleros del insulto y del alago. Sólo eso. Tristemente, eso.
No hay gente ociosa a las puertas de los juzgados para corear consignas a favor o en contra de una persona salvo que tengan intereses crematísticos de por medio. Soldadas de partidos políticos o de medios de comunicación. Si tú pagas a unos, yo pago a los otros. Especialmente, salarios de televisiones en las que todo vale por montar el espectáculo y de partidos para contrarrestar los gritos. Es lo que vende. Se paga casi por decibelios de los que gritan. Unos para alarmar. Los otros para tapar las alarmas. Mentiras a fin de cuentas.
A mí, tanto el tumulto de una visita como el de la otra me parecen tercermundistas. Ir a los juzgados tendría que ser algo natural. No quiere decir que se sea culpable. Pero no. Se lleva la batahola. Es lo que cuenta.