Reivindicaciones y multas. Paga siempre el Ciudadano
Resulta curioso observar cómo, finalmente, ante los distintos avatares de la vida en clave de reivindicaciones, siempre acaba pagando el ciudadano, curiosamente, el mismo que nutre económicamente al que lo acaba “puteando”. De manera legal, sin duda, pero haciendo abuso de su situación y posición, lo que nos lleva a la creación de un nuevo concepto: soberano a la fuerza, que no es sino otra manera de apropiarse, por las circunstancias, de un poder que no se tiene y que por mor de la situación puntual convierte, a unos, en dueños y señores de vida y, a otros, en esclavos de las reivindicaciones de los primeros sin tener ninguna relación entre ambos, más que la de ¡pasabas por allí y te tocó!.
Lo pudimos/podemos sufrir en primera persona todos los españoles con todo lo relacionado con los desplazamientos en avión: si no son los pilotos, son los controladores; si no son los de España, son los de Francia; sin son las low cost, son las de bandera. Siempre hay alguien, en algún lugar, que toma al ciudadano como rehén de sus reivindicaciones, haciéndole pagar culpas que ni tiene , ni conoce, mientras a los que quieren “ atornillar “ no les pasa nada.
Más recientemente, dos maquinistas de RENFE, al cumplirse su horario laboral, dejan tirados a los pasajeros en una estación, al no estar disponible el relevo y haber cumplido sus horas laborales. Consecuencia, los pasajeros, ajenos a sus reivindicaciones, vuelven a ser moneda de cambio y a sufrir penas ajenas a ellos, por haber pagado el billete y posibilitar que ese colectivo pueda tener trabajo. La respuesta es: os quedáis tirados y ya vendrán a recogeros. Y luego se nos llena la boca hablando de: servicio público.
Le llaman democracia y reivindicar los derechos cuando quieren decir tiranía y abuso de poder y, sí, será muy legal, pero que se lo expliquen a la familia que va a pasar un fin de semana y por una de estas circunstancias, no llega a su destino. Qué decir del padre que vuelve para ver a su prole y en medio de la nada se tiene que quedar, sin saber ni cuándo, ni cómo podrá llegar. Y del abuelo que quiere abrazar a sus nietos…
¿Se imaginan a un médico en el medio de una operación, mirando el reloj y diciendo: He desarrollado mis ocho horas y cumpliendo el convenio…, me voy que he quedado a cenar con mi familia…?
Esto de los derechos no deja de ser complejo, porque todos los tenemos, pero cada uno defiende los suyos…y cuando los convertimos, para alcanzarlos, en extorsión al resto de personas, ajenas a lo que reclamamos, nos encontramos con totalitarismo y extorsión.
Como estamos viviendo en nuestro Pozuelo de cada día, distintos vecinos se han despertado con la sorpresa de una multa en su coche, legal…seguramente sí; moral, totalmente no. El caso es que los miembros de nuestras fuerzas del orden que cobran su sueldo de los impuestos de todos los pozueleros, han considerado, igual que en los casos anteriores que, para reivindicar sus demandas, nada mejor que hacerse notar con los únicos que son necesarios para que ellos tengan trabajo: los ciudadanos de Pozuelo y se ponen a sancionar lo que antes se dejaba correr. Sanciones al hombre de la calle, porque, cuando se fuerza la maquina contra los regidores y su equipo, causantes de las situaciones que reivindican, tienen armas que los penalizan y si lo hacemos contra los ciudadanos el palo de los votos, se puede transformar en el mejor argumento solucionador, o lo que es lo mismo: multa al ciudadano para que el administrador se asuste…electoralmente y reaccione solucionando la exigencia.
Siempre había creído, yo soy ejemplo y doy fe de ello, que las fuerzas locales están al servicio de los habitantes, pero cuando se quiere convertir al ciudadano en moneda de cambio: la fuerza de la razón, se convierte en la razón de la fuerza abriéndose una brecha entre el ciudadano y sus valedores más próximos.
Reconsideren sus posturas, ejerzan su derecho a las reivindicaciones que pretendan, pero no nos utilicen como moneda de cambio a los únicos que contribuimos todos los días a través de nuestros impuestos a posibilitar su salario. Atrévanse, si así lo consideran, a mostrar a los causantes de su situación el porqué de sus vindicaciones y en su labor diaria, con ellos, sean ejemplarizantes con las normas – celo – para que los causantes de sus reclamaciones sufran, legalmente, las consecuencias de su mal proceder y profundicen a través del diálogo en alcanzar las mejores soluciones.
Esta si es una postura que los ensalzaría frente al contribuyente, que se posicionaría con los derechos que demandan y que, por una vez, penalizaría a los que provocan los conflictos y no a los sufridos pozueleros que bastantes impuestos pagan, para verse castigados por causas ajenas.
Si queremos seguir caminando hay que defender las reivindicaciones frente a los causantes de los problemas, no procurar su defensa generando un conflicto – multas – a los que somos ajenos al mismo y a sus soluciones. Para eso, ya tenemos a nuestra clase política y lo que no vale para ellos, no pude valer para los demás.
A. Nogueiro