Tu primus circumdedisti me: Juan Sebastián Elcano
Sí. “Fuiste el primero que la vuelta me diste” En efecto, fue el marino español Juan Sebastián Elcano, el primer navegante en dar la vuelta al globo terráqueo, completando así la gesta de Fernando de Magallanes. Y ésta fue la frase que, grabada sobre una placa, en 1933 el comandante Moreno Fernández ordenó colocar en el mamparo de proa de la toldilla con dicha inscripción.
Quien estas líneas escribe no es precisamente un lobo de mar. Más bien todo lo contrario. De hecho, incluso el movimiento casi imperceptible de cualquier cosa que flote, a la que el más mínimo oleaje agite levemente, me marea irremediablemente. Lo cual no es óbice para no sentir una tremenda atracción por el mar y todo lo que en él vive o sucede. Y hoy, cuando pensaba en el tema sobre el cual escribir esta modesta sección, mi mirada ha caído sobre una noticia de esas que apenas llama la atención. Hoy, 5 de marzo de 2017 se cumplen 90 años de la botadura del Buque-Escuela de la Armada española Juan Sebastián Elcano. Pero -y lo más importante- la noticia venía acompañada de una imagen de este hermosísimo barco, un esbelto bergantín goleta blanco surcando las olas a todo trapo, el cual inevitablemente nos habla de aquellas hazañas que tuvieron lugar en un mundo que durante los siglos XV y XVI se expandió cubriendo aquellos enormes espacios en blanco que, a falta de más información eran denominados “Terra Incognita”.
Y esa imagen me ha calado hasta lo más profundo. Y me ha despertado recuerdos de las numerosas películas e historias relacionadas con la mar. Desde las mil epopeyas de Emilio Salgari o Julio Verne donde los amantes de la aventura dejábamos correr la imaginación hasta los filmes como “Rebelión a Bordo” o “Moby Dick” donde mentalmente acompañábamos a marinos, exploradores o piratas en sus correrías oceánicas. Pero sobre todo, la historia real, aquellos relatos verídicos donde los verdaderos héroes de esas épocas veían no sin azoramiento cómo el viento hinchaba las velas de sus embarcaciones camino a… no se sabía dónde. Hacia la nada, quizá. Hacia el precipicio donde el mar se precipitaba en una inmensa cascada hacia el abismo. Lugares donde acaso moraban los más espantosos monstruos terrestres o marinos… Tierras donde ni siquiera una ambición movida por la eterna promesa del oro y las riquezas acaso no bastaban para iluminar los oscuros miedos a lo desconocido. Días, y días, y semanas y hasta meses de navegación a bordo de aquellas insignes carabelas y naos que hoy casi hasta juguetes nos parecen. Exploraciones repletas de luces y sombras que llenaron la historia de páginas, heroicas unas y deleznables otras.
En un texto de cuyas líneas fui autor muchos años atrás, escribía yo: “La Tierra suspira, porque sabe que sus hijos son curiosos. Algunos de los mejores ya levantaron el vuelo como los pájaros del nido, y trajeron noticias de cómo son los mundos que flotan allá a lo lejos. Pronto los demás querrán seguirlos, y luego otros, y otros… Y ella, que está vieja y cansada, comprende que la infancia también está llegando a su fin; y entonces descorre su telón de nubes y mira hacia el abismo que se abre detrás del maligno Plutón… Abre tú también los ojos, levanta la cabeza y mira el umbral que estás a punto de pisar…”
Sí, porque ninguna epopeya contemporánea hay más similar a aquella en la que España exploró los confines del Universo entonces conocido. Hoy, nuestros veleros espaciales exploran nuevas y prometedoras rutas. Así fue la sugerente imagen que me vino a la mente cuando trabajé para la realización de una película titulada “La Era de los Descubrimientos” que debería haber sido exhibida en el Pabellón de España de la Expo Universal de 1992. Un primer plano enfocaba a un airoso velero cabalgando sobre la espuma de las olas (quizá no por casualidad uno tan bello como el J.S. Elcano) y la cámara ascendía entre sus palos y sus velas hasta enfocar un cielo negro repleto de infinitas estrellas, con rumbo a las cuales se encaminaba otro navío blanco, quién sabe si propulsado por energía nuclear, fotónica o gracias a una reacción materia-antimateria.
Si veinte años no es nada, noventa tampoco es el fin del Mundo. “Gracias a la Providencia, el sábado 6 de septiembre de 1522 entramos en la bahía de San Lúcar… Desde que habíamos partido de la bahía de San Lúcar hasta que regresamos a ella recorrimos, según nuestra cuenta, más de catorce mil cuatrocientas sesenta leguas, y dimos la vuelta al mundo entero”. Así fue la llegada a España del insigne capitán Juan Sebastián Elcano. Desde entonces su barco -nuestro barco- ha dado más de diez veces la vuelta al mundo. Ojalá repita muchas veces su singladura y llegue al centenario tan bello, fresco y campante como lo está hoy.
Abelardo Hernández