Mis cafés apócrifos con gente de Pozuelo: Hoy, con Yolanda Estrada, la ex concejala que no quiere volver a la política activa pero nunca se sabe. Ni siquiera ella misma
El miércoles nos subimos todos en la vanette. Tobby estaba más que emocionado. Hacía meses que no nos íbamos unos días de vacaciones con la familia. A la tierra de mi madre. ¡Asturias!
En una aldea, mis abuelos, rehabilitaron en su día una casa para todos nosotros. Mis padres y mis tíos hicieron lo mismo hace cinco años. Y hoy, una vez al año, nos reunimos toda la familia allí. Es muy divertido y me encanta compartir estos buenos momentos con todos.
El inicio del viaje fue un poco caótico. Tobby nervioso, ladrando. Los niños, peleándose. Luis, queriendo salir pronto del atasco. Y yo, recordando.
De repente todo se calmó. Sólo escuchaba la música de Pavarotti en el coche. Mi marido se decanta más por el tenor italiano. Y me gustan esos silencios entre nosotros. Sólo interrumpidos por los ronquidos de Tobby. Y poco a poco, fui cerrando los ojos. Con Nessum Dorma de fondo. De pronto Luis me preguntó, “¿Qué tal con Yolanda Estrada? Cuéntame, Sira”.
Y le conté. Porque finalmente Yolanda había cumplido con su cita conmigo. Y nos vimos. Y hablamos. Y nos reímos. Y ella lloró. O, quizás, lo imaginé. Pero sé que hablaba con dolor de algún episodio de su vida. Su llegada fue tranquila. Allí. Como siempre. En la Cruz Blanca.
Discreta. Sin maquillar. Un vaquero y una camiseta, sencilla. Deportivas. Reconozco que me extrañó. Buenos complementos, pero muy pocos. No llevaba anillos, ni pendientes estridentes. Como Beatriz Pérez, tenía las manos perfectas. Me llamó la atención su pelo. ¿De peluquería? No. Ya me explicó que ella se lo peina con su plancha. No tiene arte. Pero lo intenta. Nos reímos las dos. Prometió que me enseñaría.
Ella me preguntó por el negocio. Por los niños. El colegio. Y si la dejo, aún me está preguntando. Parece que esto de colaborar en un medio de comunicación, le ha soltado su vena periodística. Me sorprendió. Es más una mujer de preguntar que de hablar. Pensaba lo contrario. O eso me contaron. Pero, después de ese poleo menta que ella se tomó y mi café con leche, nada es como antes.
Hablamos del pasado, del presente y del futuro. Me dio su impresión sobre la gestión municipal del PP. Ella me la diferenció de la política. Esa parte no la entendí muy bien, la verdad. Le pregunté por las políticas llevadas a cabo en el Ayuntamiento. Me sorprendió que sí supiera distinguir una política liberal y conservadora de una socialista.
Me habló de compañeros suyos del PP y de todos me habló con respeto. Incluso, de algunos que no se lo merecen. De otros, pregunté y no me contestó. Se encerró en su “no me pongas en un compromiso, Sira”. Esta parte me decepcionó. Pensé que iba a hablar. Lo siento, Yolanda.
Le sonó el móvil varias veces. Su jefe, un famoso arquitecto, estaba cerrando un acuerdo o algo así. O cualquiera sabe. El caso es salió dos veces a la puerta y me pidió perdón por dejarme sola en la mesa. Pero no me importó. Desde la mesa, la miré. Y sentí un extraño sentimiento. Esa mujer lo tenía todo para tocar el cielo, como dijo hace años el Capi. ¿En qué se equivocó?
A veces los errores son sólo de una misma pero, en este caso, lo dudo. En este extraño contubernio de intereses casi todo vale. Pozuelo, este PP local, aquel PP cuestionado de Esperanza Aguirre, Paco Granados y Nacho González. Decisiones municipales. ¿Fue ella una víctima de esos políticos hoy “investigados” e incluso en la cárcel? No sé, pero sé que es curioso.
Yolanda no se considera una víctima. Odia que se utilice con tanta facilidad esta palabra. Me hizo gracia. Y le repugna que otros u otras lo usen. Es verdad. Yo no estaba tomando café con una víctima, estaba con una mujer luchadora y valiente, aunque demasiado prudente. Lo que me llevó a pensar que puede que eso mismo es lo que motivó que “algunos” empujaran al vacío a esa mujer. Se lo dije. Y ella sonrió.
Y me reconoció errores. Sobre todo, personales. “Era demasiado joven, demasiado idealista y demasiado leal”. Me admitió que no encajó en este “submundo”. Un submundo donde prima la apariencia sobre lo real. La conspiración sobre los proyectos. Y la manipulación sobre la verdad. Pero se equivocó. Y le pregunté que me dijera un error suyo. Sólo suyo. No de los demás. Y me respondió: “Sira, las palabras hacen mucho daño. Y yo he usado las palabras inadecuadas en momentos críticos. Y eso me generó enemigos. La edad y la experiencia me han hecho madurar….” Y me contó cosas que dijo a personas y que bien podría haberse callado. Según ella, claro. Yo no estoy de acuerdo. Me gustó escucharlas. No os voy a engañar. Pero ella se arrepiente de haberlas pronunciado. “No eran necesarias”. Y yo, ahora, las respeto.
Ella era así. Dice que ya no es así. Pero yo no la creo. Dijo verdades como puños. Y Yolanda se equivocó. No podía decir la verdad. La verdad en política atrae enemigos. Enemigos y anónimos, como dice ella. ¿En política solo se premia la apariencia? Qué tristeza. Por eso ella tuvo que dejarla y ahora lleva trabajando muchos años en la misma empresa privada. Y se siente feliz y satisfecha. Premiada y valorada. Pero sintiendo pasión por la política.
“Lo llevo en las venas, Sira” Y, sí, debe llevarlo en las venas.
Quedan muchas cosas que contar. Y las contaré. El poleo menta dio para mucho. Hasta para hablar de las elecciones de su partido en diciembre. Y el tema de las cuotas. De los asesores. Familiares. Forasteros. Y de las próximas elecciones para presidente local del PP. Y de Pozuelo. Del pasado. Del presente… y del futuro.
Sira Q.