«Todo tiene su fin», el legendario tema de Modulos que fue creado para ser cara B pero lanzó al estrellato al grupo e, incluso, terminó matándolo por la enemistad de sus autores
«Todo tiene su fin» era, en principio, la cara B del segundo single del grupo Módulos, publicado en diciembre de 1969 con «Nada me importa» en la cara A, aunque acabó siendo más radiado que esta y convirtiéndose en la canción más exitosa de la banda.
El tema había sido compuesta por el batería del grupo Juan Antonio García Reyzábal y el cantante y guitarrista Pepe Robles. Pero lo que en principio parecía que iba a ser uno de los dúos con más futuro en la composición de la música española, las desavenencias entre ellos hicieron que, a partir de entonces, mantuvieran únicamente una forzada relación profesional y no volvieron a firmar una canción conjuntamente.
La letra es un canto a una ruptura amorosa considerada como liberación de una relación en la que se ha dado mucho más de lo recibido. En ella se señala que, aunque el protagonista sigue queriendo a su amante, el alivio obtenido con la separación compensa el dolor.
Módulos, por su parte, fue un grupo español de rock progresivo y sinfónico formado en Madrid en 1969 y no surgió, como la mayoría, por generación espontánea sino que fue un grupo apoyado desde el principio por la potente casa discográfica Hispavox.
Rafael Trabuchelli, productor estrella de Hispavox, propuso a Pepe Robles un lanzamiento importante como solista, pero éste prefirió formar un grupo.
Trabuchelli, padrino del llamado ‘sonido Torrelaguna’ en honor del nombre de la calle donde se encontraban las oficinas de la discográfica y productor de Pic-Nic, Los Ángeles, Los Mitos y en alguna época de Miguel Ríos, apostó desde el primer momento por el proyecto Modulos y proporcionó un local de ensayo en los sótanos del mismo edificio Hispavox.
En febrero de 1969, Módulos comenzó sus maratonianos ensayos (hasta ocho horas diarias), una vez conformado como cuarteto con Tomás Bohórquez (órgano Hammond y piano), Emilio Bueno (bajo), Juan Antonio García Reyzabal (batería y violín eléctrico) y el propio Pepe Robles (guitarra y voz).
El sonido del grupo quedó definido por el sonido mágico del Hammond del emeritense Tomás Bohórquez, la guitarra cristalina y la voz levemente quejumbrosa de Pepe y una sección rítmica ajustada y sin tomarse libertades innecesarias. Las influencias de grupos como Vainilla Fudge o The Nice, basados en el sonido del órgano era palpable en los primeros tiempos.
Los problemas entre Reyzábal y Robles terminaron minando el grupo que no volvió a tener un éxito tan brutal como con “Todo tiene su fin”, tanto que ha llegado hasta nuestros días a través de infinidad de versiones…