Cristina Cifuentes, lejos de actuar con la consideración que le obliga el cargo, se empieza a convertir en una política sobrada y caprichosa por culpa de su adicción a las redes sociales
Hace unos meses publiqué un artículo en el que criticaba la inútil exposición de la Presidenta Cristina Cifuentes en las redes sociales.
Lo hice con motivo de un extraño debate en Twitter entre la propia Cristina Cifuentes y Ramón Espinar, Secretario General de Podemos en la Comunidad de Madrid y Portavoz de Podemos en el Senado. Y lo hacía porque no tenía sentido alguno, era vulgar y le convenía poco a la Presidenta de la Comunidad de Madrid.
No había ninguna necesidad de ello. Cifuentes solo debería exponerse en esa red social para la información y algo de opinión pero nunca la trivialidad y la impertinencia.
Es más, desde esta humilde columna le decía que debería hacerse mirar ese constante exhibicionismo mediático. Caer en el populismo es malo y más para una Presidenta de la Comunidad de Madrid.
Pero, como es natural, o no lo leyó o no me hizo caso (ambas cosas de lo más natural) y, abducida por esa enfermedad viral que le hace estar siempre en las redes sociales, lo ha vuelto a hacer.
El otro día, la Presidenta de la Comunidad de Madrid, repito, la Presidenta de la Comunidad de Madrid Cristina Cifuentes expresó a través de Twitter su enfado con una aerolínea por el retraso de un vuelo que le había impedido llegar al entierro de un familiar.
Un hecho, por otra parte, que se produce con cierta asiduidad cuando uno se mueve un poco por los aeropuertos y no solo de España sino del mundo.
Pero Cristina Cifuentes no soportó el retraso. Y se enfadó. Y se enfadó mucho. Y ella era la Presidenta de la Comunidad de Madrid y eso no podía soportarlo. El mundo tenía que estar a sus pies, señora. Se iban a enterar de quien era ella. Y como no podía soportarlo y ella es quién es, usó su cuenta de Twitter para mostrar su cabreo.
Esa situación, insisto, le pasa a cualquier persona. Y, seguramente, le ha pasado a muchas autoridades. Autoridades de su nivel y superior pero ninguna ha lanzado las campanas al vuelo. Se supone que, alguien de su cercanía, iría a hablar con la Compañía aérea, se identificaría y, casi con toda seguridad, le indicarían que la autoridad pasase a una sala VIP para esperar la solución de la fatalidad.
Pero Cristina Cifuentes no lo hizo así. Caprichosa y sintiéndose importante, cogió su teléfono, abrió su cuenta y empezó a sacar su enfado…
No estuvo bien, Cristina. No estuvo nada bien. Fue algo impropio de una Presidenta de la Comunidad de Madrid aunque haya quien le dijese y le siga diciendo que hizo lo que debía.
Se equivocó. Una vez más. Cifuentes se está equivocando muchas veces. Creo que demasiado a causa de esa exposición continua en la que vive y en ese llamar la atención constantemente. Y ella debería saber por qué se lo digo. Y, si no lo sabe, otra vez le aconsejo que se lo haga mirar.
Juan Manuel Sánchez