Más papeles de Panamá: la basura nos inunda
En estos días, el informante anónimo que destapó el caso de los famosos “Papeles de Panamá” ha vuelto a publicar una carta que ha aparecido en diversos medios de comunicación. (Ojo: no en todos, lo cual ya es un dato. Anotemos cuántos han obviado este tema de importancia mundial). De su lectura deducimos que el peor error en el que podríamos incurrir es considerar éste como un caso aislado. Los escándalos de corrupción están dejando de ser hechos puntuales y excepcionales para convertirse en una inmensa marea de podredumbre que crece día a día amenazando con llenar de mierda hasta el cuello a la civilización y a las democracias occidentales.
Hay quienes se consuelan pensando que al menos gozamos del suficiente grado de justicia como para que estos escándalos vayan apareciendo a la luz e incluso llegando a los juzgados. Y sí, sucede pero con una desesperante lentitud debido a las inmensas y poderosas presiones con que topan los informadores que tratan de airear esos trapos sucios de las grandes fortunas.
Así lo cuenta este anónimo denunciante que por fortuna aún no se ha visto reducido al silencio:
“Edward Snowden está en Moscú, exiliado debido a la decisión del Gobierno de Barack Obama de aplicarle la Ley de Espionaje. Por sus revelaciones sobre la NSA merecería un recibimiento de héroe y un importante reconocimiento, no ser desterrado. Bradley Birkenfeld ha sido premiado con millones de dólares por sus informaciones sobre el banco suizo UBS, y aun así el Departamento de Justicia de Estados Unidos le condenó a la cárcel. Antoine Deltour está siendo juzgado por haber facilitado a los periodistas información sobre cómo Luxemburgo garantizó acuerdos fiscales secretos a las grandes multinacionales, robando miles de millones en impuestos de sus países vecinos (…) El primer ministro de Nueva Zelanda, John Key, ha permanecido callado sobre el papel de su país en hacer posible esa meca de los fraudes financieros que son las Islas Cook. En Reino Unido, los ‘tories’ [partido conservador] no han tenido vergüenza a la hora de conciliar su propio uso de compañías ‘offshore’, mientras que Jennifer Shasky Calvery, directora del Financial Crimes Enforcement Network de Estados Unidos, acaba de anunciar su renuncia para ir a trabajar para el HSBC, uno de los bancos más conocidos del mundo (y que, no por casualidad, tiene su sede en Londres).Y hay decenas de ejemplos más”.
Incidentalmente habría que disparar todas las alarmas para evitar el control (muchas veces intentado) de Internet por parte seguramente de los mismos interesados en proteger los paraísos fiscales. Hay que cuidar como a las niñas de nuestros ojos este inmenso, y hasta hoy incontrolable foro mundial que es la Red de Redes, pues sólo ella es capaz de mantenernos informados a todos los ciudadanos del mundo cuya presión conjunta quizá pueda acabar un día con estas prácticas, empezando por ilegalizar muchos trapicheos que hoy son absolutamente legales. Obviamente, ¿quién tiraría piedras contra su propio tejado?
Y sí, se impone un severo zafarrancho de limpieza contra esta suciedad ética y moral, sacudiendo ese derrotismo que tantas veces paraliza a nuestra sociedad. Es posible que, como decían nuestros ancestros, “siempre habrá ricos y pobres”. Pero ni tan ricos ni tan pobres.
“Han fallado los bancos, las autoridades fiscales y financieras –sigue escribiendo este providencial denunciante– Se han tomado decisiones que han evitado tocar a los ricos para centrarse en los ciudadanos de clase media y baja. Han fallado los tribunales, irremediablemente antiguos e ineficientes. Los jueces se han conformado demasiadas veces con los argumentos de los ricos. Han fallado los medios. Muchas organizaciones mediáticas son solo caricaturas de lo que fueron. Los multimillonarios han tomado el control de los medios como si fuera una afición, limitando la cobertura de cuestiones importantes que tienen que ver con los más ricos, mientras que para los verdaderos periodistas de investigación no tienen dinero.
Y tampoco olvidemos que la solución a este problema no pasa necesariamente por una revolución, pues como demuestra la historia, en estos casos el remedio ha terminado siendo peor que la enfermedad. Toda revolución es inútil si no se produce una evolución interna del individuo. Evolución hacia la honradez, hacia la evitación del extendido deseo de obtener lo máximo con el mínimo esfuerzo. Se precisa un enérgico rechazo hacia el estúpido “tanto tienes, tanto vales” que se ha enseñoreado de nuestra sociedad. Y sobre todo, y muy importante, que cada uno de nosotros no renunciemos a nuestros principios éticos a cambio de las miserables migajas que los más ricos comensales nos arrojan de las sobras de su inagotable banquete.
Y que la Fuerza nos acompañe. La vamos a necesitar.
Abelardo Hernández