Empieza la leyenda: Un altar para el Niño Sáez, el rey del “alunizaje” en Alto de Extremadura mientras se analizan móviles del crimen y nuevas pruebas
La banda del «Niño Sáez» se ha quedado huérfana y, aunque no tardará en salir un nuevo patrón, rendir honores y presentar sus respetos al «emprendedor» que tanto dinero les hizo ganar, es de ley.
A sus 36 años, Francisco Javier Martín Sáez no sólo dio trabajo a mucha gente; sus conocimientos sobre distintas modalidades delictivas le convirtieron en todo un gurú. Quienes hacían un «palo» con él sabían que asistían a una master class.
Se mantuvo tantos años como el «número uno» porque dominaba la técnica (qué coches empotrar contra ciertas lunas, cómo manejar la lanza térmica en cajas fuertes…) y porque rara vez fallaba en su elección del dónde, cómo y cuándo actuar. Se sabía todos los resquicios de un sistema del que pudo reírse todo lo que quiso.
Pero Sáez, ambicioso inversor, cambió de rival y, en lugar de reventar Gucci, pasó a jugar con los malos. Llevaba tiempo robando cocaína a los colombianos, aunque los tres disparos que un sicario le descerrajó en su barrio de Madrid, donde hoy se erige un altar en su nombre, responderían a la traición de un nuevo socio, ahora principal sospechoso para la Policía.
Por otra parte, el móvil de un ajuste de cuentas por parte de narcos colombianos es el que más fuerza tiene, aunque no se descartan otras líneas de investigación: «Sáez tenía muchos enemigos, muchos frentes abiertos; tanto por asuntos de drogas como por los robos que cometió. Se había quedado con dinero y con parte de alijos», indican fuentes policiales.
Se están revisando recientes operaciones importantes contra el tráfico de estupefacientes, en las que el delincuente acribillado podría haberse llevado tajada y no haber jugado limpio. Una de las pistas que se sigue se sitúa, precisamente, en el Levante, adonde llegaban los cargamentos y donde también se distribuía parte de la coca. El asesinado contaba con una sociedad pantalla dedicada al transporte de pasajeros, con domicilio social en casa de sus padres.
Sobre la autoría de los disparos, los investigadores saben que en la calle de Laín Calvo, donde «Niño Sáez» fue abatido, actuaron dos varones, probablemente colombianos, que huyeron en un coche, según ha podido saber este periódico.