El perverso juego político de Félix Alba, entre santón y pérfido, desarmó a la Oposición y la ridiculizó en el Pleno Extraordinario y lo peor es que la Oposición tragó
No pensaba escribir más del Pleno Extraordinario del viernes pasado sobre la reforma del ROP y del ROGA. Ya dije, en caliente, lo que me pareció el mismo viernes tras su celebración. Pero, con la frialdad y distancia que da el fin de semana, empecé analizar, políticamente, lo que había sido y no he tenido más remedio que volver a escribir. Me di cuenta de que el perverso juego político de Félix Alba, entre santón (‘esto es cosa de la alcaldesa’) y pérfido (demagógicamente hablando), desarmó a la Oposición y la ridiculizó en dicho Pleno. Y lo peor fue que tragó sin rechistar.
Y es que la Oposición de Pozuelo recibió, el viernes pasado, un baño político importante. Posiblemente, el más importante de la legislatura. En términos taurinos, para los que somos aficionados a la Fiesta Nacional, la Oposición de Pozuelo fue toreada, picada, banderilleada y muerta a estoque por el sobresaliente Félix Alba y la cuadrilla de Susana P. Quislant. Tremendo.
No quiero con esta columna aparecer como el más listo de la clase ni mucho menos. De la Oposición de Pozuelo ya he dicho mil veces que se equivoca en sus planteamientos políticos en ese empeño en dar ideas que mantiene desde siempre. Pero allá cada cual. Esta Oposición está formada por grupos políticos preparados y están respaldados por partidos importantes a nivel nacional. Doctores tiene la Iglesia. Yo solo soy un simple analista político y mi labor, hoy por ejemplo, solo será la de analizar políticamente lo que pasó en ese Pleno para que produjera un resultado tan negativo para ella. Exponer a mi entender, sin más, cómo la llevaron al huerto y ella, más inocente que un cubo, cayó en la trampa.
Pero vayamos por partes, como diría Jack el Destripador.
La Oposición de Pozuelo había decidido, con buen criterio y ante la cacicada de la reforma del Reglamento Orgánico del Pleno de Quislant, solicitar un Pleno Extraordinario para denunciar esa medida antidemocrática y para hacer una propuesta alternativa. De paso, claro está, quería acosar políticamente al Gobierno y decirle a los contribuyentes que este PP residual, que nos gobierna, lo hace de manera arbitraria y abusiva.
Pero no hicieron ni una cosa ni la otra. Se equivocaron. Ni denunciaron al Gobierno, ni le acosaron, ni pudieron presentar su alternativa ni le dijeron a los contribuyentes que Quislant trata a Pozuelo como su cortijo. Una Quislant que, por lo poco que dejó ver la transmisión, parecía una emperadora romana satisfecha de sí mismo mientras veía, desde la tribuna, como su imbatible Alba destrozaba a los inocentes esclavos.
En esta acción política, los miembros de la Oposición nunca se dieron cuenta de la realidad numérica del Pleno. Nunca se lo han dado desde que empezó la legislatura. Debe ser que nunca oyeron decir al gran Antonio Herrero, con quien tuve la suerte de trabajar, que a los rodillos parlamentarios solo se les puede ganar en la calle, con el comodín de la opinión pública. Pero la Oposición pozuelera apenas usa ese comodín y así es imposible ganar.
La Oposición de Pozuelo no supo o no quiso, vaya usted a saber, calentar el Pleno Extraordinario con declaraciones y artículos de opinión por todos los medios posibles. No quisieron (nunca quieren) saber nada de la importancia del marketing en la política. Tenían que haber vendido el Pleno Extraordinario como un atropello democrático pero no lo hicieron. Creyeron en las palabras que Alba, Pita y Oria les dijeron en la Junta de Portavoces. Fue un error de primero de política moderna. A partir de ahí, solo esperaron la muerte. Recordando a Miguel Hernández, tan de actualidad en este momento, la Oposición de Pozuelo lo hizo cantando…
“Cantando espero a la muerte,
que hay ruiseñores que cantan
encima de los fusiles
y en medio de las batallas”.
Ni siquiera contaron el atropello que supuso aquella Junta de Portavoces. Nada más salir de esa reunión, tenían que haber denunciado lo que había pasado allí. Juntos y por separado. Y además de forma clara y contundente. Pero no fue así. Aceptaron unas condiciones leoninas de esa apisonadora pepera que les enseñó la muleta mientras, compungidos, les decían que ellos estaban de su parte y en contra de las decisiones autoritarias de Quislant. Ellos eran buenos. Quislant, la mala. Fue otro error. Este error de la eterna política. En política no se puede uno fiar de nadie. Y menos del Gobierno de Pozuelo que lucha, en este momento, por su supervivencia.
La Oposición de Pozuelo se creyó lo que le hicieron creer en la Junta de Portavoces. Aún no se han enterado, año y medio después, que no hay que fiarse de gente como Félix Alba, el político pozuelero de las dos caras: Con una cara se muestra santón y doliente ante la dictadura Quislant y para luego mostrar la cara de la demagogia más absoluta y la perversidad política más oscura, puesto todo al servicio de la propia dictadura de Quislant.
Félix Alba, pese a que, pobrecito, anda diciendo desde hace años que se retira y que ya es viejo, no debe creérsele. Es una vieja trampa para cazar concejales de la Oposición. A mí también me ha engañado. Pero Alba es duro como el pedernal y no se retirará nunca salvo que lo retiren. El lo que no tiene es valor para ser el número uno de Pozuelo pero sí es lo suficientemente pérfido para, como número dos, sacar su sica tracia política y degollar concejales pánfilos mientras les toma la tensión.
En la Junta de Portavoces le creyeron. Pobre Alba. La Oposición creyó que el flemático Primer Teniente de Alcalde asumiría alguna de sus trabajadas e inocentes propuestas sobre la reforma del ROP y del ROGA. Eso sí, en su entusiasmo no se dieron cuenta que apenas les concedía 300 segundos de exposición. Nada. Muerte súbita.
Pero la Oposición ya estaba encelada en la muleta de Alba y no vieron la encerrona. Solo alguno se enfadó con que pusieran el Pleno a las 8,30. Otra distracción. Y en el Pleno, finalmente, murieron como mansos. Como los bueyes. Y vuelvo a Miguel Hernández y al poema “Vientos del pueblo”:
“Los bueyes doblan la frente,
impotentemente mansa,
delante de los castigos:
los leones la levantan
y al mismo tiempo castigan
con su clamorosa zarpa”.
No hace falta que diga lo que yo, insisto yo, pienso sobre la masacre. Entiendo lo que hicieron. Allá cada cual. Pero yo me hubiera levantado del Pleno y me hubiera ido. Y tras haber expuesto los primeros 300 segundos que me dieron para denunciar la trampa. Yéndome hubiese provocado una noticia regional, como poco. Hubiera llamado la atención de los medios regionales la encerrona política. Se puede perder el debate pero no el decoro político.
Termino de nuevo con Miguel Hernández y el mismo poema:
“Si me muero, que me muera,
con la cabeza muy alta.
Muerto y veinte veces muerto,
la boca contra la grama,
tendré apretados los dientes
y decidida la barba”.
El Capitán Possuelo