Apasionante intrahistoria política de la lucha interna del PP de Madrid, usando como pantalla el Pregón de las Fiestas de la Consolación de Pozuelo
Este fin de semana no hemos tenido un mísero mensaje de whatsapp en esta sección. Se nota que estamos en Fiestas. Y, como el espectáculo debe continuar, le he pedido prestado su espacio a Sira para contar la apasionante intrahistoria política de la lucha interna del PP de Madrid que usó como pantalla un acto intrascendente y pretérito. Sin duda, lo más divertido del primer acto de las Fiestas de la Consolación de Pozuelo de Alarcón.
Y es que el sábado, mientras unos cuantos pozueleros asistían a un acto para mayor gloria de unas peñas que quieren convencernos de que Pozuelo es Pamplona y eso es imposible, en el rellano de la planta primera del edificio antiguo del Ayuntamiento de la Plaza del Padre Vallet sucedían muchas cosas y mucho más interesantes. Ayer domingo, me las contaron todas.
Y, entre unos y otros, me contaron que aquello era como un teatrillo en el que unos cuantos representaron una obra del género ínfimo pero muy distraída. Cómo solían ser las piezas de ese género.
La obra se escenificó en tres actos: La llegada de Adrados, La balconada y La huida.
¿Y cuál era la trama de la obra? La lucha por el poder en el PP de Madrid.
Pozuelo de Alarcón es una de las bicocas del PP de Madrid y ya se lucha por ella. Era de Cristina Cifuentes y, por un error de “amiguita”, pasó a pertenecer a Esperanza Aguirre y a su delfín, consecuentemente.
(La historia del delfín de Aguirre la contaré otro día. Es apasionante y tiene que ver con Pozuelo)
El caso es que Pozuelo, en este momento, es aguirrista y a Cifuentes le interesa recuperar la plaza de cara al futuro Congreso del PP de Madrid. Y el sábado se vivió la primera gran toma de posiciones de lo que será la gran batalla del noroeste. Algo apasionante.
Como Esperanza considera suya esta plaza ya que cuenta con Susana Pérez Quislant como abanderada, se confió y solo mandó a la toma de posiciones a Ángel Carromero. Parece tan segura de la fortaleza Quislant que pensó que con Carromero bastaba (La lideresa está más perdida que Carracuca). No calibró las armas de Cifuentes en este posicionamiento y la alcaldesa y Carromero se encontraron enfrente nada menos que a Paloma Adrados, presidenta de la Asamblea de Madrid y antigua alcaldesa de la ciudad, y a Ángel Garrido, SúperGarrido y consejero plenipotenciario de Presidencia de Gobierno de Madrid.
El primer acto de la obra comenzó con la llegada de Adrados, y su marido, y de Garrido, sólo. Y, como en las películas de Cecil B. de Mille, el espectáculo comenzó arriba-arriba. Fue fantástico. Los concejales del PP, incluidos los alcaldes vecinos, sintieron mariposas en la barriga. ¿Qué hacer en esta situación? ¿A quién rendir pleitesía? Alternativa del diablo.
Me cuentan que era muy divertido ver cómo se mascaba el drama ante la decisión a tomar para dirigir su pelotilleo. ¿A quién había que acercarse sin comprometerse? ¿A Adrados, a Quislant, a Garrido…? Sonrisas forzadas. A ver si empieza esto pronto que esta noche juega España. ¿Cómo está la plaza de gente? ¿Aún no han llegado las peñas? Parece que ha refrescado. Este verano el tiempo ha estado loco…
Paloma jugaba a creerse aún la alcaldesa. Me cuentan que su postura recordaba el papel de Gloria Swanson en “El crepúsculo de los Dioses” diciendo “Sin mí no existiría la Paramount”. “Sin mí no existiría Pozuelo”, parecía decir Adrados.
Susana, sin embargo, no sabía qué hacer con las manos. Como Julio Iglesias cuando canta. Es alcaldesa por la gracia de Paloma, y lo sabe, pero ahora le molesta su presencia. ¡Qué necesidad tenía ésta de venir! Eso sí, sonreía. La sonrisa de la avispa.
Y en esto alguien dijo, hay que salir porque vienen las peñas. Uf, qué bien. Aire fresco.
Y las autoridades salieron a la balconada. Segundo acto. No se cabía pero daba igual, salieron. Cualquier cosa mejor que quedarse dentro. Porque dentro seguía la batalla . Ahora era el turno de maridos. Luis, el marido de Adrados, con su habitual educación y elegancia. Un caballero. Miguel Ángel, el marido de Quislant, en su papel de marido de la que manda… Se notaba su bisoñez en el cargo, por decirlo de alguna manera.
Y en medio, Nacho Costa. Ay, Nacho. ¿Cuál era tu papel? Ah, sí, el de “dame algo”, como los vendedores de pañuelos en los semáforos. Y también en medio de todo, Cristina Sánchez Masa. Ay, Cristina. Cris paseaba su orgullo de asesora de Garrido ante los que la echaron. Aquí estoy otra vez. Y estaba Diego de Aristegui, descolocado. Y la mujer de Eduardo Oria diciendo por lo bajini ‘Viva el PP’. Y Paloma Tejero conspirando. Tiene tan poco qué hacer. Y Pablo Rivas mirando. Como si no fuera con él. Tiene también tan poco qué hacer. Y muchos otros acercándose a Almudena, que su hermano manda mucho.
En fin, Pilarín…
El tercer acto podría definirse como la estampida pero lo llamaré la huída. Es más fino. Quita, quita… Es que tengo reunión familiar… Me tengo que ir. Ha sido un placer volver a verte… Yo tengo un cumpleaños de mi sobrino, ya llego tarde… Nos vemos, si eso… Adiós, adiós…
Y, en diez minutos escasos, sin darse cuenta nadie, allí no quedaba ni el apuntador. Quedaron Félix Alba, Carlos Ulecia, Eduardo Oria (Viva el PP) y Susana Pérez Quislant que se quería dar un baño de multitudes y no sabe salir sola por Pozuelo.
Pero, entre que ya era de noche y que apenas se la conoce, por allí anduvieron cazando a lazo a pozueleros con los que hablar.
No sé cuando bajó el telón. Tampoco importa.
El Capitán Possuelo