Adiós, Rita. Gracias por todo lo que has hecho por Valencia y por España. Descansa en Paz.
Hoy quería reflexionar sobre los acuerdos políticos que firman los partidos para gobernar. Hoy quería hacer especial referencia al pacto PNV-PSE. Hoy quería reflexionar sobre qué esconden determinadas palabras suscritas por partidos con ideologías tan diferentes para alcanzar un objetivo. Gobernar. Pero, hoy, la actualidad, tristemente, me ha hecho renunciar a esta idea inicial para mi artículo.
Rita Barberá ha cambiado el contenido de mi artículo. Y, hoy, quiero hablar de ella. De su muerte. De los circos mediáticos. De la presión social. De la falta de respeto y humanidad de algunos. Hoy quisiera reflexionar con vosotros, ¿hacia dónde vamos, amigos?
Intentaré escribir desde la razón. Intentaré no hacer caso a mi corazón. Intentaré olvidar lo que he vivido. Lo que sé. Lo que he sufrido. Lo que he visto sufrir. Lo que veo sufrir. Amigos, intentaré ser lo más objetiva posible. Pero, tengo que reconocer que me cuesta. Me cuesta mucho.
En primer lugar no quiero omitir una realidad. Yo misma hace meses escribí que Rita tenía que dar la cara por aquellas personas que confiaron en ella y que estaban pasando un verdadero calvario judicial. Sólo por ese motivo debía ponerlo fácil. Debía renunciar a su aforamiento y ponerse al lado de los suyos. Lo dije, lo pensaba y lo sigo pensando. Esta reflexión estaba unida a otra. Esa petición que hacía desde mi Rincón jamás estuvo motivada en una posible imputación. No, amigos. Esa petición estuvo motivada en el respeto a los afiliados del PP de Valencia y pienso que el silencio no era la mejor defensa para ella, para el proyecto del PP y ni para a sus afiliados. Rita se equivocó. Y lo dije.
Hoy tengo serias dudas de que acertara con el contenido de mi artículo. Y voy a intentar explicaros el por qué.
Yo no soy más que una afiliada de base del Partido Popular. Alguien que durante muchos años admiró a Rita Barberá. Por su tesón. Su trabajo. Gestión. Por lo que representaba. Y, en ese contexto, muchos afiliados, que fueron fieles a ella, estaban viviendo una situación muy difícil. Y Rita callaba, no hablaba. No decía nada. Esa actitud me decepcionó. Y lo escribí. Y no me arrepiento de lo que dije en ese momento. Pero, ¿acerté?
Estoy casi convencida que mis palabras nunca las leyó Rita. Pero quiero pensar que si lo hubiera hecho, ella me hubiera entendido. Estoy segura. Porque mi opinión fue el reflejo de un sentimiento sincero, sin maldad, desde el respeto. Sin embargo, otras opiniones reflejaban una cacería política y personal simple y llanamente repugnante.
Había titulares hirientes todos los días. Durante semanas. Tertulias televisivas que la condenaban. Políticos que defienden que ante una imputación hay que exigir la dimisión inmediata. Presión mediática para que algunos defiendan que es bueno “renunciar” a defender los pilares básicos de nuestro Estado de Derecho. Arranquemos el aplauso fácil. Demagogia. Populismo.
Pero, ¿yo acerté? Porque en medio de todos esos artículos, estaba el mío. Lleno de decepción. Pero sin vulnerar jamás su presunción de inocencia.
No lo sé, amigos. Pero si sé que hoy debemos reflexionar todos.
No es la primera persona que conozco que ha fallecido durante un calvario judicial. Presión mediática. Dolor. Impotencia. Daño. Una imputación. Maldita palabra. Maldita prensa. Y maldita demagogia.
Y me pregunto, ¿de verdad merece la pena?
Hemos llegado a un punto en el que la política está judicializada. La justicia, tristemente, politizada. Y los medios de comunicación son quienes marcan los contenidos de los diferentes discursos políticos. Y algunos compran ese aplauso fácil.
Si Rita me decepcionó en ese momento por no hablar. Otros me decepcionan con propuestas que vienen cocinadas desde platós de televisión o editoriales de los medios. Así de sencillo.
Ayer falleció Rita Barberá. Un infarto. Después de declarar. Quizá nada tenga relación. Quizá sí. Quizá algunos de vosotros no entendáis lo duro que es vivir con tantos titulares acusándote y condenándote sin juicio. Quizá muchos no sepan empatizar con esa situación vital. Quizá.
Pero yo, sí.
Cuando un político es inocente y es imputado. Está condenado por todos. Y, eso, amigos, hace mella en la salud. Os lo puedo asegurar.
Estamos creando monstruos que vulneran todos nuestros derechos. Ayer le tocó a Rita. Hoy a otros. Y mañana quizá a aquellos que defienden hoy posturas que vulneran nuestro Estado de Derecho.
Y junto a todo esto. PODEMOS. Esa panda de demagogos que no conocen palabras tales como el respeto y la humanidad SALVO para defender a asesinos o dictadores. No son respetuosos. Al menos durante un minuto. Son animales peligrosos que justifican a asesinos, delincuentes sentados en sus filas, y desprecian a una mujer demócrata, española y senadora.
Yo no sé si Rita era culpable de algo. De verdad, amigos, que no lo sé. Dudo mucho que fuera a ser condenada por la Justicia. Pero lo que sí sé es que otros la han condenado sin juicio, la han vapuleado, la han machacado y han vulnerado sus derechos una y otra vez. Incluso fallecida.
Ayer no pudo más. La presión, quizá. No pudo más. Cumplió, y se marchó. Hoy tengo un nudo en el estómago. Hoy me siento absolutamente apesadumbrada e indignada. No hay límites al calvario mediático. No hay límites a los abusos. No hay límites a la vulneración de la presunción de inocencia.
Cuando oí la noticia, me quedé helada.
He vivido el ensañamiento de propios y extraños ante una imputación. He sido testigo de ello. Lo he sufrido en mis propias carnes y he visto sufrir por ello a otras personas. Y, amigos, he conocido desenlaces trágicos, como éste.
La presunción de inocencia no es una palabra de marketing político. No es un medio para llegar a un fin. No es nada material. No es de unos pocos, solo. No, amigos.
La presunción de inocencia es un derecho que tenemos todos. Seamos o no políticos. Es un derecho fundamental que en nuestra Constitución está adherido al hecho de ser persona. Vulnerar ese principio nos sitúa en una posición anti democrática. Y las personas que sufren esa vulneración. Sufren. Se les hace mucho daño. Mucho. Y, ¿qué hacemos? Miramos y fomentamos el linchamiento con propuestas, a veces, antidemocráticas.
Despreciable objetivo de algunos. El aplauso fácil.
Hoy algunos se rasgarán las vestiduras ante tales consecuencias. Hoy casi todos nos llevamos las manos a la cabeza. Seremos esclavos de nuestras palabras, amigos. Hoy muchos deberían pensar qué están diciendo en relación a compañeros o adversarios políticos. Qué están promoviendo desde los medios de comunicación. Hoy miramos con asco a las actitudes fascistas y antidemocráticas de PODEMOS. Hoy les condenamos a ellos.
Hoy Rita Barberá, con su muerte, nos debería hacer reflexionar a todos los demócratas.
Esto no es un juego, amigos. Esto es la vida. La política es vida. Pero también, es muerte. Adiós, Rita. Gracias por todo lo que has hecho por Valencia. Descansa en Paz.
Muchas gracias.
Yolanda Estrada