¿El lío de Cataluña tendrá solución?¿Quiénes son los culpables reales? Análisis de situación de la crisis catalana por Juan Pozuelo
¡Sorpresa, albricias! Por fin habló. El día 20 de septiembre del año 2017 don Mariano Rajoy habló. Esa fecha puede pasar a la historia. Incluso parece que antes de hablar don Mariano ordenó que les dieran caña a los cataluñeros (los que viven y comen de ser profesionalmente catalanistas) y algunos durmieron esa noche en los calabozos. Ya era hora de que don Mariano abriera la boca y moviera al menos un dedo.
Hace unos días un periódico de tirada nacional publicaba un artículo firmado por un conocido periodista británico en el que decía que bastantes catalanes sienten que España los maltrata, no les respeta e incluso les odia. Creo que es una afirmación excesiva y que incluso pudiera ocurrir justamente lo contrario. Quienes sin fundamento alguno nos acusan de ladrones (“España nos roba”), de vagos y parásitos (algunas comunidades viven de las subvenciones públicas) no pueden esperar que a cambio les amemos y les demos besitos. Pero el que no les amemos no quiere decir que les maltratemos, les menospreciemos o les odiemos. La mayoría nos limitamos a compadecerles por tener que aguantar con resignación y en silencio la estulticia de sus mandamases. Mas, a pesar de la compasión que podemos tener por ellos hay que reconocer que entre parte de los catalanes (que no de Cataluña) y parte de los españoles (que no España) no hay un buen entendimiento.
¿Culpables de esa anómala situación? En primer lugar los cataluñeros mentirosos que se han inventado una historia que no tiene nada que ver con la realidad (Colón, Cervantes, Santa Teresa de Jesús eran catalanes y acaso Shakespeare también), los cataluñeros que se adueñan de medio mundo (crean países catalanes), los cataluñeros que dicen que España les roba (pero que los aragoneses de Sigena, por ejemplo, se callen), los que falsifican la contabilidad (tenemos un déficit fiscal con España pero no hablan del superávit comercial y financiero) y mil mentiras más.
Si como acabamos de decir los responsables, en primer lugar, del mal entendimiento entre parte de los catalanes y el resto de los españoles son los cataluñeros habrá de admitirse que en segundo lugar los responsables de esa anómala situación son los mudos, los que tenían obligación de desmentir esas falsedades y no lo han hecho.
Hasta ayer el mudo más mudo de todos los mudos era don Mariano Rajoy. Hay quien dice que por su actitud cabe pensar que don Mariano sigue el conocido consejo que Franco le dio al periodista Sabino Alonso Pueyo: “Haga usted como yo y no se meta en política”. Según sugiere Luis María Anson don Mariano puede que oiga los consejos de un tal Arriola, idénticos a los de don Lisardo -digo yo- el secretario del ayuntamiento de un pequeño pueblo salmantino quien afirmaba: “Hay dos clases de asuntos: los que no tiene solución y los que se solucionan solos. Lo mejor, pues, es no tocar ninguno”.
Esas dos hipótesis, hasta ayer llevadas a la práctica el pie de la letra por Rajoy, son la única explicación razonable para entender su pasotismo e indolencia (la época más feliz de la vida de política de don Mariano fue cuando era presidente en funciones porque en contra de lo que el título da a entender no tenía que funcionar nada). La inacción política de Rajoy y su silencio hasta ayer son unas de las causas del actual lío de Cataluña. Si Rajoy hubiera aplicado en su momento la ley con el mismo rigor que lo hizo la Segunda República Española en 1934 puede que los cataluñeros no hubieran hecho y dicho tantas tonterías. Pero, no, Rajoy ha seguido el consejo de Franco al periodista y la actitud de don Lisardo. Y ahora, cuando se ha decidido a mover un dedo ya es tarde y va a ser difícil arreglar el follón.
Pero si además de Rajoy, su segunda (la muchachita de Valladolid que envió a Cataluña para templar gaitas) u otro bien mandado hubieran dicho, como quien no quiere la cosa, que una Cataluña independiente nunca sería reconocida por la Unión Europea porque detrás vendrían Flandes, Baviera, Córcega, la Padania, etc. (Europa volvería a ser la misma del año 800) y que por lo tanto en esa no reconocida Cataluña Independiente tendrían que restablecerse las aduanas que existían con Francia después del tratado de los Pirineos (1659) desaparecidas cuando España se integró en la CEE y las suprimidas con el resto de España por los decretos de Nueva Planta (1716), si les hubiera dicho eso con claridad y firmeza es posible que los burgueses cataluñeros lo hubieran pensado mejor.
Si Rajoy, la muchachita de Valladolid o algún otro dontancredo hubiera dicho, como sin darle importancia, que los bancos y empresas de la república catalana (sobre todo las energéticas y las alimenticias) que actúan en el resto de España tendrían aquí la misma consideración que las originarias de ese buen vecino y amigo que es el reino de Marruecos, a lo mejor los burgueses cataluñeros conscientes de lo mal que le podría ir a su cartera no habrían aplaudido a sus dirigentes bocazas.
Si cuando los cataluñeros hablaban del presunto déficit fiscal se les hubiera dicho que ese déficit se compensa sobradamente con el superávit comercial y financiero (como le ocurre a Alemania con la Unión Europea) y que el presunto déficit fiscal podría anularse mediante la disminución del superávit comercial con aduanas o un código de barras en los productos catalanes diferente al 84 de España, puede ser que los catalañuneros que aspiran a vivir a costa de los demás hubieran cerrado el piquito.
Pero a lo peor es que don Mariano y sus peperos pensaron que cosas como las anteriores son un tanto enrevesadas y que como los catalanes del común no las entenderían lo mejor era estar callados. Además, puede que también pensaran, que los cataluñeros convencerían a los catalanes (como han convencido a muchos de ellos) de que la falsedad estaba en las palabras de don Mariano y sus seguidores. Así, pues, lo mejor era no decir ni pío y seguir con las manos en los bolsillos.
Mas, si a los catalanes se les hubieran explicado esas cosas en lenguaje claro y se les hubieran dicho otras fáciles de entender es presumible que aplaudieran menos a los Puignoséque, a los Oriol (oropéndola, en castellano) Junqueras y a sus parientes ideológicos. Tres ejemplos sencillos. Uno: si a los catalanes de origen charnego se les hubiera dicho que sus padres serían extranjeros en Cataluña y ellos, los de origen charnego, serían extranjeros en la tierra de sus padres puede que hubiera menos rufianes y traperos. Dos: si a los catalanes se les hubiera dicho que a los ciudadanos de la república de Cataluña para viajar por el resto de España o de la Unión Europea les haría falta pasaporte, puede que no aplaudieran tanto a los cataluñeros. Tres: si a los seguidores del Barça equipo partidario del derecho a decidir, se les hubiera hecho ver que si Cataluña dejaba de ser España era lógico que no se le dejara participar en la Liga Española, ni en la copa del Rey de España es posible que los directivos del Barça no fueran tan lelos y que deportistas como el entrenador Josep Guardiola hubieran estado calladitos.
Si Rajoy y sus peperos han sido los mudos más mudos, los dirigentes de otros partidos políticos tampoco han procurado decir algo coherente.
El ex Zapatero cuando dijo aquella insensatez de que él aceptaría todo lo que viniera o pidiera Cataluña sembró la mayor parte de la mala cosecha actual.
Si el Pedro Sánchez, tan exitoso electoralmente como Pirro en sus guerras (¿habrá que llamarlo Pirro Sánchez?), supiera lo que dice cuando habla de la España federal (¿quiere decir federalismo asimétrico como Maragall? ¿quiere decir confederal?) los cataluñeros no se sentirían tan diferentes a los de Cuenca, por ejemplo.
Si el maduro Pablo Manuel Iglesias, titular de una cosa que se llama Unidos JPodemos (si se le quita la P queda más coherente con lo de unidos), si el maduro como buen iglesias no quisiera el imposible de estar tocando las campanas y a la vez ir en la procesión nos reiríamos menos de su petulancia lindante con la memez, aunque sus queridos cataluñeros se enfurruscarían más.
Si el manso y razonable Albert Rivera no se hubiera desinflado apoyando/no apoyando a Rajoy hubiera tenido más audiencia.
Pero, no. Aquí todos los dirigentes políticos, casi todos ellos politiqueros (así deben llamarse quienes viven de la política al igual que llamamos camioneros a quienes viven de los camiones) han estado calladitos no fuera que al hablar perdieran el chollo del cargo y… ¡es tan duro el trabajar! Los únicos que han hablado han sido los interesados en seguir comiendo la sopa boba sin problemas de ningún tipo: los hijos espirituales del clan Pujol, los del 3 por ciento y los cataluñeros en general. Como nadie les llevó la contraria los catalanes, incluso los razonables, acabaron creyendo que las sinrazones de esos trapaceros eran razones.
Y lo peor no es que los que tenían que hablar hayan estado calladitos, lo peor es que sabiendo, como sabemos todos, que los cataluñeros tenían la intención de saltarse a las bravas la Constitución, o lo que es lo mismo: tenían la intención de delinquir nadie ha tratado de impedírselo hasta ayer, cuando don Mariano movió un dedo. En cualquier país, en cualquier circunstancia los culpables del delito son los delincuentes. Pero, pregunto a quienes saben de leyes: ¿no tienen alguna culpa también quienes sabiendo las intenciones del presunto delincuente y pudiéndolo parar no lo hacen?
El pasotismo, la indolencia del gobierno hasta ayer o las insensateces de los partidos de la oposición ha creado un problema de tan difícil solución que aunque el pretendido referéndum del 1 de octubre no llegue a celebrarse Cataluña seguirá siendo un problema grave. Rajoy ha demostrado suficientemente su incapacidad para resolverlo. Puede que Pirro Sánchez (perdón: Pedro Sánchez), el máximo dirigente de un partido que en su nombre tiene dos adjetivos equívocos (¿se puede seguir creyendo que ese partido es obrero y con las naderías que dice Pedro sobre el federalismo que el partido pueda seguir llamándose español?), puede que el Pirro o Pedro o como se llame, que cada día se muestra más voluble y vocinglero, logre a base de codazos y con la ayuda de los podemitas, los cataluñeros e incluso algún vasco quitarle el puesto a Rajoy y darle a los cataluñeros lo que piden. Puede que en este caso a lo peor seamos los españoles no catalanes quienes pidamos el derecho a decidir si seguimos o no casados con Cataluña. Y la verdad, la dolorosa verdad, es que ese divorcio casi nos quitaría la respiración a todos.
En cualquier caso, el divorcio o la continuidad del matrimonio no podrá ser negociado por los actuales representantes de los cónyuges quienes han demostrado su incapacidad de entendimiento mutuo. Rajoy y el Piconoséque, el Pedro y el Pablo Manuel, el Oriol y la Colau deberían irse. A lo mejor así nos entendíamos todos.
Juan Pozuelo