Segunda crónica del Pleno del Ayuntamiento de marzo en el que se produjeron incidentes graves que marcarán el devenir de la política pozuelera aunque no sé hasta qué punto
La segunda parte de la crónica del Pleno del Ayuntamiento de Pozuelo del mes de marzo está marcada también por la bronca. Hacía tiempo que se veía venir el estallido y ayer explosionó.
Las causas del incidente hay que buscarlas en la desidia del Gobierno y en el acoso de la oposición. No hay que dar le demasiadas vueltas. El Grupo Municipal Popular piensa que la mayoría absoluta es una cortina tras la que se puede esconder sin darse cuenta que los tiempos han cambiado en la política en general y en Pozuelo de Alarcón en particular. Ya no vale el rodillo político.
En Pozuelo se están produciendo debates políticos a nivel de calle que exigen nuevos talantes que el Gobierno del PP no ha sabido entender. Lo venimos diciendo desde hace tiempo en este periódico pero ni la alcaldesa Quislant, más preocupada de otros temas ajenos a Pozuelo, ni su equipo de concejales, acostumbrados a vivir en la desidia, salvo honrosas excepciones, no se dan por enterados.
Las mociones que el Grupo Municipal Popular presenta en esta legislatura están a tres centímetros de la tomadura de pelo y, lo que es peor, la mayoría de sus concejales llegan al Pleno si preparar los temas, confiando en el número 14. Y es cierto que con 14 concejales tienen la mayoría absoluta. Pero las mayorías absolutas ya no sirven si no van acompañadas de argumentos.
Como esa situación no se produce y la oposición ha subido, claramente, en la preparación de sus mociones y en su puesta en escena, la explosión se veía venir. Y más ayer donde, desde el minuto uno, se veía que el Grupo Municipal Popular era vapuleado inmisericorde por la oposición. Y eso duele. Los concejales del Gobierno trabajan poco, por lo general, pero acusan los golpes.
Pero volvamos a ir por partes, como decía aquel.
Había tensión en la Sala de Plenos. El Gobierno iba ganando las votaciones de mociones pero iba perdiendo auctoritas. Votar en contra de toda la oposición que clama contra una situación inasumible e intolerable le estaba resultando dura.
Y en eso llegaron las preguntas orales para respuesta oral. Esos duelos tan vibrantes como inútiles porque no sirven, al final, para nada y que suele ganar el Gobierno porque siempre tiene la última palabra.
En la primera pregunta, hecha por Miguel Ángel Berzal, se produjo una chispa. El concejal de Ciudadanos preguntaba por los criterios que se habían seguido para establecer los diferentes tramos de esa medida anacrónica e injusta que es el cheque-bebé y mentó la bicha. Habló de discapacitados. Preguntó a Beatriz Pérez Abraham en qué se basaron para pensar que una familia que gana 75.000 euros necesita ayuda económica y preguntó en qué se basaron también para diferenciar bebes normales de discapacitados para dar 500 euros más a los padres de los niños en esta situación. Una pregunta sensible si se quiere a la hora de la exposición pero normal dentro de la política de oposición. Pero Pérez Abraham se picó. Se sintió aludida personalmente y empezó el alboroto. Intervino la alcaldesa, aún calmada pero tensa como una vara de acebuche, y la cosa más o menos volvió a la normalidad.
Como siempre hace Beatriz, no contestó a ninguna de las preguntas. Se fue por los Cerros de Úbeda y siguiente pregunta.
La siguiente pregunta la realizó Adolfo Moreno. Sobre el humedal del arroyo Meaques y Valchico. Nada. Tontería. Como el señor Moreno cuando habla gesticula tanto con el cuerpo y con la voz que, al final, no se sabe si está a favor o en contra de su pregunta. Como le pasa siempre por querer presumir de no leer, se metió en un jardín. Mejor en un humedal del que no supo salir. Lo suyo empieza a ser fuego fatuo.
Le contestó Eduardo de Oria y le perdonó la vida. Fue el único gol de Gobierno en todo el partido. El gol del honor que se llama.
La siguiente pregunta prometía. La hizo Pablo Gómez Perpiñá e iba sobre un posible desahucio en Pozuelo. Tema sensible para la izquierda radical y tema que ya traía una historia de enfrentamientos personales entre el portavoz de Somos Pozuelo y Beatriz Pérez Abraham.
Se notaba que había algo más que un debate. Que había temas personales. Y entre que la puesta en escena de Perpiñá es siempre de puro ataque y lo picada que venía la señora Abraham de su duelo con Berzal, aquello fue el acabose entre insultos y descalificaciones.
Como la presidenta Quislant estaba también más quemada que un antiguo cenicero de bingo, todo fue por el aire. Broncazo. Impropio. Coreano.
Y a partir de ahí, lo demás sobraba. Sobraba la pregunta sobre el pis de los conductores de la Empresa LLorente en la que Pablo Rivas volvió a intentar salirse por la tangente mientras se mantenía de fondo la tensión habida. Bascuñana, incluso, hizo una propuesta para solucionar una necesidad generalizada. Pero el PP no es de este mundo y ya todo había ido por el aire.
La última pregunta onanista de Pablo Gil a Almudena Ruiz sobre el paro en Pozuelo fue una broma. Además, se equivocaron en los datos. Pero no voy a comentar el tema porque me parece baladí.
Y eso es todo lo que sucedió en un Pleno que quedará en el recuerdo y en el que la alcaldesa-presidenta se vio obligada a pedir perdón al final.
El Capitán Possuelo