Sexenio absolutista (II) José García de León y Pizarro, Carlos Martínez de Irujo, Manuel González Salmón y José Melgarejo y Saurín
José García de León y Pizarro.
José García de León ya había sido Secretario de Estado Interino durante tres meses en la Tercera Regencia. Su mandato actual duró casi dos años, desde su nombramiento el 30 de octubre de 1816 hasta su cese el 14 de septiembre de 1818.
El gobierno de Pizarro, en estos primeros tiempos, era un gobierno de conciliación, moderado, capaz de dialogar con los liberales moderados.
La política exterior la llevaba, al margen del gobierno, el propio Fernando y su camarilla. El rey buscaba el apoyo del Zar Alejandro con el objeto de recuperar el Ducado de Parma para España. El rey había firmado el Tratado de la Santa Alianza en secreto sin comunicarlo al Consejo de Estado. El gobierno se enteró cuando ya se había firmado el Tratado. Es decir, se descubrió que en España había dos gobiernos, el legal y otro formado por la camarilla del rey.
De todos estos líos e interferencias entre la camarilla y el gobierno, como era de esperar, no se sacó nada en limpio.
Por otra parte, las potencias vencedoras no estaban de acuerdo con las persecuciones a que estaban sometidos los liberales y los afrancesados en España
Tres meses después de su nombramiento como Secretario de Estado, los Secretarios de Justicia y de Guerra fueron sustituidos por dos absolutistas acérrimos: Lozano de la Torre y el general Eguía. De las consecuencias inmediatas de estos cambios, fue el fin de la política pacificadora con los liberales moderados y los afrancesados. A ambos grupos no le quedaba más que un camino, la revolución armada y la conspiración.
Los antiguos guerrilleros habían sido degradados y los militares, algunos que no habían participado prácticamente en la lucha contra los franceses, acaparaban los mejores destinos. El descontento hizo que aquellos estuvieran dispuestos a apoyar las conspiraciones liberales.
Los comerciantes también añoraban a los liberales, que les habían permitido la libertad para establecerse y aquellas otras necesarias para el desarrollo de sus negocios.
La masonería, muy activa, empezó a dar soporte a las intrigas de los liberales.
Como hemos venido contando, España necesitaba barcos urgentemente si no quería perder su imperio colonial americano. Ya hemos visto que la solución más barata e inmediata era la compra de barcos en países extranjeros. Ante el éxito de la compra de los 5 buques franceses, se consideró oportuno seguir ese mismo camino, solo que estaba vez no intervendrían ni los expertos de la Armada ni nadie distinto del propio rey y su camarilla. Uno de los componentes de la citada camarilla era el embajador ruso Dimitri Pavlovich Tatischeff. Tan importante era este personaje en la camarilla que llego a ser condecorado con el Toisón de Oro.
La compra empezó un año antes cuando Fernando, a través del embajador Tatischeff, solicitó al Zar Alejandro la compra de 4 navíos de línea y siete u ocho fragatas de la flota rusa del Báltico, barcos necesarios para el control de las insurrecciones americanas. Después de varias negociaciones se acabaron fijando el número de barcos en 8.
De estas gestiones no se informó al Secretario de Estado Pizarro ni al Secretario de Marina Vázquez-Figueroa. Todo se movió a espalda del Gobierno y de la Armada, hasta el punto que estos se enteraron por vía indirecta a través de lo publicado en un diario londinense.
Así en marzo de 1817, el embajador Tatischeff consiguió vender a España una flota de 8 barcos calificada como muy moderna y por tanto muy cara.
En agosto, el embajador ruso y el general Eguía firmaron la conformidad del contrato y la forma de pago. Los barcos deberían ser entregados en Cádiz. En este contrato estaban claramente definidas las comisiones a cobrar por todos los miembros de la famosa camarilla. El desconocimiento de la negociación de este contrato por las autoridades del Gobierno y de la Marina eran tales, que ambos organismos estaban negociando la compra a Francia de 12 fragatas.
Los barcos no llegaron a Cádiz hasta el 21 de febrero de 1818. El Secretario de Marina se enteró de la compra cuando los barcos llegaron a Cádiz. Tan desconocido era el negocio que, cuando los barcos fueron avistados llegando a Cádiz, la reacción del Capitán General Hidalgo de Cisneros, temiendo un ataque por sorpresa, fue dar la alarma general a la población y poner a la guarnición en disposición de rechazar un ataque.
El Secretario de Marina pidió al capitán general un informe del estado de los 8 barcos. Los barcos fueron reconocidos por una comisión, presidida por el capitán de navío Roque Guruceta, formada por ingenieros navales y los comandantes destinados a mandarlos. El informe fue demoledor, los cascos podridos, sin pertrechos ni repuestos de ninguna clase, construidos en madera de mala calidad, en madera de pino en lugar de madera de roble, en definitiva, todos los barcos son declarados inútiles excepto una fragata. Lo único bueno era que estaban bien artillados. Ante el estado de los barcos el Zar Alejandro envió tres fragatas, en teoría en perfecto estado, para sustituir a los buques inútiles, que llegaron a Cádiz en iguales condiciones que los 8 barcos anteriores.
Cuando se informó al rey, este se molestó mucho y su reacción fue la destitución fulminante de Vázquez–Figueroa y su destierro a Santiago. Se acusó de traidores a los miembros de la comisión que examinó los barcos. El decano de la comisión, el jefe de escuadra Juan María de Villavicencio, fue desterrado. El jefe de la comisión Guruceta y el brigadier Francisco de Beranger, destinado a mandar uno de los barcos rusos, fueron borrados del escalafón y expulsados de la Armada. Su injusta expulsión originó un clamor popular que obligó al rey a restituirlos en sus cargos un año después.
Los barcos no pudieron salir hacia América en auxilio del General Morillo. Fueron subastados en 1821.
El 4 de abril de 1817 se produjo el pronunciamiento fracasado de los generarles Luis Roberto Lacy y Gautier y Francisco Milans del Bosch. El pronunciamiento fue apoyado por la masonería y su objetivo era organizar una marcha militar a Barcelona para volver a proclamar la Constitución de 1812. La conspiración se llamó de Caldetas pues se organizó cuando Milans estaba tomando unos baños en aguas medicinales, en el balneario de Caldas d´Estrac. Lacy era un héroe de guerra, herido en la batalla de Ocaña y en la defensa de Cádiz. Ambos generales esperaron en Caldetas la llegada de las fuerzas comprometidas, pero a la hora prevista solo se presentaron dos compañías que, al ver los pocos que eran, enseguida empezaron a desertar.
Ambos generales huyeron hacia Francia perseguidos por fuerzas al mando del General Castaños. Milans alcanzó la frontera, pero Lacy fue detenido. Condenado a muerte fue fusilado en los fosos del castillo de Bellver, en Palma de Mallorca.
En julio de 1817 se firmaron los tratados de Viena y de Paris. El plenipotenciario español fue cambiado previamente a la firma, Gómez Labrador fue sustituido por Fernán Núñez. En los tratados no se reconocieron los esfuerzos y sacrificios españoles en la derrota de Napoleón, solo se consiguió, y después de la firma, introducir algunos artículos adicionales para que en el Ducado de Parma la sucesora de la archiduquesa María Luisa de Parma, esposa de Napoleón y madre de su único hijo, fueran María Luisa de Borbón, hermana de Fernando VII, duquesa de Lucca, y de su hijo Carlos Luis. Éste fue la única recompensa obtenida por España, después de 6 años de cruel guerra y devastación.
Después del intento de pronunciamiento de Lacy y de Milans, la Inquisición y las autoridades realistas hicieron una buena investigación sobre las logias masónicas. En esta investigación descubrieron, en septiembre, que eran masónicos el Conde de Montijo, antiguo conspirador en el Motín de Aranjuez, que fue desterrado. También descubrieron que los militares liberales Juan Van Halen y José María de Torrijos y Uriarte conspiraban contra el rey. Ambos fueron detenidos, el primero torturado por la Inquisición, se fugó de la prisión y se exilió en Rusia donde llegó a ser mayor general de caballería con destino en el Cáucaso. El segundo fue detenido y estuvo en prisión hasta 1820.
El problema de la deuda seguía siendo irresoluble, Marín de Garay seguía intentando la amortización de deuda sin interés de acuerdo al plan que presentó en 1816 cuando fue nombrado Secretario de Hacienda. La oposición de la clase alta y de la Iglesia le impidió llevarlo a cabo. Fue despedido en 1818 sin darle nuevas oportunidades en política.
Entretanto, la situación en América se deterioraba rápidamente. La insurrección aumentaba, Méjico estaba en lucha desde 1810, Argentina proclamó su independencia en 1816, Venezuela y Chile también habían declarado la independencia.
Los rebeldes se plantearon la necesidad de disponer de una marina que superara la Armada real y así impedir que los ejércitos españoles pudieran ser reforzados desde la península. Ya en 1814 comenzaron a operar con buques corsarios y contrabandistas que alarmaron a las autoridades coloniales.
El Gobierno de José García León y Pizarro preparó un plan para la pacificación que consistía en la unificación del mando en toda América, la expedición de un gran ejército a La Plata, apertura del comercio a otros países, amnistía para los rebeldes y un plan para fabricación de barcos. A esta planificación se opuso Eguía quien logró aplazarlo sin fecha.
En julio, España solicitó ayuda a las potencias europeas dentro del contexto de la Santa Alianza. Gran Bretaña puso condiciones y nuestro amigo el Zar Alejandro propuso una intervención pero sin concretar cuando.
El 14 de septiembre de 1818 se cesa a García de León y Pizarro. Su gobierno fue culpado de la crisis de los barcos rusos.
Carlos Martínez de Irujo. Marqués de Casa Irujo
El sucesor de Pizarro fue nuestro conocido Carlos Martínez de Irujo y Tacón, I Marqués de Casa Irujo. Fue nombrado Secretario de Estado Interino el mismo día del cese de su antecesor. Como Secretario de Guerra continuaba el general Francisco Eguía. La duración de su mandato fue de 9 meses, siendo cesado el 12 de junio de 1819.
Carlos Martínez ya había sido Secretario de Estado Interino durante la Tercera Regencia por un periodo de tres meses y volvería a ser Secretario de Estado en 1823.
Su labor más destacada durante su mandato fue la propuesta para resolver el problema americano con medios exclusivamente españoles. Para ello había que aumentar considerablemente la potencia militar en América con el envío de un gran ejército de reconquista. El objetivo de este ejército expedicionario sería empezar reconquistando Río de la Plata.
Fernando VII aceptó la organización del ejército. Este ejército fue el que se alzaría en Las Cabezas de San Juan (Sevilla), en enero de 1820, al mando de Rafael de Riego y que daría lugar al inicio del Trienio Liberal.
En marzo de 1818, el americano Andrew Jackson, con el pretexto de combatir a los indios seminolas invadió Florida y llegó hasta Pensacola.
En el tratado de 1795, España renunció a la parte occidental de la Florida, al norte del paralelo 31, reconoció a EEUU el derecho a navegar por el Misisipi y concedió Nueva Orleans como puerto comercial. Como ya hemos contado, en 1803, España cedió a Napoleón Luisiana con el compromiso de devolverla si Francia perdía interés en ella, pero Napoleón la vendió a EEUU dos años después de su entrega por España.
En 1808 Estados Unidos se apoderó de la Florida Occidental, aprovechando que España tenía graves problemas.
En el congreso de Viena, las grandes potencias se negaron a aceptar que la recuperación de la Florida Occidental fuera de su incumbencia. España nombró a Luis de Onís para que negociase con EE UU las indemnizaciones y los límites de lo arrebatado a España. Onís negoció con el presidente James Monroe, el autor de la famosa doctrina de “América para los americanos”, quien propuso comprarle a España la Florida. Las instrucciones de Onís eran exigir a los Estados Unidos el no reconocimiento de los países sublevados, la colaboración en la guerra contra la piratería, la frontera en el Misisipi y pagar unas indemnizaciones por el territorio ocupado, a cambio le entregaríamos la Florida gratis.
En este ambiente de negociación, Jackson, el 13 de marzo, entró con sus fuerzas en la Florida marchando rio Apalachicola abajo. En mayo llegó a Pensacola con 1.000 hombres. El gobernador y los 175 hombres de la guarnición se refugiaron en el Fuerte Barrancas. Después de dos días de combate, acabaron rindiéndose y entregando el fuerte.
España protestó por este atropello. El Secretario de Estado, John Quincy Adams, ofreció establecer la frontera en el Rio Rojo, al Oeste de Tejas, amenazando con la guerra caso de no ser aceptada.
El 22 de febrero de 1819, se firmó el tratado de Adams–Onís que fijó la frontera en el Rio Sabina, frontera actual del Estado de Tejas, y el paralelo 41, perdiendo España Florida y Luisiana.
El 1 de enero de 1819 en Valencia, el coronel de un regimiento de guarnición en la ciudad preparó un pronunciamiento aprovechando una función de teatro, que debía celebrarse el 31 de diciembre y a la que asistiría el Capitán General Elío con la flor y nata de las autoridades de la ciudad. Se proponía eliminar a todas las autoridades, quitar a Fernando VII y evitar que la corona cayera en su hermano Carlos María, por lo que proponía traer al antiguo Rey Carlos IV a España. Carlos IV pasaba sus últimos días en Roma, de hecho moriría 20 días más tarde, el 20 de enero del mismo año.
En esta conspiración contaban con el apoyo de la Masonería. Ocurrió que la Reina Isabel falleció y la función se suspendió. En una reunión para preparar un plan alternativo, los conspiradores fueron detectados y detenidos por el propio Capitán General de Valencia. El General Elío. Vidal fue ahorcado con doce de sus compañeros entre los que se encontraban Félix Bertrán de Lis y Diego María Calatrava conjuntamente con sargentos del ejército, labradores y menestrales.
La última conspiración del mandato del Marqués de Casa Irujo fue la Conspiración del Palmar preparada, en julio de 1819, dentro del ejército expedicionario a Ultramar concentrado en Cádiz.
Fue la conspiración inmediatamente anterior al pronunciamiento de Rafael de Riego en ese mismo ejército. En ella se vio implicado Evaristo Fernández San Miguel y Valledor, asturiano, militar liberal. Descubierta la conjura, fue detenido y preso en el Castillo de San Sebastián de Cádiz.
El 12 de junio de 1819, Casa Irujo fue cesado y nombrado en su lugar a Manuel González Salmón.
Manuel González Salmón
Manuel González Salmón fue dos veces Secretario de Estado, la primera vez como Secretario de Estado Habilitado, nombrado el 12 de junio de 1819, tuvo un mandato de solo tres meses, fue cesado el 12 de septiembre del mismo año. La segunda vez fue Secretario de Estado desde 1826 hasta su muerte en 1832.Gaditano, nació en 1778 y murió en Madrid a los 54 años, en 1832. Diplomático y político, comenzó su carrera con Carlos IV. En 1796 fue nombrado agregado en Dresde. Abandonó sus funciones con José I y regresó a la península al servicio de los patriotas. Profundamente conservador, paso muchos años como funcionario de la Secretaría de Estado. El gobierno liberal lo envió a San Petersburgo como embajador y la restauración absolutista lo volvió a nombrar Secretario de Estado. El gobierno de su primer mandato puede ser considerado como un gobierno ultraconservador. En su gobierno, el Secretario de Guerra la desempeñaba José María Alós Mora, marqués de Alós, sustituto de Eguía que había sido cambiado (revisar esta frase)
José Melgarejo y Saurín
El sucesor de Salmón fue José Melgarejo y Saurín, I duque de San Fernando de Quiroga. Alicantino, nació en Cox en 1780 y murió en Madrid con 45 años, en1835. Brigadier de los Reales Ejércitos. Casado con María Luisa de Borbón Vallabriga, cuñada de Manuel de Godoy y hermana del Arzobispo de Toledo y Regente Luis María de Borbón.
Nombrado Secretario de Estado el 12 de septiembre de 1819. Su mandato duró menos de seis meses, hasta el 9 de marzo de 1820.
Fue un gobierno de crisis, seguían los mismos problemas con la Hacienda por lo que las pagas se retrasaban, el comercio no fluía y se incrementaba el paro. El rey sabía que el estado de inquietud estaba poniendo en peligro su monarquía. El cambio de gobierno a uno más moderado, como era el del Duque, le permitió volver a hacer concesiones a los liberales e ilustrados. Concesiones tardías que éstos interpretaron como debilidades.
En octubre de 1819, Fernando VII se casó con su tercera esposa, María Josefa Amalia de Sajonia con quien estuvo casado 10 años, hasta la muerte de María Josefa. No tuvo descendencia.
El 1 de enero, Rafael de Riego se sublevó en Cabezas de San Juan con el Ejército expedicionario a Ultramar, dando final al Sexenio Absolutista y comienzo al Trienio Liberal.
Joaquín de la Santa Cinta, ingeniero aeronáutico, economista e historiador