El Fantasma de don Agustín, tras quejarse de no haber sido invitado a la copa de Navidad del Ayuntamiento de Pozuelo, no pierde la ocasión de criticar a Sánchez, ese aprendiz de brujo

Pues sí, lo reconozco, estoy un poco decepcionado.
Soy uno más en la Casa, pero no he recibido la invitación a la copa de Navidad del Ayuntamiento. Es verdad que no se me puede considerar un gran entusiasta de la gestión política de la primera edil, pero nunca sospeché que las represalias, por mor de ello, llegaran hasta ese extremo.
Conozco los modos y las maneras que suele gastar con todos aquellos que se atreven a discrepar de lo que dice o hace, pero, en mi ingenuidad, pensaba que el “espíritu de la Navidad”, como sucede en el cuento de Dickens, terminaría por imponerse. Cosa que, lamentablemente, no ha terminado por suceder.
Es cierto que, aunque hubiese sido invitado, no habría podido asistir al acto ya que, como viene sucediendo en los últimos años, se lleva a cabo en otro recinto municipal, pero por lo menos habría sido un detalle por su parte. Como es lógico, habría agradecido la atención y me habría disculpado convenientemente.
Pero no he tenido ni esa posibilidad. Al no invitarme, me ha sido negada hasta la opción de mostrar mi tradicional cortesía y, de paso, poder reconciliarme un poco con ELLA en estos, presumo, difíciles momentos por los que está atravesando.
Ya ven, esto de la Navidad nos cambia a casi todos, nos hace a un poco más blandengues y consigue rebajarnos un poco nuestra habitual acritud.
Sí, he dicho a casi todos y no ha sido un lapsus. No lo ha sido, porque tenía bien presente lo que ha venido sucediendo estos últimos días en la política nacional. Las nubes que ensombrecen la democracia liberal en muchos países del mundo parece que nos han llegado también a nosotros.
Aquello que, hasta hace poco, se mostraba bien consolidado, se está empezando a resquebrajar y da la impresión de que son cada vez más los que no quieren entender lo de la separación de poderes y el control que ha de ejercer cada uno de ellos sobre los demás.
Un control que se basa en el principio fundamental de que ninguno tiene preeminencia sobre los demás y de que cualquiera de ellos debe respetar a los otros dos.
La democracia es un sistema fuerte pero también frágil y siempre se debe tener presente que es preciso cuidarla y protegerla, porque es relativamente fácil que se termine quebrando.
Empeñarse en polarizar la sociedad a toda costa, situar a unos frente a otros, y no al lado, legislar sin respetar las formas y los procesos con el único objetivo de favorecer y contentar a unos pocos, es, sin duda, empezar a recorrer una senda no exenta de peligro para la estabilidad del sistema.
Ya dijo alguien que los experimentos se deben hacer siempre con gaseosa, y hay alguno que, empeñado con pasar a la historia, tal vez lo consiga, pero no como el pretende, sino como un simple aprendiz de brujo dispuesto a todo con tal de seguir al mando.
Don Agustín “el Fantasma del Torreón”