El amianto no debe tomarse a broma: Por su causa pueden morir al año unas 1.000 personas en España y hasta 2040 seguirá aumentando su número. Un artículo del doctor Juan José Granizo
El amiento o asbesto es un material de origen mineral formado por silicatos. Posee dos características que lo han hecho muy apreciado por la industria: su capacidad de formas fibras flexibles y su extraordinaria resistencia al calor y a los productos químicos. Además es barato.
Su uso industrial ha sido masivo hasta los años 90 del pasado siglo, siendo empleado como material de construcción, en la fabricación de trenes, barcos, vehículos (cambios y frenos), en la siderurgia, centrales térmicas y nucleares y en diversos materiales textiles, envases o revestimientos.
Sin embargo, la peligrosidad del amianto es conocida desde el tiempo de los romanos, habiendo pruebas científicas de este riesgo desde 1906 en que se diagnosticó una fibrosis pulmonar en una trabajadora textil de solo 33 años.
En 1935 se relacionó con el cáncer de pulmón, veinte años antes de que se estableciera esa misma relación con el tabaco y desde 1947 hay pruebas de asociación con el cáncer pleural.
Hemos tardado mucho en atajar un problema que ha adquirido dimensiones preocupantes.
La Unión Europea suspendió su uso de manera definitiva en 2005, aunque sigue siendo un material de uso habitual en los países en desarrollo.
En España se prohibió en el año 2001, pero la mayoría de los edificios construidos entre los 60 y mediados de los 80 contienen fibrocementos en sus materiales, ya sea en los tejados (la popular uralita) o en sus canalizaciones o depósitos de agua.
Por tanto, muchos objetos fabricados antes de esa fecha, o fabricados fuera de la Unión Europea pueden contener amianto.
Allí donde se encuentre, el amianto permanece más o menos inerte hasta que se accede a él, liberándose a la atmósfera. Al manipularse desprende con facilidad fibras microscópicas, muy ligeras, que pueden ser desplazadas por el aire, entrando por esta vía en los pulmones.
Las personas más expuestas son las que trabajan en industrias que fabrican o usan productos de asbesto o que trabajan en la minería del asbesto, así como los residentes en viviendas cercanas a estas industrias o explotaciones.
Incluso las personas que manipulan la ropa contaminada con polvo, como las esposas de los mineros, poseen un riesgo de enfermar similar a ellos.
El problema de un material tan resistente y tan extendido es que puede aparecer en cualquier sitio, como al manipular materiales que contienen asbesto en demoliciones, en el mantenimiento y reparación de edificios, viviendas o vehículos, trenes o barcos antiguos.
Todo esto hace del amianto una pesadilla como contaminante. Pero, por si fuera poco, las enfermedades relacionadas con el amiento tienen un largo tiempo de latencia, pudiendo pasar hasta treinta años entre la exposición al amianto y la detección de la enfermedad.
Si restamos la fecha de su prohibición es España y consideramos esta larga latencia podemos suponer que lo peor del amianto, está todavía por llegar.
Cada año pueden morir unas 1.000 personas por esta causa en España y hasta 2040 seguirá aumentando el número de muertes.
El amianto es una causa demostrada de cáncer de pulmón y de pleura, la membrana que rodea los pulmones (este cáncer se denomina mesotelioma). También puede producir cáncer de estómago, esófago, intestino, laringe y riñón.
Otra de las enfermedades propias del amianto es la asbestosis, producida por el depósito de asbesto en los pulmones. Este depósito daña los pulmones ocasionando inflamación y fibrosis – una especie de lesiones cicatriciales – que impiden que el pulmón haga su función.
La fibrosis pulmonar puede causar la muerte y es una causa de discapacidad con un serio deterioro de la calidad de vida.
No hay pruebas de que ingestión de amianto cause cáncer. Menos mal, por que hay miles de kilómetros de tuberías de abastecimiento de agua hechas de fibrocemento.
El caso del Metro de Madrid, que ha desatado la polémica recientemente, no afecta a los usuarios si no a un número muy limitado de trabajadores de mantenimiento que manipulaban piezas construidas con amianto.
Estas piezas forman parte de vagones que tienen de 35 a 40 años, y por lo tanto, construidos antes de la normativa vigente.
A pesar de las abrumadoras e indiscutibles pruebas de su peligrosidad hay muchas naciones que siguen trabajando con él: China y la India a la cabeza y con ellas toda su zona de influencia comercial.
Rusia y Canadá siguen produciendo buena parte del amianto del mundo, pero en el colmo del cinismo, esta última nación lo vende, pero prohíbe su uso dentro de sus fronteras.
Produce bochorno pensar que hace más de 75 años sabíamos que el amianto era muy peligroso, y sin embargo, su uso ha continuado imprudentemente durante decenios. Ahora, cada vez que desguazamos un barco, reformamos un edificio, reparamos un viejo tren, el fantasma del amianto reaparece.
Claro que pensándolo bien, el tabaco es más peligroso y se sigue vendiendo en los estancos y cuando se han establecido trabas a su venta y consumo se han oído cosas que también producían bochorno.
Juan J. Granizo, Doctor en Medicina, especialista en Medicina Preventiva y Salud Pública