La historia de Osmond, la sonrisa de la puerta del ‘AhorraMas’ de Pozuelo Estación, tras cinco mil kilómetros
Todos los días del año la primera persona que nos saluda, sonrisa en la cara, al entrar al AhorraMas de la Estación, es un joven de mediana estatura, educado en las formas, siempre dispuesto a conversar, solícito en la ayuda y sin demandar ninguna contraprestación más que, la de la buena fe de los que allí realizan la “ dura “ tarea de reponer mesa y mantel, dejarse ayudar por este joven.
Hay ocasiones en que muchos de los asiduos visitantes del supermercado, esperan a que vuelva con el carro y en un homenaje a la solidaridad y al afecto que nuestro amigo genera en todos, le trasladan una bolsa, prácticamente sin peso alguno, para que esa aportación que le dan -económica o alimenticia – no se signifique hacia el término limosna.
Ocurre, en otros momentos, que muchos de los que allí llegan, aprovechan y practican inglés con él que, sonriente, responde y da conversación, incluso corrección a lo comentado, siempre con el calor y el humor de los que dan sin esperar nada a cambio.
Pero pocos, muy pocos saben que Osmond, con sus 39 años al hombro, un buen día se dejó llevar por los vientos de sirena de Occidente y confiando en individuos que han hecho de la corrupción y el tráfico ilegal una profesión de alcance… global, se vio en Canadá…
Pero aquellos 500 dólares y un viaje incierto de tres semanas lo arrumbaron en… Barcelona (ya se sabe, en un mapa: cuarta más cuarta menos…), paraíso actual de los sin techo, más bien de los Okupas. Y él, no siendo adivino, decidió que Madrid bien valía un riesgo más y con nosotros está desde ese 2009. Si llueve paraguas en mano, si hace sol una sombrilla, cuando hace frío, abrigo en ristre y, siempre dispuesto a echar una mano y conversar con todos y cada uno de los que allí vamos.
Y aquí sigue, hoy con todos los papeles acorde a lo legal, presto y atento a todos los cursos del INEM relacionados con su antiguo trabajo en Edo State (jefe de almacén construcción). Única actividad, junto con alguna “chapucilla” esporádica, que lo aleja de su cita diaria con los clientes del supermercado.
Su ilusión, poder tener un trabajo digno, retribuido y que le confiera seguridad y futuro. Su esperanza, unida a su cualificación profesional además de sus ganas de trabajar, tendrían que ser condición suficiente para alcanzar esa meta.
Él no tuvo que huir, quiso prosperar, ver otros mundos, conocer otras personas pero acabó víctima de las mafias y hoy se encuentra preso del destino. Un destino que nunca podrá devolverle lo quitado, pero que no ha sido capaz de robarle todo lo que hay en su interior y que todos los días nos muestra a los que tenemos la fortuna de conocerlo.
Aprovechemos la ocasión y démosle la oportunidad de quedarse con nosotros, ahora que tanto agitamos la bandera de los Refugiados, empecemos ¡Ya! por los que tenemos aquí y procurémosle a Osmond solución de futuro; él que solo quiere seguir en nuestra compañía siendo uno más. Olvidemos, por una vez, la caridad y trasladémosle la seguridad del trabajo.
Bienvenido a casa, amigo Osmond, sigue caminando y que tus pasos te lleven al destino que decidas.
A. Nogueiro