Sexto análisis, entre jurídico y político, de la sentencia del Caso Gürtel en lo que concierne a Pozuelo y Jesús Sepúlveda. Hoy, la extraña valoración que se hace entre amistad y enemistad
Sigo con mi serie de reflexiones sobre la sentencia del Caso Gürtel. Y es que aunque a veces haya optado por el silencio, hoy no lo voy a hacer.
Yo acepto la opinión de cada uno. Respeto lo que cada uno piense. Pero que me tomen por idiota o que nos tomen por idiotas, es algo que jamás he aceptado.
Todas las acusaciones que rodean la gestión del Ayuntamiento de Pozuelo de Alarcón, así como la verdad judicial redactada por los Magistrados, es pura y sencillamente presunta “manipulación”, el Capi quiere que use ese concepto.
En la lectura de la sentencia observaréis que los magistrados se dirigen a mí como “amiga” de Jesús Sepúlveda. Hay frases que dan a entender que “intenté proteger a mi amigo… Ayudarle” (aunque sin éxito) o expresan que me contradije con la fase de instrucción y que en algún punto Roberto Fernández (el acusador) y yo, coincidíamos en afirmar que quien ordenaba toda la contrataciónn era Sepúlveda. Todo eso. Es manipulación pura y dura de la realidad. De la verdad. De mis palabras.
Es tachable el hecho de que dos magistrados para justificar que no creyeron lo que conté, aun siendo testigo y con obligación de decir la verdad y sin tener conocimiento de que me hayan abierto diligencia alguna por falso testimonio, redacten y usen la palabra amistad y así desprestigiar mi declaración.
Amigos, como todos los testigos, respondí unas preguntas generales de la ley. ¿Tiene usted amistad o enemistad manifiesta con alguno de los acusados? Y, como siempre, dije la verdad. “Si, tengo relación de amistad con Jesús Sepúlveda”. Esa fue mi respuesta, si no me falla la memoria. No sé si en el juicio o ante Ruz me preguntaron cuál era la intensidad de la amistad. Y yo respondí la verdad. Nos hablamos dos o tres veces al año, para preguntarnos qué tal nos va y, de verdad, lamento no hacerlo más.
La amistad es lealtad. Y yo soy leal por naturaleza. Sé que a muchos les sorprende. Sé que muchos me miran como un bicho raro. ¿Cómo no he negado a Jesús Sepúlveda? Si es la norma entre los míos. Pues no lo he hecho. No lo haré. Ni lo hago. Porque la amistad significa estar en los momentos más duros con las personas que aprecias.
Cuando Sepúlveda era el ALCALDE muchos le pasaban la mano por la espalda. Decían a todo “si wuana” y me criticaban porque yo le decía las cosas claras y le generaba algún que otro problema porque no le daba la razón.
Hoy aquellos que le aplaudían y me criticaban por ser molesta (al ser sincera), reniegan de él. Así es la vida.
Por lo tanto, no me molesta que utilicen mi relación de amistad para la redacción de una sentencia que, al menos en lo que conozco, es de todo menos justa.
Y si digo que no es justa, lo hago utilizando parte del concepto de Ulpiano sobre la justicia. “…dar a cada uno lo que le corresponde”.
Porque si yo soy amiga o tengo una relación de amistad que jamás he ocultado a nadie, ¿por qué no se dice que Roberto Fernández es su enemigo público número uno? Si. Su enemigo público número uno. Junto a Francisco Correa.
Podrían haber sido justos los magistrados y haber valorado que si una testigo (o sea yo), con el riesgo de incurrir en un delito de falso testimonio, si hubiera mentido, declaro abiertamente mi amistad, de forma honesta.
Los jueces tendrían que haber valorado la enemistad pública y manifiesta, llegando al odio, de dos acusados que podían mentir. Los acusados pueden mentir. Y así lo han hecho. Y tendrían que haber expuesto en la sentencia todas las relaciones personales de estos dos argumentos (acusados) y contar la verdad. Y luego, decir claramente que ellos, los magistrados, están a favor de aquellos que odian y “pueden mentir” contra Sepúlveda, porque les ofrece la coartada perfecta para su fallo.
Roberto Fernández fue destituido por Sepúlveda. Primero en 2005. Eso lo han obviado en la sentencia de Gürtel. Le quitó Jesús las competencias de contratación porque este presunto señor necesitaba demasiado dinero para “sobrevivir” y no se fiaba de él. Al margen de las denuncias de muchos comerciantes de la zona del pueblo, le colocó a una persona para que le supervisara todos los movimientos.
Así es, amigos. Sepúlveda trajo a un eventual para controlar a Roberto Fernández y para que le mantuviera informado de todo lo que sucedía en el área de Hacienda.
¿Creéis que si Roberto Fernández hubiera sido leal a Sepúlveda y al cargo público que ostentó, Sepúlveda hubiera tenido que contratar a alguien para que le controlara?
¿Creéis que Jesús Sepúlveda se fiaba de los contratados y amigos de Roberto Fernández, que aún siguen en el Ayuntamiento, cuando callaban las tropelías de su amigo?
Las conocían. ¡Vaya que si las conocían! Y callaban. Y alguno que otro. En su amistad indecente, habla de los demás. Pero siempre desde la cobardía. Y sigue cobrando sueldo público. Es una vergüenza.
En 2005, Roberto Fernández quedó tocado. Y llegó el 2007. Y en ese año y medio, Jesús Sepúlveda fue descubriendo las barbaridades de este tipo con el que ha pactado la Fiscalía y en quien se apoyan ambos magistrados para condenar a Jesús Sepúlveda como Alcalde de nuestro municipio.
Bien podría contar aquí lo que entonces sucedió pero Sepúlveda siempre ha sido un señor y nunca me ha contado todo lo que él se enteró. Pero os resumo con un guión que bien podría llegar a ser parte de otra película de Torrente. Con todos los ingredientes que os podéis imaginar.
Y se lo cargó en 2007. No repitió nunca más. Y empezaron los anónimos en el Ayuntamiento. Amenazas. Y cosas parecidas que algunas personas hemos sufrido. También empezaron a calumniarnos personas cercanas a él. Los que sabían a qué se dedicaba Roberto Fernández. No tienen vergüenza. Los que aún me señalan a mi desde la cobardía, sabían demasiado de las andanzas de su superior y amigo.
¿Por qué callaba todo? ¿Por qué se rebotó con todos los que éramos leales a Sepúlveda?
Si algún día el cobarde que protegió a Roberto Fernández, tuviera la valentía de asomar y dar la cara, aquí estaré esperándole. Para hablar cara a cara.
Aunque, temo que nunca llegará ese día.
Los magistrados, volviendo a la sentencia, dieron por mala una relación de amistad y por eso no han tenido en cuenta mi declaración. Y, por el contrario, se han apoyado en el enemigo público de Jesús Sepúlveda.
Ese mismo que en la instrucción acusó a Sepúlveda de no sé qué barbaridades y del robo de un portátil suyo. Mente enferma. Acusación falsa, por supuesto. Algo que no se dice en la sentencia. Ni se recuerda. ¡No vaya a ser que reste credibilidad a su único apoyo contra el Alcalde de Pozuelo!
¿Los demás? Nos dejamos influir. Sentíamos una presión que nos obligaba a hacer lo que Sepúlveda quería que hiciéramos. Desde los funcionarios, técnicos, habilitados y concejales. Pero, curiosamente, nadie-nadie ha declarado tal hecho ni en instrucción ni en el juicio. Me refiero a recibir presión o influencia alguna.
En fin, los magistrados han dejado escapar, o no, una oportunidad para saber la verdad de Pozuelo. Y la verdad no está escrita en la sentencia. Y tampoco es la que unos pocos cuentan en pasillos, con cuchicheos o usando medios financiados con dinero público o “interesado”. No, amigos.
La verdad de Pozuelo está en el Ayuntamiento.
Y a ella me referiré para terminar este especial de Gürtel.
Continuaré….
Yolanda Estrada