El fin del mundo: ida y vuelta a la nada
Cuentan que en cierta ocasión, un científico impartía una conferencia sobre cómo llegaríamos al Fin del Mundo cuando el Sol se convirtiera en una estrella gigante que al crecer desmesuradamente abrasaría todos los planetas del Sistema Solar incluyendo la Tierra. De pronto, una señora sentada en las primeras filas del público levantó la mano con un alarmante gesto de terror pintado en su rostro y se dirigió al conferenciante: “Por favor… ¿¿cuándo dice usted que podría suceder eso??”. “He dicho que dentro de unos cuatro mil quinientos millones de años”, respondió el científico. La dama se desplomó en su asiento con gesto de alivio. “Uffff, ¡Creí haberle entendido que había dicho dentro de cuatro millones de años!”.
Sí, bueno. Sin duda que el Fin del Mundo llegará tarde o temprano. Pero salvo que nosotros provoquemos una catástrofe medioambiental, creemos una plaga imposible de detener, u organicemos una debacle nuclear, podemos confiar en que aún nos queda cuerda para mucho tiempo. La Naturaleza nos concede una prórroga bastante larga.
Así como la mayoría de los astrofísicos están de acuerdo en que el Cosmos actual nació de un Big Bang, de una gigantesca expansión del espacio, la materia y el tiempo, aún se consideran varias hipótesis sobre el cómo sucedió, y mientras unos creen en una suprema divinidad creadora, los investigadores dicen que todo se generó espontáneamente a partir de una fortuita fluctuación cuántica de la nada.
No, no traten de comprenderlo porque ni los más ilustres sabios lo entienden a nivel de razonamiento cotidiano; sólo son capaces de demostrarlo mediante complejas ecuaciones matemáticas.
Pero donde ha existido durante mucho tiempo una gran cantidad de teorías ha sido sobre la futura evolución del Universo y su eventual final. Está demostrado que nos estamos expandiendo a gran velocidad, y las galaxias alejándose entre ellas, a tanta mayor velocidad cuanto más lejanas se hallan. Pero había un par de factores desconocidos de los cuales dependería el futuro. La cantidad que existiera de la llamada “materia oscura” y la de la “energía oscura”. Si la materia oscura -que aun invisible suponemos que compone la mayor parte del Cosmos- sobrepasara un determinado valor, la gravedad atraería de nuevo a las galaxias entre sí, y el Universo entero se contraería hasta llegar a convertirse en un único y abrasador punto similar al de donde nació: el Big Crunch.
Pero hay otro posible final, no tan apocalíptico ni grandioso, y sí mucho más triste y desvaído. El generado por una constante y cada vez más rápida expansión. Nos lo ha predicho en una entrevista publicada por el diario ABC un físico que fue Premio Nobel en 2011, el doctor Brian Schmidt. “El Universo entero se está desvaneciendo, igual que un gas caliente que se expande hasta que se enfría y se diluye por completo. Podemos decir que el Universo tuvo un principio excitante y muy activo, el Big Bang, y que tendrá un oscuro futuro de inexistencia, en el que volverá a la nada.”
Schmidt lo asegura basándose en que “la materia que vemos, la que forma las estrellas y las galaxias, apenas si es un 4,5% del total… Cerca de otro 25% es materia oscura, que no podemos ver ni detectar y el resto, casi un 70%, algo que llamamos energía oscura, que es precisamente la responsable de la expansión acelerada.”
Feo panorama. Los cúmulos de galaxias que aún podemos contemplar “seguirán existiendo durante mucho tiempo aún, pero cada vez más lejos los unos de los otros, hasta que queden completamente aislados y se apaguen uno por uno a medida que vayan consumiendo la materia que tienen a su disposición”. Tampoco seguirán naciendo nuevas estrellas como las que hoy aún podemos contemplar. El Universo, tal como hoy lo contemplamos, no será visible para nuestros hipotéticos descendientes. “Dentro de unos 500 millones de años, desde la Tierra no será posible distinguir ni una sola galaxia” -dice Schmidt-. “De hecho, la galaxia más cercana a la nuestra estará entonces a la misma distancia a la que hoy están las galaxias más distantes que podemos ver”.
Pero sin duda, lo que nunca muere es el inextinguible optimismo humano. A la pregunta del entrevistador “¿Cree que hay una ‘nueva física’ ahí fuera, esperando aún a ser descubierta?” Smichdt responde “Tengo mucha confianza en que sea así. Cada vez que la Humanidad ha empezado a comprender algo, se ha dado cuenta de que se equivocaba.”
Así sea, doctor. Que la Fuerza (no la oscura) le (nos) acompañe.
Abelardo Hernández