Trump: Mira atrás y recuerda que sólo eres un hombre
Campo de Marte. Siglo II a.C. Un esclavo acompaña montado en su misma cuadriga al general romano vencedor en alguna campaña en tierras extranjeras en un espectacular desfile durante el cual el pueblo y el senado romanos honran al Triumphator aclamado por sus tropas, mientras murmura a su oido: “Respice post te, hominem te esse memento.”
¿Es acaso Donald Trump otro “Domine el Deus”, como pedía ser llamado el emperador Domiciano? Nunca me han convencido mucho las especulaciones acerca del futuro, especialmente porque son tantos los parámetros interrelacionados que se entremezclan a lo largo del tiempo, que hacen virtualmente imposible acertar una predicción a largo plazo, como no sea por simple casualidad.
Pero tengo la intuición de que el poderoso Trump no va a durar mucho en el cargo. Solo es de esperar que su imperio no se derrumbe con un coste tan alto en inocentes como el de otros líderes que quisieron abarcar más de lo posible, ya fueran Julio César, Gengis Kan, Napoleón o Hitler. A todos ellos se les atragantó el exceso… Y hoy por hoy el señor Trump es el rey de los excesos.
No han pasado ni los cien días que es el margen que se suele conceder a los gobiernos y gobernantes para evaluar una maqueta de su gestión, y ya numerosas voces se alzan para protestar por su elección. Difícil crítica porque ha sido mediante un proceso democrático, aunque sin olvidar que en su día el partido nazi también conquistó las urnas pacíficamente. Artistas, científicos, juristas, mujeres, inmigrantes musulmanes o latinos… Todos claman contra Trump… pero si nadie lo remedia, estas personas forman parte de una ciudadanía que hasta dentro de cuatro años no serán consultadas legalmente por muchas manifestaciones que protagonicen en las calles.
Mucho más peligro tiene el Presidente por sus tensas relaciones con sus servicios de inteligencia, de quienes la experiencia ha demostrado sobradamente que más vale no tener como enemigos. Lo mismo podemos decir de los medios de comunicación, con los cuales se ha enfrentado con los aires prepotentes de un viejo dictador (“nytimes, nbcnews, abc, cbs, cnn, no son mis enemigos, sino los enemigos del pueblo norteamericano”). Una forma estúpida de crearse poderosos opositores que le obligarán a mantener a él y a sus colaboradores con muchísimo cuidado de no traspasar la delgada frontera de la legalidad. Por otra parte, puesto que la mayoría de los cargos que está nombrando pertenecen a esa élite económica del reducido club de los multimillonarios, es difícil no imaginar la gran cantidad de malabarismos y trampas legales que realizarán en sus respectivos negocios. Y si cae víctima de alguna demanda tampoco tendrá muy a favor a la judicatura tras aquella descalificación al “supuesto” juez que anuló su decreto sobre deportaciones.
Menos consistente parece la acusación de inestabilidad mental que han denunciado ciertos colectivos de psicólogos y psiquiatras. Este pobre hombre no está loco, pero desde luego sí ostenta una peligrosa personalidad. Si la psicología tiene razón cuando dice que un complejo de superioridad es la forma de compensar otro de inferioridad, muy mal se debe sentir Trump para necesitar tantos millones, tantas torres con su nombre expuesto como símbolo de posesión en tremendas letras, y ahora tanto poder político… Tanto como para creer que puede llegar a ser ilimitado. Naturalmente, públicamente la posesión más destacada de Sir Donald -aparte de su espectacular flequillo- es su atractiva esposa a la que luce como lo haría un macho alfa que la necesita para mantener alto su nivel de testosterona.
Aunque de todos los problemas dichos anteriormente, ninguno le va a ser tan difícil de vencer como su lucha perdida de antemano con las fuerzas del Mercado y de la Globalización. Las autarquías ya pasaron a la historia. Trump puede repetir hasta la saciedad a la tecnológica Apple que manufacture todos sus productos en USA y no en China u otros países de menor renta per cápita. Pero él no parece entender que, una de dos: o se rebajan drásticamente los salarios norteamericanos para mantener los precios del iPhone o del iPad en sus valores actuales, o se mantienen los sueldos y entonces habrá que pagar 2.000 o 3.000 dólares por un smartphone. Aunque el dólar se cotice más bajo, aún será un montón de pasta. No es extraño que Apple, Facebook, Google, Microsoft, Netflix, Uber, Twitter y otras 90 empresas tecnológicas de EEUU hayan presentado un escrito legal en el que declaran manifestarse absolutamente en contra del famoso decreto antinmigración. Cuidado, Mr. Trump, que todos ellos suman una capitalización superior a los dos billones (millones de millones) de dólares. Y en fin, me parece que hasta para un no experto en economía como un servidor, es evidente de que el nuevo inquilino de la Casa Blanca mucho quiere abarcar, pero poco apretará.
Debería recordar la frase que según dicen, figuró sobre la tumba de Alejandro Magno: “Al mundo entero quiso conquistar; a sí mismo, no pudo”.
Eso sí, cuando sufra un impeachment o caiga sobre su cabeza algún escándalo financiero o político demasiado grande para ser ignorado, aún le queda una posibilidad de triunfar en la vida. Simplemente escribiendo un libro que, basándose en su propia experiencia logre ser un éxito aún mayor que el que en su día publicara el también magnate Dale Carnegie: “Cómo hacer amigos”.
Abelardo Hernández