Los nuevos profetas del Apocalipsis, esos que no hacen más que dar por saco
(27-07-15) Leyendo la prensa ha caído bajo mis ojos una nueva profecía sobre el Fin del Mundo. Si, OTRA más. Y van… Claro que la diferencia es que, como esta vez la enuncian un grupo de científicos, hay que denominarla con un sustantivo más serio, como pronóstico, predicción, o cualquier otro vocablo que carezca de ese tufillo pseudorreligioso que tanto incomoda a algunos.
Hace años, investigadores estadounidenses predijeron que el año 2050 vería el fin de nuestra civilización y con ella la extinción de nuestra especie. ¿Cómo? Pues para que nadie se sienta defraudado, con la confluencia de todas las catástrofes imaginables: Cambio Climático, agotamiento de los recursos energéticos, alimenticios y contaminación masiva.
Pero como al parecer, aparte de ser unos cochinos y desconsiderados consumidores, nos queda aún un rastro de inteligencia, un grupo de investigadores de la Universidad de Anglia Ruskin, en el Reino Unido dice que el haber adquirido una cierta conciencia medioambiental, disminuir los niveles de contaminación y llevar a cabo durante los últimos tiempos una más prudente explotación de los recursos, nos ha concedido una pequeña prórroga. No será en 2050, sino en 2100 cuando caiga el telón para la especie humana.
No, no se cansan los expertos de insistir en sus dos manías favoritas: la primera predecir sucesos futuros, y la segunda anunciar catastróficos Apocalipsis. Y por supuesto tampoco aprenden de sus errores. Y mira que deberían estar acostumbrados a sus estrepitosos fracasos. Pues como si no.
¿Qué pasó con aquellas caóticas consecuencias que con el cambio de milenio produciría el temido Efecto 2000 en todos los sistemas informáticos del mundo? ¿Cuántos meteoritos que amenazaban colisionar con la Tierra desataron un verdadero infierno capaz de causar nuestra extinción como si fuéramos vulgares dinosaurios? ¿Y cuántos microorganismos letales se han escapado de los centros de investigación en biotecnología? ¿Qué fue de aquellas extensas alarmas sanitarias anunciando la extensión a nivel mundial de la epidemia de las llamadas Vacas Locas? ¿Y la gripe porcina? ¿Y la gripe aviar? ¿Y la malaria? Pobres miles de cabezas de ganado sacrificadas sin utilidad alguna. Una verdadera hecatombe motivada por un único motivo: el miedo.
No, hombre, no. Ya estamos más que hartos. Bastante neurosis pasamos la gente de cierta edad con aquella pesada y larguísima Guerra Fría que nos hacía vislumbrar un mortífero baile de megatones sobre nuestras cabezas. No fueron pocos los que mandaron construirse un pequeño refugio antiatómico, que a estas alturas debe haberse reconvertido en bodega o trastero.
¡Basta ya! Estamos hasta las gónadas (o los ovarios) de que pretendan meternos tanto miedo en el cuerpo. ¿No será todo este rollo un sucio truco de las empresas para que sigamos consumiendo a lo loco sin pensar en un hipotético mañana que quizá nunca llegue?
Y ahora, por último, nos dicen que no moriremos de calor como anunciaba el cacareado Cambio Climático. No, porque dentro de unos 15 años, debido a ciertas irregularidades en el funcionamiento del Sol, lo que de verdad nos espera es una nueva Era Glacial que nos dejará a todos literalmente helados. ¡Toma ya! ¿Quién entiende este galimatías?.
“Predecir es muy difícil -dice un viejo proverbio chino-, especialmente cuando lo que se trata de predecir es el futuro”. Afortunadamente, la complejidad del Universo deriva hacia situaciones suficientemente caóticas como para fiarnos de predicciones a largo plazo. Sí, porque las verdaderamente importantes, como la que podría habernos prevenido contra la crisis económica que hace años nos sacude, siempre quedan inéditas. Lo cual nos previene eficazmente contra todos estos futurólogos de pacotilla. Y como decía el otro: “Si no saben decirme con exactitud qué tiempo hará la semana que viene, ¿cómo van a decirme el que hará dentro de un siglo?”
Y si no, adoptemos actitudes lo suficientemente científicas, como aquél conciudadano que, alertado de las posibles consecuencias del Cambio Climático, dijo en un alarde de clarividencia: “¿Que según dicen va a elevarse el nivel de los océanos? ¿Y a mí qué me importa? Yo vivo en un octavo piso”.
Cosas veredes…
Abelardo Hernández