Mientras los taxistas comen una paella multitudinaria a las puertas de Ifema: Cabify y Uber multiplican sus nuevos usuarios en plena guerra del taxi

Los taxistas han tomado la calle, pero la han perdido. Los días de huelga han provocado una reacción de causa y efecto entre los usuarios y Cabify y Uber –principales plataformas de VTC– han multiplicado sus descargas a nivel nacional, pero especialmente en Madrid, según cuenta ABC.
En paralelo, imbuidos en sus reivindicaciones, los manifestantes pasaron el sábado con una multitudinaria paella en las inmediaciones de Ifema, donde se celebra Fitur, tras rechazar la propuesta de la Comunidad y el Ayuntamiento. La protesta seguirá hasta que se retomen las negociaciones.
«No volveré a coger un taxi». Quien habla es una trabajadora que el miércoles, cuando se desplazó en un VTC al estreno de la feria, recibió insultos de todo tipo por parte de los taxistas que protestaban a las puertas del recinto. Su experiencia no es sino el reflejo de lo que las clasificaciones de descargas muestran después de casi una semana de parón: los clientes de sus competidores se han disparado.
Este crecimiento tiene una doble lectura; bien que los usuarios buscan alternativas o, directamente, que han cambiado de plataforma. «Me he descargado Cabify por necesidad, pero ya te digo que no regreso al taxi», detalla otro visitante de Fitur. Fuentes de la compañía citada señalan a ABC que los recién llegados se han triplicado en la huelga.
Si Cabify ha sido la sexta aplicación más descargada en dispositivos de Android, Uber también ha experimentado un crecimiento notable y, entre las veinte primeras, figura por delante de redes sociales tan populares como Facebook. Aunque ambos operadores reconocen la subida, ninguno ha facilitado datos.
Más allá de este auge, lo cierto es que el enconamiento de la negociación con las administraciones hace mella en el sector, habida cuenta que cada día de protesta significa perder entre 150 y 200 euros de media por cada conductor. De hecho, algunos conductores ya empiezan a impacientarse y lo único que les impide salir a trabajar es el temor a posibles represalias. «Algo de miedo sí que hay», indica un taxista que prefiere no dar su nombre.