Mis cafés apócrifos con concejales de Pozuelo: Hoy, con Isabel Pita, la concejala que diariamente se dice: “Virgencita, Virgencita, que me quede políticamente como estoy”
Qué gran éxito tuvo mi café con la concejala funambulista Mónica García Molina. No he parado de recibir WhatsApp desde el martes. Algunos muy curiosos. Tanto que decidí volver a la Cruz Blanca. Mi nueva invitada quería la misma mesa. El mismo ángulo. Ella quería repetir la experiencia conmigo. Y yo, por supuesto, no pude negarme.
Les unen muchas cosas, según me comentó. Parece que José María Michavila es el nombre que vincula a ambas concejalas forasteras. Pero esta mujer rubia, me cae bien. Y voy predispuesta a reírme con ella. Y pasar un buen rato. “Cuidado”, me dijo Manolo. “No te fíes de ella. Es muy falsa”. Pero sea como sea, al menos esa sonrisa que lleva puesta nos hace agradables esos momentos de tensión. Aunque cada vez más se parece a la Alcaldesa. ¿Se mimetizará? Luego vendrá la reflexión de sus palabras.
Y llegó ella. Rubia. Guapa. Estilosa. Y con esa sonrisa. Es verdad. La sonrisa del Ayuntamiento. Igual que con la anterior, agité la mano desde mi mesa. Ella miró y sonrió. Y dio un grito que me dejó planchada. ¡Cómo una concejala con esa apariencia puede hablar tan alto y ser tan escandalosa! Pensé. Pero respondí a su saludo, excesivamente cariñoso, con un beso de cortesía. Demasiado excesiva.
Pero aquí estaba. A mi lado. Con su café. Su móvil. Y su tabaco. No entenderé por qué los fumadores sacan el tabaco si no pueden fumar en los bares. Creo que estaba nerviosa. No paraba de hablar. Y prefiero pensar que eran los nervios a pensar que ella es así. Atropellada. Sin freno. Con una sonrisa. Pero sin rumbo fijo.
Isabel Pita. Una concejala de la que se habla tanto en los pasillos municipales y en la sede del PP. ¿Es tan falsa como dicen? A mí me cae bien, lo reconozco. Aunque me estresa su forma de ser. Cuando se marchó, tuve que pedirme una tila. Manolo se rió cuando se lo conté. ¿O no se lo conté? Quizás fue simplemente el estrés que me produjo oírla desde otra mesa. Oírla y entender por el tono de su voz todo lo que decía. Cada cual que imagine lo que quiera. Pero, yo hablé con ella.
Quiso saber por qué no fue la primera. Así de repente. Sin paños calientes. “Sira, yo pensaba que era tu favorita. Y has elegido a Mónica”. Me dejó un poco a traspiés, lo reconozco. Sí es mi favorita, pero según la conozco más, más miedo me da. Y se lo dije. Y Mónica y ella comparten historias apasionantes que algún día deberían contarme. Pero ella calló. Me miró. Y se rió. Bueno. Más que reírse, se partió de risa. Lo investigaré yo.
Me dejó claro que hay bastantes diferencias entre las dos. Y sí. Así es. Su historia concuerda con la de Génova. No hace falta que la cuente. Muchos la saben. Esta forastera y simpática madrileña ha venido aquí a por el sueldo. Y no se esconde. Y lo reconoce. Y también dice, sin rubor alguno, que invertirá en Pozuelo si le aseguran que tendrá trabajo toda su vida.
Chapó por la honestidad de esta concejala.
Quise entrar en temas políticos. Quise analizar la petición de las plusvalías. Las reclamaciones del PP en Madrid. Las de Ciudadanos en Pozuelo. Y quise hablar de la tasa de alcantarillado. También metí alguna que otra pregunta sobre los presupuestos y sobre el “investigado” Interventor municipal.
Pero no tuve suerte. Inmediatamente miró el reloj y me dijo, “Sira, tengo mucho trabajo. Vayamos al grano”. Y yo me quedé estupefacta. A eso iba. Al grano político. Para que no se sienta ofendida la concejala. Pero la dejé hablar.
Aún en la puerta, se sacó un cigarro. Tardó un segundo en aspirar profundamente el humo. Me parecieron horas. Dejemos en que apagó el cigarro. Y volvió a entrar.
Isabel Pita es una mujer de rompe y rasga. Tiene claro lo que quiere. Puede escandalizar a muchas personas por sus formas. Pero lo tiene todo nítido. Ella me confesó que nada tuvo que ver en las elecciones de la sede de Pozuelo. Y que no quiere saber nada de las próximas. Pero que se siente utilizada. Que hay muy mal rollo. Y que ella solo recibe órdenes. Que por favor no mencione nada de las cuotas. Que está hasta el gorro y que quiere dejar de ser tesorera.
Yo me quedé helada. No esperaba esa confesión. Pero si lo dijo con una intencionalidad o con otra, quedará en ese minuto del sueño o en esa conversación “espiada”. Siempre entre nosotras Isabel. Tu y yo. ¿Algún día contarás la verdad?
Como hoy sabía que no, le pregunté por aquel jefe de gabinete de Jesús Sepúlveda, pues me contaron que eran íntimos amigos. Ella sin pelos en la lengua y creo que sin maldad alguna me confirmó que sí. Muy amigos. De él y del anterior Concejal de Hacienda. José María Mayo. Y me preguntó si yo los conocía. Me quedé helada. La respuesta fue un No rotundo. Y sus palabras me dieron la explicación suficiente a todo lo que pasa en la Concejalía de Hacienda.
Isabel Pita es una mujer astuta. Sabe moverse. Sabe decir a todo el mundo lo que quiere escuchar. Lo que no consigue con las palabras, lo consigue con una sonrisa especial. Pero directa y en apariencia sincera. No tiene complejos de sus amistades. Ella misma reconoce que la han ayudado. Pero siempre me quedará la duda. ¿Tendrá claro qué personas la rodean?
Isabel se levantó y se marchó. De la misma manera. Agitando la mano y en voz alta despidiéndose de más personas. ¿Sobre la Alcaldesa? Ella no se mojó. Si era Paloma, aplaudía a Paloma. Si toca, Susana, pues Susana. Si mañana es…., pues también. A ella le da igual. Ella es una trabajadora.
Y con mis pensamientos pozueleros volví a casa. A medio camino Manolo me llamó. “¿Qué tal, Sira?”. Y no supe que responderle. Fue un sueño. Una pesadilla. O es lo que esperaba. Isabel Pita no es lo peor que tenemos. Pero digo yo, ¿no podría quedarse en Madrid?
Isabel. No eres mujer de aceptar limitaciones. Suéltate el pelo y di realmente lo que piensas. Quizás no sea tan malo. Arriesga, también, en tu vida política. A lo mejor merece la pena. Y la conocí un poco más. Y ella a mí, también. Lo reconozco.
Y antes de entrar en casa recibí un sms. “Llámame”. Enrique Ruiz Escudero. ¿Qué querrá? Y marqué su teléfono.
Sira Q.