Ser un fantasma en el Ayto. de Pozuelo te hace conocer todo lo que ocurre en los pasillos sin que te vean y estos días he conocido dolor en el rostro y en las rodillas dentro y fuera de la Casa
Me asomé a primera hora a las ventanas de mi torreón. Era un día gris de invierno y las nubes me impedían ver con claridad no ya las cumbres de la sierra, sino incluso los edificios más alejados de la villa. Empezaba a caer una ligera llovizna y, poco a poco, se iban haciendo cada vez más resbaladizas las losas de granito que, todo hay que decirlo, una cabeza poco avispada se empeñó en colocar en la plaza del Padre Vallet.
Pensé en quedarme a esperar a ver si aparecía el primer transeúnte que, poco advertido, no tuviese la suficiente precaución al atravesar la inesperada pista de patinaje, diese con sus huesos en el suelo e hiciese preciso llamar al SEAPA para intentar socorrerle.
No tuve suficiente paciencia. O quizás tampoco me interesó ver algo que no era nuevo porque venía sucediendo ya con relativa frecuencia y que, por otra parte, tan poca atención y aplicación suscitaba entre los responsables de intentar evitarlo.
Sea como fuere me decidí a bajar por las escaleras que comunican mi aposento con la segunda planta del edificio, la que llaman planta noble, por aquello de que en ella tiene su despacho la alcaldesa.
No bien había llegado a donde se encuentra la sala de comisiones, pude ver cómo salía atropelladamente del ascensor la concejala de cultura. Iba hablando por el móvil. Se advertía tensión en lo que decía: ¿cuántos?, ¿desde qué hora?, … ¡no puede ser, … no lo teníamos previsto, … y ahora que hacemos … de acuerdo… lo intentaré …. a ver como se lo digo!
Terminada la conversación, apagó el teléfono, pero continúo mirándolo durante unos segundos, como si esperase que éste le dijera algo más, finalmente lo metió en el bolso y se dejó caer en uno de los cercanos sillones de espera y empezó a balbucear.
Solo era un susurro, apresuré mis pasos y me acerqué todo lo raudo que pude a donde estaba sentada la concejal y así poder entender sus palabras.
¡Si ha sido todo idea suya!, decía. ¡Tomo una decisión precipitada, sin ni siquiera pensarla!, continúo. ¡No estábamos preparados!, … ¡No teníamos personal ni infraestructura! … ¡Ya se lo dije! … ¡Pero fue otra de sus ocurrencias! y se quedó callada. Tras unos breves momentos volvió a susurrar: ¡ahora dirá que toda la culpa es mía, que soy una nulidad! … ¡Qué difícil es todo esto!
Finalmente, se armó de valor, levantó la cabeza y se decidió a entrar en el pasillo del infierno
Entre tanto, los sufridos vecinos guardaban una larga cola, esperando su turno en el MIRA para conseguir unas entradas para alguna de las actuaciones programadas en la temporada. Ese día se abría la taquilla para los empadronados en Pozuelo. ¡Todo un modelo de gestión ¡
Se oyó a lo lejos la sirena del SEAPA. Finalmente, un vecino había terminado por dar con sus huesos en el duro y mojado granito de la plaza.
Don Agustín “El Fantasma del Torreón”
Porqué la zona de la ESTACION está tan abandonada, ha cerrado el quiosco de prensa, el único puesto de helados que estaba en el parque , ahora también la única terraza La Hacienda de Pozuelo , ESTO NO PERTENECE A POZUELO??
Muchas gracias por su participación. Saludos