El AVE a León, la rentabilidad de esos trenes y España al revés, un artículo de Alfredo Sola
El próximo martes, 29 de septiembre, según ha anunciado la ministra de Fomento Ana Pastor, se inaugurará la línea ferroviaria de Alta Velocidad (AVE) que unirá Madrid con Palencia y León a través de Valladolid. Y se hará con todos los fastos del mundo.
La red de Alta Velocidad española conectará así más de treinta ciudades y superará los 3.000 kilómetros de longitud.
Pero no es oro todo lo que reluce en estos datos. La rentabilidad del AVE, ese tren del que presumimos los españoles y envidian los europeos, ha vuelto a cuestionarse.
Un estudio encargado por el propio Gobierno de la Nación asegura que esa rentabilidad es negativa. En otras palabras nos viene a decir que las líneas de AVE son una ruina.
Y lo más grave es que ya lo sabíamos. De hecho, lo saben todos los aficionados al tren desde que uno de nuestros más funestos políticos (lo cual es mucho decir) prometió en unas elecciones AVE en cada capital de provincia. Cómo no lo iban a saber los técnicos, los funcionarios del ramo y, en general, los profesionales del sector.
Una línea de alta velocidad no es solamente una línea de tren. Son bastante más caras por la necesidad de estudiar el suelo de todo su trazado, explanar, instalar y, sobre todo, explotar y mantener. El AVE necesita una línea de tren especial.
Para empezar, una línea de alta velocidad no puede tener curvas con un radio de menos de unos cuatro kilómetros. Esto, que parece un dato técnico inocente, aplicado a este país nuestro lleno de montañas, valles, altos, cortados y demás accidentes geográficos, significa varias cosas nada inocentes. Primera, que las montañas no se pueden rodear: Hay que horadarlas con túneles, con costes estratosféricos. Segunda, que los valles no se pueden bordear: Hay que saltarlos con viaductos, con costes no menos tremendos (y resultados paisajísticos de igual categoría).
Por otra parte, las líneas de Ave van valladas en todo su recorrido. Es de lógica. Si un tren a 100 km/h atropella una vaca y convierte la vía en una carnicería de ciudad, imagínese lo que ocurre a 300 km/h, empezando por el riesgo para la integridad física del maquinista. Pero claro, las vallas tienen sus propios problemas. Al fin y al cabo, animales y personas que necesitan o quieren ir de un punto a otro por donde siempre han ido, quieren seguir haciéndolo. Y si hay vallas de tres metros de alto que se lo impiden, se necesita construirles puentes que las salven cada pocos cientos de metros. A un coste estratosférico, claro.
El consumo de energía del tren, por su parte, es a 300 km/h allá por el doble que el del mismo tren a 100 km/h para hacer el mismo trayecto. Y esto en un país en el que seguimos quemando carbón, que tenemos que importar, para producir energía, debido a nuestra pueblerina política.
Y así todo.
Total, que para que uno que vive pongamos en la Comunidad de Madrid (como es mi caso) vaya rápida y cómodamente al Barrio Húmedo de León a tomar el aperitivo y, ya que estamos, también la comida, y vuelva también rápida y cómodamente en el día, nos hemos gastado 55.000 millones de euros.
Pongamos esta cifra en perspectiva: Es equivalente al dinero desembolsado para el rescate bancario subsiguiente a la burbuja inmobiliaria. O a las ayudas para personas dependientes durante 55 años como 2015.
Pero bueno, seamos serios y hablemos de transporte. Con 55.000 millones, se podría haber adecuado la mayor parte de la red existente para circular a 200 km/h (el radio de curva mínimo es menos de la mitad que el de 300 km/h) y habría sobrado para, no sé, ir rescatando bancos dirigidos por amigos incompetentes de políticos irresponsables, o hacer un puñado de aeropuertos sin viajeros para delicia de los aeromodelistas locales. Y eso después de también renovar todos los trenes, que por supuesto para 200 km/h son mucho más baratos que para 300 km/h.
Ahora, el Gobierno dice que va a estudiar la rentabilidad del AVE en serio. Y la va a estudiar después de inaugurar una nueva línea. Aunque más vale tarde que nunca, dicen. Es de esperar, al menos, que, con ese estudio, la furia nacional construye-AVEs quede en el pasado.
Porque hasta ahora, en relación al AVE, asistíamos a una España al revés. Hemos estado enganchando el carro delante de las mulas. Construíamos AVEs desconociendo su rentabilidad.
Alfredo Sola