Aceite de palma: otra vieja polémica alimentaria que resucita con una fuerza exagerada. Un artículo del Dr. Juan José Granizo
En las últimas semanas hemos visto la resurrección de una vieja polémica alimentaria: la del aceite de palma. Nuevos datos disponibles han despertado la alarma de los consumidores, de manera un poco exagerada .
El aceite de palma es obtenido de la semilla de la palma aceitera, una planta africana introducida como cultivo industrial en todo el mundo. Es el aceite vegetal de elaboración tradicional en buena parte de África.
Junto con el aceite de soja, es el más consumido en el mundo (el aceite de oliva no llega al 3% de la producción mundial de aceites vegetales).
Es un aceite que se adapta bien al uso industrial. Se derrite en la boca ofreciendo una consistencia cremosa muy agradable, es muy barato gracias a su gran productividad y también se emplea en jabones y cosméticos.
Químicamente está compuesto por varios ácidos grasos del que destaca el ácido palmítico, que también es un componente de la leche materna y uno de los ácidos grasos más frecuentes del organismo humano. Posee grandes cantidades de vitamina A, E y betacaroteno, como el tomate, por lo que tiene un color rojo.
El primer problema del aceite de palma es conocido y es que su principal ácido graso, el palmítico, es saturado y este tipo de grasas aumentan el riesgo de enfermedades cardiovasculares (infarto de miocardio o cerebral).
Se recomienda no consumir más de 20 gr diarios de este tipo de grasas dentro de una dieta equilibrada. En esas cifras no parece tener ningún riesgo y, si lo hay, es mínimo.
Desde este punto de vista, su riesgo es similar a otros aceites ricos en grasas saturadas aunque algunos estudios apuntan a que el ácido palmítico es peor que otros ácidos grasos saturados. La metodología empleada en estos estudios podría explicar las diferencias encontradas. Por tanto, un poco de aceite de palma no parece perjudicial.
Los datos más novedosos son los relacionados con el aumento de riesgo de cáncer.
Recientemente la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria en un informe avisaba del aumento de riesgo de cáncer por el consumo de aceite de palma pero también por otros aceites.
Esto necesita una explicación: El aceite de palma necesita ser refinado para mejorar su color, olor y sabor. Para ello se calienta por encima de 200 ºC y a esa temperatura se degrada produciendo una sustancia cancerígena (los ésteres glidicídicos). Hay que tener en cuenta que, en la bollería industrial, el proceso de cocido supera los 200 ºC y que este problema afecta a otros aceites en mayor o menor medida. Es un problema del sobrecalentamiento.
Por otro lado, un grupo de investigadores españoles han descubierto que las células cancerosas que producen metástasis consumen grandes cantidades de ácidos grasos como consecuencia de una proteína llamada CD36 que los captura del organismo. Cuando estas células cancerosas se inocularon a ratones alimentados de manera normal, la incidencia de metástasis era del 15%, pero si se administraba una dieta rica en ácidos grasos el riesgo aumentaba al 80%. El ácido palmítico era el que más riesgo tenía.
No es una buena noticia, por que como hemos dicho, el ácido palmitico es el ácido graso más común del organismo humano, pero son estudios de laboratorio y todavía está por ver el impacto que esto puede tener en la realidad.
Una recomendación final: El aceite de palma es omnipresente en nuestros supermercados. Centenares de alimentos procesados en cuya composición se lee “aceite vegetal” con una alta probabilidad estarán hechos con aceite de palma.
Lo mejor es no leer etiquetas: evite los productos industriales. Las naranjas de su frutero no necesitan detallar la composición.
Si no nos mata el ácido palmítico, será el exceso de azúcar o la harina refinada o el exceso de sal o los sulfitos: la comida procesada industrialmente es el verdadero problema de fondo.
Juan J. Granizo, Doctor en Medicina, especialista en Medicina Preventiva y Salud Pública