Carlos Ulecia bate su propio record y es elegido por tercera vez como el peor concejal de la semana: su falta de gallardía política en el último Pleno fue insuperable
Sabemos que el concejal de Deportes, Fiestas y Cascos urbanos de Pozuelo Carlos Ulecia es un hombre acostumbrado a la resignación y entenderá esta elección con entereza, pero es que el tío se está convirtiendo en ‘Pierre Nodoyuna’… No da una a derechas y es solo una frase hecha. Una pena para un hombre de tanta experiencia política (va para 12 años de concejal) y tantos valores, que sabemos que los tiene.
La vez anterior que salió elegido peor concejal de la semana, en la Redacción de El Correo de Pozuelo pensábamos que el concejal Carlos Ulecia tenía mala suerte. Ahora creemos que no. Ahora pensamos que las cosas le pasan porque cada día, en su quehacer diario, apuesta por ello y gana.
Y todo porque, sin venir a cuento y se supone que tras un ataque de enajenación (transitoria sin duda), se lanzó a defender unos principios personales muy dignos pero que no muy ‘politicos’ y que alabó por cierto, y dicho sea de paso, la alcaldesa Quislant.
Se equivocó. Ulecia se equivocó como se equivocaba La Paloma de Rafael Alberti. Y, como aquella, “Creyó que el mar era el cielo/ que la noche la mañana” y, claro, se la pegó. Suele pasar.
Pero no importaba, la libertad permite equivocarse. Estaba en su derecho. Pero cuando todos esperábamos que obrase en consecuencia a sus valores, tras perder su apasionada opción y que dimitiese, no lo hizo. Tenía que dimitir y volver a la enseñanza. Pero, cosas de la vida, no lo hizo. Y, aunque era bastante deplorable su actitud, también es perdonable hacerse el loco a toro pasado. No se gana lo mismo de profesor (15.000 eurillos al año) que de concejal de Pozuelo de Alarcón (65.300,30 euros al año más gastos sociales) y, chico, los principios morales se ven siempre de otro color según se mira el saldo de la cuenta corriente.
Pero, como decimos, todo era asumible y la mancha de la mora con otra verde se quita.
Hasta que esos “marditos roedores”, que diría el gato Jinks de la serie Pixie y Dixie, los de Somos Pozuelo le pusieron una trampa y presentaron al Pleno una moción sobre la transfobia en Pozuelo, a la que el Gobierno estaba obligado apoyar. “Mardita zea”.
¿Y ahora qué? ¿Que hacemos, Carlos?
Ay, Dios mío… Si voy y voto, malo. Si voy y no voto, peor… Me haré el loco…
Y al gran Ulecia le faltó valor. Y el concejal que no se pierde un Pleno por si tiene que intervenir, el Pleno de la transfobia se lo perdió. Y no apareció hasta que se votó la moción. Tampoco era cosa de que sus principios le costasen pasta. Se hizo el loco. Y estamos seguros de que alguien se avergonzó en el cielo…
No vamos a criticar aquí su cobardía, en el pecado lleva la penitencia. Pero no estuvo bien. Luego contó una milonga de un preoperatorio que no se creyó nadie… Bueno, la alcaldesa Quislant sí se lo creyó… Ella es muy crédula…
Pero eso ya no cuenta. Porque volviendo al poema de Alberti y parafraseando su final: Ella ya se ha dormido en la orilla y tú estás en la cumbre de una rama.
Redacción