Esto no tiene arreglo, ¿o sí?: Crónica de una reunión de amigos de variadas profesiones en la que analizan y comentan la actualidad política española. Un artículo de Domingo Domené
Los amigos seniors (que suena más fino que jubilatas) de profesiones muy variadas que solemos reunirnos de tiempo en tiempo para mirar de reojo cuanto le ha crecido la barriga a los demás y arreglar el mundo mientras comemos hace unos días estuvimos inspirados.
Tras mucho reflexionar y analizar la vida del reino de España (lo de estado español es una terminología franquista al cien por cien porque entonces España no era ni república, ni monarquía) llegamos a la conclusión de que los politiqueros (los que viven de la política, porque políticos según Aristóteles somos todos) cada día son peores. E incluso lo admiten, con disimulo, ellos mismos. Pruebas. Veamos…
Según los papeles que nos enseña el sociólogo, cuando se aprobó la Constitución el número de politiqueros (diputados, senadores, alcaldes, caciques regionales, consejeros, cargos de libre designación, etc.) es decir de quienes vivían de los fondos públicos sin tener un horario y un trabajo precisos ascendía a 78.004 personas.
Ahora, como los politiqueros cada vez son más incompetentes y los partidos políticos se han convertido en agencias de empleo para quienes mejor aplauden, el año 2017 el número de servidores públicos que realmente sirven para algo (profesores, sanitarios, policías, funcionarios de carrera, etc.) era más deficitario que nunca pero el de asesores chupatintas designados a dedo, la mayor parte inútiles, había ascendido a 445.568 quienes, según los papeles, nos cuestan entre sueldazos y seguridad social unos 45.000 millones de euros al año.
(Por cierto: si alguien quiere saber el nivel de incompetencia de los mandamases de una institución pública que cuente el número de consejeros y cargos de libre designación: a mayor número de asesores o similares mayor nivel de incompetencia).
Después de lo anterior pusimos a parir a los máximos dirigentes politiqueros, actitud que -como le ocurre a cualquiera hablando de su jefe- nos relajó bastante.
A Rajoy por su pasividad, que alguno califica de indolencia ante los serios problemas del reino de España: la Cataluña donde los cataluñeros siguen haciendo lo que les da la gana y nos enseñan el dedo corazón que apunta hacia arriba, la silenciada deuda pública más alta que nunca y que hace que cada españolito deba más de 25.000 euros, los jubilados, la falta de presupuestos, la poca relevancia exterior de nuestro país…
Uno de nosotros dice que la única solución está en los próximos funerales del PP rajoyano. El pesimista dice que ni así, que esto no tiene arreglo.
Hemos compadecido a un Pedro Sánchez hollywoodense que quiere repetir el milagro de los panes y los peces para darnos a los jubilatas algo más que Rajoy, a un Pedro Sánchez que nunca dice ni fu ni fá ante los problemas serios del país y que como siga tan equívoco con los cataluñeros va a conseguir que su partido que ya ha perdido el adjetivo de obrero pierda también el de español.
Nos hemos sentido desconcertados con Albert Rivera (antes Alberto Carlos Rivera Díaz) que no sabemos si va o viene, que apalea al Rajoy y que besa a la andaluza que no es mejor.
Nos hemos reído del afán de Pablo Manuel Iglesias para simplificar su nombre compuesto y que la gente le relacione con el Pablo Iglesias auténtico; nos ha dado una cierta pena que no sepa como vestirse: si de camarero de banquete de bodas cuando va a lo de los premios Goya o de limpiabotas cuando va al Congreso de los Diputados o a ver al Rey.
Hemos comentado el hecho de que los funcionarios y muchos empleados cobren un plus de productividad (si trabajan poco cobran menos) y que los miembros del poder legislativo (diputados y senadores) quienes por lo visto el año pasado no legislaron casi nada sigan cobrando lo mismo.
Como conclusión hemos constatado que a los dirigentes políticos, los ciudadanos y el reino de España les importamos una higa: ellos van a lo suyo, al quítate tú para que me ponga yo.
A alguien le ha dado por analizar los efectos de la inmersión lingüística en el País Vasco, Cataluña y algunas regiones que quieren ser colonias catalanas, efectos que ya son visibles para quien quiera ver.
Los hijos de los burgueses que van a colegios privados donde la tal inmersión no es obligatoria saldrán perfectamente alfabetizados en español y en la lengua vernácula, pero los hijos de los charnegos (que en catalán significa perros) y de los maketos (nombre que se daba a los inmigrantes que llegaban con el hatillo o maco sobre el hombre que era lo único que tenían), los hijos de charnegos y maketos, es decir los rufianes, traperos, gabrielas, … saldrán semianalfabetos en español y por ello serán más dóciles ante los burgueses.
No es una novedad, ya lo dejó dicho un tal Adolfo Hitler: demos a los sometidos la oportunidad de ser analfabetos porque los ignorantes siempre son más fácilmente manejables.
Hay que reconocer que lo de la inmersión lingüista es un triunfo inteligente de la burguesía, lo triste es que los partidos que dicen buscar el bien y libertad del pueblo se plieguen a ella. (En cuanto a que la inmersión lingüística hará millones de semianalfabetos en español citemos un ejemplo. Don Eduardo Serra, Serra el bueno, cuando fue presidente del patronato del Museo del Prado habló con tristeza de cómo una catalana con brillantes expedientes universitarios catalanes e ingleses no pudo ser contratada por el museo porque cometía faltas de ortografía al escribir en español.
Dado que nuestros ánimos no estaban muy exultantes, el de literatura nos recordó una cancioncilla de mi paisano salmantino Juan del Encina:
“Hoy comamos y bebamos /y cantemos y holguemos/que mañana ayunaremos/por honra de sant’ Antruejo…”.
Y como, en efecto, estábamos en carnaval (san Antruejo) y al día siguiente empezaba la cuaresma nos dedicamos a gastar en beber (café con chupito) el subidón que Rajoy le ha dado a nuestras pensiones. Nos alegramos.
Y, en plena alegría, el filólogo impartió una conferencia sobre el interés que tienen los politiqueros podemistas por la filología. Comenzó con el recuerdo de su portavoza doña Irena Montera quien hace poco nos entretuvo mucho con sus ocurrencias. Ahora a los colegas (¿y también colegos?) de doña Irena les ha dado por profundizar en el nombre de algo que por lo que parece les preocupa bastante: el sexo (¿tienen obsesión sexual? pregunta uno de nosotros).
Según los podemistas los jóvenes deben poder elegir entre tres sexos: masculino, femenino y “no binario”. Lo del sexo “no binario” nos confunde ¿qué quiere decir?, ¿qué quienes pertenezcan a él gustan de un solo sexo o de tres o más y por eso son “no binarios”?
Renuncio a exponer cuanto nos dijo el filólogo sobre el nombre de los géneros gramaticales y el de los sexos. Fue divertido. Pero, prometo que lo contaré otro día.
Domingo Domené