Mis cafés apócrifos con gente de Pozuelo: Hoy, con Eduardo Oria de Rueda, el hombre tranquilo y nuevo forastero que llega al número dos del Gobierno de Pozuelo. Es la maldición pozuelera
Sebastián me pidió, hace unos días, que desempolvara también el café apócrifo que tenía con Eduardo. Oria. El forastero que se ha hecho con el dorsal del número dos del Ayuntamiento.
Estaba recordando la política municipal este fin de semana con él, repasamos los últimos numero dos del PP de Pozuelo en los últimos casi 16 años y ¡Sorpresa! Todos ellos eran forasteros. Todos.
Eduardo Oria no era el número dos de su partido. El número dos del PP de Pozuelo fue Susana Pérez Quislant. Forastera. Entonces. Pero Susana trajo al forastero de Oria. Y ahora le ha nombrado número dos del Ayuntamiento.
Mario Utrilla, Gonzalo Aguado, Diego Lozano, Susana Pérez Quislant… los numero dos del PP de Pozuelo en sus listas electorales. La maldición pozuelera.
Dicen las “malas lenguas” que Enrique Ruiz Escudero (presidente de la agrupación local del PP) ya ha decidido quién será su número dos. Que le dijeron en Génova que no a la propuesta de que fuera su hermana. Almudena Ruiz. Parece que el consejero sigue apostando por su línea familiar. Y lo acaba de demostrar poniendo a su hermana por delante hasta del Secretario General del PP de Pozuelo. La ha nombrado, en cooperación con la Alcaldesa, portavoz adjunta del PP en el Ayuntamiento. Primando su capacidad de diálogo, oratoria y formación. Pero así es la Familia. Primero yo. Luego mi hermana. Tercero mis mejores amigos. Los de la infancia. Cuarto. Las amigas de mi hermana. Y quinto. Los amiguetes de la familia.
Así las cosas. Oria lo tendrá difícil. Me temo que no será el número dos de Enrique. No cumple la norma básica de esta gran familia y eso es requisito fundamental. Y eso que cae bien. El tipo, cae bien.
Y esto es lo que puedo contar de mi café con él aquel caluroso día de julio en la Cruz Blanca. Es un señor amable. Tranquilo. Educado y poco dado a criticar. Al menos, conmigo. Me sorprendió que entendiera que le atacasen porque es forastero. “Es que lo soy, Sira. Poco más que añadir, ¿no crees?”. Y me ganó.
Intentó en los 45 minutos que pasamos juntos convencerme que él es como si fuera un funcionario del PP. Que está donde se le necesita. Y que Susana tiene un carácter difícil, pero “no es mala persona”. Defendió a Susana y me la describió como una víctima de la política regional del PP. Por aquel entonces él mismo me reconoció que no se fiaba de nadie. Y que en la asamblea del PP de Pozuelo ganaría Enrique porque Susana le apoyaría. De lo contrario, afirmó, lo tendría muy difícil.
Yo quise saber por qué apoyaba a Enrique. Por qué, si sabe que él la traicionará. Si sabe que las promesas de Ruiz Escudero o Garrido se quedarán en nada porque no la quieren, quise saber si Oria había advertido a Pérez Quislant. Pero se quedó todo en un deseo.
Me da la sensación que Eduardo hace lo que puede hacer. Y que ante algunas afirmaciones mías, bajó la mirada y con otras simplemente sonrió.
No fue un café muy productivo. La verdad. Pero me gustó conocerle. Eduardo Oria tiene buen cartel entre los funcionarios y trabajadores de la casa. Y eso, le beneficia. Sobre todo si lo comparamos con lo que se sabe del resto.
Dicen que es tan flojo como Andrés. O más. O casi igual. Pero que los dos son los concejales del PP más educados que hay en el Ayuntamiento de mi pueblo.
Y Oria se marchó. Con paso tranquilo. Sin estrés. Sin preocupación. Sin miedo. Yo sé que antes de venir a la Cruz Blanca, habló con ella. Sus gritos se oyeron en la Sala de Comisiones. Pero Eduardo esperó a que despotricara, se calmara y luego la convenció de que un artículo que hablara bien de ella, le vendría bien. Eduardo no es un traidor. Y lo intentó. Pero no coló. A mí me llamaron antes de las doce de ese día caluroso para contarme esos gritos.
Sea como fuere. Me llevé una grata sorpresa y confirmé que lo que se habla en los pasillos municipales es cierto. Pero lamento que tengamos que asumir, con buen agrado, el coste que supone dos concejales de gobierno por el simple hecho de que son educados. Aunque ni trabajen, ni se ocupen ni preocupen de mi pueblo. La mediocridad local ha llegado a ese extremo. Y ya se sabe aquello de que en el país de los ciegos, el tuerto es el rey. Made in Pozuelo.
Empezó a sonar el despertador. Había quedado con mi cliente preferido. Me tenía que dar prisa. Pero frente al espejo. Me miré por unos segundos. Y pensé. “¿De verdad nos merecemos estos políticos los pozueleros?”
No. No nos merecemos este nivel.
Sira Q.